Desde Davos las grandes economías prefieren a Washington por ser “un malo conocido”

La reunión anual en Davos, Suiza, se ha consolidado como un termómetro de las dinámicas económicas y geopolíticas mundiales. Este año no fue la excepción, con líderes políticos y empresariales expresando de manera tácita y explícita que, pese a las controversias, «prefieren a Washington». El optimismo de trabajar con Estados Unidos, representado por la administración Trump, resurgió como un consenso general, a pesar de los desafíos geopolíticos y económicos globales. Esta preferencia refleja tanto la resiliencia de la economía estadounidense como la falta de alternativas viables en otros escenarios globales.

El material que alimenta este análisis fue publicado originalmente en el portal del Atlantic Council bajo el título: “La brecha entre Davos y DC se está reduciendo”, escrito por los expertos Josh Lipsky, director senior del Centro de Geoeconomía del Atlantic Council y exasesor del Fondo Monetario Internacional, y Ananya Kumar, subdirectora para el futuro del dinero en el mismo centro. En su artículo, los autores ofrecieron un análisis profundo de las razones detrás de este alineamiento con Estados Unidos, destacando no solo las cifras económicas, sino también las dinámicas políticas y tecnológicas que dominan el escenario global.

Los capitales prefieren a Washington

La primera jornada en las montañas suizas comenzó con los delegados atentos al discurso inaugural del presidente estadounidense Donald Trump, una muestra de cómo Washington sigue marcando la pausa en los temas de relevancia global. Los datos presentados por Lipsky y Kumar evidencian que Estados Unidos, bajo su liderazgo, no solo mantuvo su peso económico en el G7, sino que lo incrementó significativamente, pasando de representar el 50 % del PIB de este grupo en 2016 al 60 % en la actualidad. Este crecimiento sostenido explica en parte por qué las grandes economías prefieren a Washington, incluso si las políticas de Trump han generado tensiones en ciertos sectores.

El optimismo de trabajar con Estados Unidos, representado por la administración Trump, resurgió como un consenso general, a pesar de los desafíos geopolíticos y económicos globales. Ilustración MidJourney

En contraste, la economía china, que alguna vez fue vista como una amenaza al liderazgo estadounidense, muestra signos de desaceleración. Según el análisis presentado, mientras que en 2017 China crecía cerca del 7%, ahora su PIB apenas alcanza un 3%. Esta debilidad estructural ha reducido su atractivo como socio comercial y destino de inversiones, dejando a Estados Unidos como la opción más sólida. Al respecto, Lipsky y Kumar destacaron cómo el capital global sigue fluyendo hacia los mercados estadounidenses, impulsado por la percepción de estabilidad y oportunidad, un fenómeno evidente en el récord histórico del S&P 500 durante la misma semana de Davos.

Los siete magníficos y su poder

Pero la preferencia por Washington no es solo económica. Líderes europeos, como Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, intentaron establecer puentes estratégicos con Estados Unidos, resaltando los beneficios mutuos de su relación comercial. En su discurso, von der Leyen destacó que las empresas europeas han generado cerca de cuatro millones de empleos en territorio estadounidense. Este enfoque conciliador contrasta con los comentarios de Trump sobre los aranceles, que, pese a su tono agresivo, fueron interpretados en privado por los delegados como una señal de moderación al no anunciar más medidas severas.

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En los pasillos del Foro Económico Mundial, la tecnología también fue protagonista. Las principales empresas estadounidenses, denominadas “los Siete Magníficos” por su peso e influencia global, dominaron las conversaciones. Desde Meta hasta Google, sus ejecutivos enfatizaron el papel de la inteligencia artificial como el próximo motor de crecimiento global. Sin embargo, aunque este optimismo tecnológico eclipsó los debates financieros, no faltaron las voces que cuestionaron los desafíos éticos y legales de estas innovaciones. Silicon Valley, con su inquebrantable vínculo con Washington, reafirmó su liderazgo, otro factor que explica por qué los delegados internacionales prefieren a Washington.

Condenado a ser el salvador

Más allá del optimismo financiero y tecnológico, el panorama geopolítico sigue siendo una nube gris sobre el horizonte. El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, utilizó su intervención para anunciar sobre la creciente irrelevancia de Europa si no intensifica su apoyo defensivo frente a las amenazas de Rusia. Esta declaración subrayó la dependencia de los aliados europeos hacia Estados Unidos, no solo en términos económicos, sino también en seguridad. En un contexto donde Alemania y Francia enfrentan disfunciones políticas internas, la capacidad de liderazgo estadounidense se percibe como un mal necesario para mantener el equilibrio global.

El discurso de Trump también reflejó un cambio estratégico. Aunque continuó con su retórica de «Estados Unidos primero», los delegados destacaron su aparente disposición a negociar. Un ejemplo de esto fue su referencia a un arancel del 10% para China, significativamente menor al 60% prometido durante su campaña. Este gesto, aunque modesto, fue recibido con alivio por los mercados, un recordatorio de que incluso pequeños ajustes en la política estadounidense tienen un impacto desproporcionado en la economía global. Así, el pragmatismo económico triunfó sobre las tensiones geopolíticas, reforzando la idea de que las grandes economías prefieren a Washington.

Esta preferencia refleja tanto la resiliencia de la economía estadounidense como la falta de alternativas viables en otros escenarios globales. Ilustración MidJourney.

EE.UU. no es un buen amigo

Sin embargo, esta preferencia no está exenta de riesgos. Como destacaron Lipsky y Kumar, las empresas presentes en Davos se están preparando para escenarios comerciales adversos, conscientes de la volatilidad que caracterizan al actual orden mundial. La última vez que Trump estuvo en Davos, en 2020, subestimó la gravedad del brote de COVID-19, un error de cálculo que tuvo consecuencias globales. Este recordatorio de la fragilidad del sistema internacional refuerza la necesidad de alianzas estratégicas sólidas, donde Estados Unidos sigue siendo la pieza clave.

El optimismo expresado en Davos contrasta con las preocupaciones más profundas sobre el futuro del comercio internacional y las relaciones multilaterales. Mientras los delegados regresan a sus países de origen, queda la duda de si este alineamiento con Washington es sostenible a largo plazo o si se trata simplemente de una solución temporal frente a un panorama global incierto. La estabilidad económica y el liderazgo tecnológico de Estados Unidos son innegables, pero también lo son los desafíos internos y externos que enfrenta.

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En última instancia, la frase «prefieren a Washington» encapsula una realidad compleja y multifacética. En un mundo donde las opciones son limitadas y las crisis parecen inevitables, las grandes economías han optado por el pragmatismo sobre la ideología. Desde Davos, el mensaje es claro: aunque imperfecto, el liderazgo estadounidense sigue siendo la opción más confiable, al menos por ahora.

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