Proxenetismo digital: Los chulos serán sólo eso, así se disfracen con pixeles

La teorización sobre la práctica de proxenetismo digital tomó la academia. La revolución tecnológica ha traído consigo una serie de beneficios que, en teoría, deberían mejorar la calidad de vida de las personas. Sin embargo, también ha generado consecuencias inesperadas, oscureciendo las relaciones humanas y convirtiendo el ciberespacio en un mercado de explotación.

Águeda Gómez Suárez, reconocida académica de la Universidade de Vigo, ha sacado a la luz este espinoso tema en un trabajo reciente para The Conversation. Según la investigadora, la era del tecnocapitalismo está regida por las grandes corporaciones tecnológicas, las Big Tech, que, mediante políticas de género, buscan monetizar la misoginia y perpetuar la desigualdad sexual.

Proxenetismo digital

La definición de «proxenetismo digital» es clave para entender cómo las Big Tech aprovechan la pornografía y la prostitución para obtener beneficios económicos. De acuerdo con el Código Penal español, el proxenetismo consiste en obtener beneficios económicos de la promoción o facilitación de la prostitución de una persona, incluso si esta consiente. Bajo este paraguas, ¿es válido considerar como proxenetismo digital los ingresos que estas corporaciones obtienen del mundo porno-prostitucional?

Proxenetismo digital
El proxenetismo digital busca prostituir toda la cotidianidad del mundo digital. Ilustración MidJourney

Los datos son alarmantes. Existen alrededor de 700 millones de páginas web pornográficas, generando ganancias anuales de aproximadamente 100,000 millones de dólares. Empresas como Pornhub atraen 3,500 millones de visitas al mes, a pesar de estar involucradas en numerosos escándalos de explotación sexual. Estas cifras, por sí solas, ya son alarmantes. Pero, el problema va más allá. Con el paso del tiempo, la línea que separa la pornografía de la prostitución se está volviendo cada vez más difusa.

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Pornografía y prostitución

Es evidente que la inmensa mayoría de los consumidores de estos contenidos son hombres y, tristemente, las principales protagonistas son mujeres. Plataformas como Onlyfans refuerzan este hecho, mostrando una inmensa mayoría de cuerpos femeninos en posiciones comprometedoras.

Las Big Tech, siempre en busca de más beneficios, han implementado al menos cuatro modelos para monetizar el sistema porno-prostitucional, el subproducto del proxenetismo digital:

  1. Publicidad digital: Millones de anuncios promocionando servicios de prostitución inundan el ciberespacio español, a pesar de que esta publicidad es ilegal. La accesibilidad 24/7 ha generado un incremento exponencial de esta actividad.
  2. Plataformas híbridas: La demanda de productos que combinen pornografía y prostitución está en aumento. Plataformas como Onlyfans, Manyvids y Tinder ofrecen a las usuarias la oportunidad de cargar contenidos a cambio de una comisión.
  3. Uberización del sistema: Este modelo, que nace después de la crisis de 2008, elimina a los intermediarios tradicionales y establece una conexión directa entre oferta y demanda.
  4. Inteligencia artificial generativa: Softwares que crean contenido sintético se están convirtiendo en una herramienta valiosa para la industria sexual digital. Estas imágenes, aunque no dañan a ninguna persona en particular, perpetúan un imaginario tóxico y misógino.
Proxenetismo digital
Only Fans es una expresión de la normalización de la prostitución como vía aceptable. Ilustración MidJourney

Historias humanas

Es vital recordar que detrás de cada número, de cada estadística, hay una historia humana, frecuentemente marcada por el sufrimiento y la explotación. Los avances tecnológicos deben usarse para mejorar la sociedad, no para perpetuar estructuras de poder y explotación.

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Mientras el debate ético continúa, las cifras no dejan lugar a dudas. Las grandes corporaciones tecnológicas están lucrando con un sistema que explota y degrada a las mujeres. Sin importar cuán avanzada o digital sea la fachada, un chulo seguirá siendo eso, un explotador que se aprovecha de la vulnerabilidad de los demás. Es imperativo que la sociedad y los gobiernos tomen medidas para frenar este nefasto fenómeno y proteger a las personas más vulnerables.

La rápida evolución de la tecnología ha tomado por sorpresa a muchos gobiernos y organismos reguladores que no han siquiera percibido el proxenetismo digital. La falta de legislación adecuada para controlar y supervisar estas plataformas digitales ha creado un vacío legal que muchas empresas tecnológicas han aprovechado para maximizar sus beneficios sin tener que responder por las repercusiones sociales y éticas de sus acciones. Es una tendencia preocupante que pone en evidencia la necesidad urgente de una colaboración internacional para crear un marco regulatorio robusto que proteja los derechos y la dignidad de todas las personas en el ciberespacio.

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