¿Quién es el enemigo de Europa? Esta es una pregunta que resuena con cada vez más fuerza en los salones de poder de Bruselas, Berlín y París, y que también comienza a calar en la opinión pública europea. La guerra en Ucrania ha transformado de manera radical el tablero geopolítico, y las respuestas tradicionales a las crisis internacionales parecen ya insuficientes para hacer frente a los desafíos que enfrenta el continente. Europa, que durante décadas cimentó su seguridad en una estrecha alianza con Estados Unidos y en una red de relaciones diplomáticas relativamente estables, ahora se enfrenta a un escenario global fragmentado, incierto y lleno de amenazas que no solo provienen del exterior, sino también desde el interior de sus propias instituciones y sociedades. La pregunta sobre quién es el enemigo de Europa no solo refleja el temor a una amenaza externa, sino también el reconocimiento de que las fracturas internas podrían convertirse en la mayor vulnerabilidad del continente.
Este análisis parte de un editorial publicado por el Consejo Editorial del diario EL PAÍS de España, titulado: «Transparencia ante el viraje geopolítico». El Consejo Editorial de este influyente medio con sede en Madrid alertó sobre la urgencia de una respuesta política clara y directa ante la nueva realidad estratégica que enfrenta Europa. El editorial destacó que las sociedades europeas han sido testigos de un colapso acelerado de la relación transatlántica, un vínculo basado en valores e intereses compartidos que ha sido el pilar de la seguridad y estabilidad europea desde la final de la Segunda Guerra Mundial. El Consejo Editorial también resaltó el discurso del presidente francés, Emmanuel Macron, en el que reconocía que Europa ha entrado en una nueva era geopolítica caracterizada por la brutalidad y la competencia global, y en la que la Unión Europea (UE) debe ser autónoma y resiliente para defender sus intereses estratégicos y valores democráticos.
¿Quién es el enemigo de Europa?
La primera respuesta, la más obvia, ante la pregunta quién es el enemigo de Europa, parece ser Rusia. La invasión de Ucrania por parte de las fuerzas rusas de Vladimir Putin en febrero de 2022 reconfiguró las prioridades europeas de seguridad y defensa. La guerra en Ucrania no solo desafió las estructuras militares y diplomáticas de Europa, sino que también expuso las debilidades de la dependencia energética del continente respecto a Rusia. La respuesta inicial de la UE fue rápida y decidida: sanciones económicas sin precedentes, envío de armas al gobierno ucraniano y la decisión histórica de admitir a Ucrania como candidato oficial para ingresar en la Unión Europea. Sin embargo, la guerra ha sacado a la superficie las tensiones internas dentro de la UE, con países como Hungría y Eslovaquia mostrando posiciones más cercanas a Moscú que al consenso general europeo. La guerra también ha agudizado la amenaza de una crisis energética, disparando los precios y generando descontento social en varios países europeos. Rusia, pues, es claramente un enemigo directo, pero la pregunta sigue abierta: ¿es el único?

Estados Unidos, habitualmente la garantía de la seguridad europea, ahora también parece haberse convertido en una amenaza indirecta. La administración de Donald Trump (2017-2021) marcó un punto de inflexión en las relaciones transatlánticas. Las constantes críticas de Trump a la OTAN y la política comercial de la UE dejaron claro que Europa ya no podía contar con el apoyo incondicional de Washington. Incluso bajo la administración de Joe Biden, la prioridad estratégica de Estados Unidos se ha trasladado hacia el Indo-Pacífico, centrando su atención en la contención de China. Esta reorientación estratégica ha dejado a Europa en una posición vulnerable, obligando a la UE a desarrollar una política de defensa y seguridad propia, algo que hasta ahora había sido impensable en el marco de la alianza transatlántica. Macron lo reconoció claramente en su discurso: Europa debe construir una «soberanía estratégica» para no quedar a merced de los cambios políticos internos de Estados Unidos. Pero esto plantea un dilema: ¿puede Europa realmente prescindir de la protección militar de Estados Unidos en un contexto de creciente agresión rusa y competencia global con China?
Pekín ayuda a que la UE se autoengañe
¿Quién es el enemigo de Europa? China, por su parte, ha adoptado una estrategia mucho más sutil pero igualmente peligrosa. Mientras que Rusia amenaza con la fuerza militar y Estados Unidos parece estar retirándose de la escena europea, China ha desplegado un poder blando económico y tecnológico que podría condicionar las decisiones políticas europeas a largo plazo. La creciente presencia de inversiones chinas en infraestructura crítica, tecnología y sectores estratégicos ha generado preocupación en Bruselas. Países como Grecia e Italia, que han recibido importantes inversiones chinas en sus puertos y redes de transporte, han mostrado posiciones más conciliadoras hacia Beijing en las decisiones estratégicas de la UE. La nueva Ruta de la Seda promovida por el gobierno chino no solo busca fortalecer las relaciones comerciales con Europa, sino también generar una influencia política que podría debilitar la posición común europea frente a las violaciones de derechos humanos en China y las tensiones en el Mar de China Meridional.
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Pero el enemigo más peligroso de Europa sea quizás ella misma. Las fracturas internas dentro de la UE son cada vez más evidentes. El auge de la ultraderecha en países como Italia, Hungría, Polonia y Francia ha debilitado la cohesión política y social del continente. Los partidos populistas han sabido explotar las inseguridades económicas y sociales derivadas de la crisis financiera de 2008, la crisis migratoria de 2015 y las consecuencias de la pandemia de COVID-19. La narrativa de que «Bruselas está desconectada de la realidad de la gente común» ha calado en el electorado europeo, debilitando la legitimidad de las instituciones comunitarias. El Brexit fue solo la manifestación más visible de esta crisis interna, pero las tensiones entre los países del norte y del sur de Europa respecto a las políticas fiscales y la gestión de la deuda soberana siguen latentes. Si la UE no logra fortalecer la cohesión política y social interna, el riesgo de una fragmentación irreversible es real.

El enemigo es interno y externo
¿Quién es el enemigo de Europa? La respuesta más honesta y compleja es que Europa enfrenta una combinación de amenazas externas e internas que exigen una respuesta estratégica coordinada y decidida. La guerra en Ucrania ha dejado claro que la seguridad del continente ya no puede depender exclusivamente de la protección militar de Estados Unidos. La creciente influencia económica de China y la agresividad de Rusia requieren una respuesta geopolítica más autónoma y cohesionada. Pero ninguna estrategia de defensa será efectiva si las instituciones comunitarias no logran recuperar la confianza de los ciudadanos europeos y si las políticas de Bruselas no son percibidas como legítimas y efectivas.
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La nueva era geopolítica que Macron describió en su reciente discurso no solo implica decisiones estratégicas en el terreno militar y económico, sino también una batalla por el corazón y la mente de los ciudadanos europeos. El verdadero enemigo de Europa podría no ser una potencia extranjera, sino el vacío político y social que deja una élite desconectada de la realidad. Si Europa no logra cerrar esa brecha, los populistas y los enemigos externos no tendrán que hacer demasiado esfuerzo para debilitar el proyecto europeo desde dentro.

