Nuevo éxodo de X: El poder dialoga solo por donde pueda hablar solo

El nuevo éxodo de X es una muestra palpable de cómo el progresismo se atrinchera en espacios de confort, evadiendo la confrontación abierta con la pluralidad de ideas. Esta deserción de medios y personalidades de la plataforma X (antiguamente Twitter) pone en evidencia un fenómeno social y cultural donde el debate se fragmenta en ecosistemas ideológicamente aislados. La narrativa dominante, en la que el discurso público parecía unívoco, enfrenta ahora un desafío: la democratización del acceso a la información y la crítica, permitida por la estructura horizontal de la red bajo la dirección de Elon Musk.

El artículo “Con X de éxodo: el progresismo se refugia en su ‘safe space’”, escrito por Alejo Schapire para The Objective, examina cómo figuras y medios progresistas han decidido abandonar X, etiquetando la plataforma como “tóxica”. Schapire, periodista especializado en cultura y política exterior, destaca la ironía en las denuncias de supuesta toxicidad, que muchas veces carecen de pruebas concretas. Desde su perspectiva, este movimiento refleja más un intento de preservar el control narrativo que una verdadera preocupación por la desinformación. El caso de La Vanguardia, que primero criticó a X y después cayó en la difusión de un bulo desmontado rápidamente por la propia comunidad de la plataforma, es un ejemplo contundente de las contradicciones de estos actores.

Progresistas están en el Nuevo éxodo de X

El nuevo éxodo de X también es un síntoma de cómo los algoritmos y las reglas de juego han dejado de ser unánimemente favorables para ciertos sectores ideológicos. Bajo la gestión de Musk, el modelo de moderación se ha orientado hacia una mayor transparencia y libertad de expresión, una medida que, si bien abre las puertas al caos discursivo, también expone las debilidades del enfoque anterior. Durante años, la izquierda progresista disfrutó de una hegemonía relativa en estas plataformas, donde las políticas de moderación favorecían la eliminación de voces consideradas “tóxicas” bajo criterios ambiguos. Ahora, las mismas voces que alguna vez celebraron estas prácticas cuestionan su ausencia, mientras denuncian un supuesto favorecimiento a la extrema derecha.

Bajo la gestión de Musk, el modelo de moderación se ha orientado hacia una mayor transparencia y libertad de expresión, una medida que, si bien abre las puertas al caos discursivo, también expone las debilidades del enfoque anterior. Ilustración MidJourney

Este nuevo éxodo de X ocurre en un contexto donde los usuarios tienen más herramientas para verificar información y cuestionar narrativas. La funcionalidad de “notas de la comunidad” ha demostrado ser un mecanismo efectivo para desmontar desinformación en tiempo real, dejando en evidencia que la manipulación de hechos ya no es exclusiva de actores marginales, sino también de medios y figuras con prestigio. Sin embargo, esta misma funcionalidad pone en jaque a quienes no están acostumbrados a lidiar con un ecosistema informativo plural y desregulado. El resultado es una huida hacia espacios controlados donde el riesgo de crítica es mínimo y el discurso puede mantenerse alineado con la narrativa deseada.

Hablar de una visión del mundo

El concepto de “zonas seguras” (‘safe spaces’) es central para entender este fenómeno. Schapire describe cómo el progresismo ha adoptado una postura similar a la del universitario militante de cristal, que solo acepta dialogar con quienes comparten su visión del mundo. Este encapsulamiento ideológico, lejos de fortalecer las ideas progresistas, las aísla y debilita frente a una opinión pública cada vez más diversificada. En este sentido, el nuevo éxodo de X no solo refleja una deserción técnica, sino también un miedo profundo a la confrontación y al debate.

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Las críticas hacia X incluyen acusaciones de promover teorías de extrema derecha, racismo y odio, aunque estas afirmaciones rara vez se sustentan con pruebas concretas. Al contrario, Schapire argumenta que la plataforma simplemente refleja la diversidad de opiniones que existen en la sociedad. La percepción de toxicidad, según él, es más un reflejo de la incapacidad de ciertos sectores para lidiar con la crítica que una característica inherente de la plataforma. Esta perspectiva invita a cuestionar si el problema radica en X o en la falta de costumbre de muchos usuarios de enfrentarse a puntos de vista disidentes.

¿Menos democracia?

En este nuevo éxodo de X, se evidencia también el temor de los medios tradicionales a perder el monopolio del relato. Durante décadas, estos medios han actuado como guardianes de la información, decidiendo qué se considera noticia y cómo debe interpretarse. La irrupción de las redes sociales, con su capacidad para democratizar la información, representa una amenaza existencial para este modelo. En lugar de adaptarse y competir en el nuevo ecosistema, muchos optan por retirarse, esperando recuperar su hegemonía en espacios menos democráticos.

La percepción de toxicidad, según él, es más un reflejo de la incapacidad de ciertos sectores para lidiar con la crítica que una característica inherente de la plataforma. Ilustración MidJourney.

Un ejemplo reciente de esta resistencia al cambio es la cobertura de la guerra en Gaza, donde la desinformación y el sesgo de los medios tradicionales quedaron al descubierto. Las cifras y narrativas propagadas por organizaciones terroristas fueron replicadas sin verificación, mientras que en X, los usuarios tuvieron la posibilidad de cuestionar y corregir estas informaciones en tiempo real. Este contraste resalta la importancia de mantener abiertos los espacios para el debate, por caóticos que puedan parecer.

Libertad de expresión y moderación

El nuevo éxodo de X también plantea preguntas sobre la libertad de expresión y los límites de la moderación. Bajo la gestión anterior, muchos usuarios fueron censurados por expresar opiniones que contradecían las normas sociales predominantes, como cuestionar los mandatos oficiales durante la pandemia. Ahora, con un enfoque más laxo, los mismos que antes celebraban la censura se quejan de la falta de control. Esta doble vara expone las contradicciones de quienes defienden la pluralidad solo cuando les beneficia.

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En definitiva, el nuevo éxodo de X no es solo un fenómeno digital, sino un reflejo de las tensiones culturales y políticas de nuestra época. Representa la lucha entre un modelo centralizado y controlado de información y un ecosistema más horizontal y caótico. Mientras algunos prefieren refugiarse en espacios de confort, otros ven en este caos una oportunidad para revitalizar el debate público. La pregunta que queda por responder es si esta fragmentación conducirá a una sociedad más plural o a un aislamiento ideológico cada vez mayor.

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