¿Y nadie pide perdón?: Los colonialistas son responsables de la pobreza en el mundo

Responsabilizarse de los actos cometidos, aceptar los errores del pasado y buscar una reparación no solo moral, sino también tangible es un signo de madurez. Sin embargo, los colonialistas no saben de eso. A lo largo de la historia, se han presentado ejemplos de ello. Alemania, en pleno siglo XXI, se disculpó ante Israel por el Holocausto, un acto de contrición que busca cerrar heridas aún supurantes. Los Países Bajos, en un intento de enfrentar su pasado oscuro, pidieron perdón por colaborar con el nazismo. El papa Francisco, representante máximo de la Iglesia Católica, buscó redimir la imagen de la institución pidiendo disculpas a las víctimas de sacerdotes pederastas.

Sin embargo, hay heridas históricas que aún sangran y que parecen no encontrar un bálsamo que las sane. El colonialismo, practicado durante siglos por potencias europeas como España, Inglaterra, Portugal, Francia y Holanda, dejó secuelas que aún se manifiestan con intensidad en los países que fueron subyugados.

Los coloniaistas
Los países en la actualidad son cunas de la más alta moral y censores de lo que alguna vez fueron. Ilustración MidJourney

Los colonialistas engendraron pobreza

Según datos del Banco Mundial, la mayoría de las naciones que se encuentran en las últimas posiciones del índice de desarrollo humano son precisamente las que sufrieron el yugo colonial. África, continente riquísimo en recursos naturales, hoy se debate entre la pobreza, las guerras y el hambre. Las raíces de estos problemas, para muchos expertos, se encuentran en la explotación y despojo llevado a cabo por las potencias que actuaron en el pasado como los colonialistas.

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«La desigualdad global es el resultado directo del colonialismo. Los países ricos extrajeron riqueza de los países pobres, y esta tendencia continúa hasta hoy», señala el Dr. Vinay Lal, historiador y profesor en la Universidad de California.

Sentimiento de culpa

Si bien en ocasiones las naciones colonizadoras han enviado ayuda humanitaria, para muchos esto no es más que un paliativo que no aborda las verdaderas causas de la problemática. Es cierto que las sociedades colonizadas también tienen su parte de responsabilidad en el desarrollo de sus naciones, pero no se puede negar que el punto de partida ha sido muy desfavorable debido al legado colonial.

El reconocido historiador y político Dr. Kwame Opoku indica: «No puedes robar a alguien durante siglos, dejarlo sin recursos y luego preguntarte por qué es pobre. La riqueza de Europa se construyó con la crueldad de los colonialistas. Es hora de reconocerlo y buscar maneras de reparar».

Un intento falido desde México

La solicitud de disculpas del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, al rey Felipe VI y al papa Francisco evidencia que aún hay cuentas pendientes. La respuesta de la Moncloa, así como la ausencia de respuesta del Vaticano, demuestran que aún hay resistencia a enfrentar el pasado y a pedir perdón.

Los coloniaistas
La pobreza tiene en el colonialismo su simiente y es hora de pedir reparaciones. Ilustración MidJourney

Concluir con un mea culpa por parte de las naciones que engendraron a los colonialistas podría ser un paso significativo hacia la reconciliación y la justicia. Pero, más allá de las palabras, es esencial tomar acciones tangibles que ayuden a cerrar esta herida que aún duele en la historia de la humanidad.

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El daño es enrome

Aunado a esto, las consecuencias del colonialismo no se limitan solo a la economía. La identidad cultural y social de los países colonizados fue gravemente afectada. Tradiciones, lenguas y creencias fueron suprimidas y, en muchos casos, sustituidas por las de los colonialistas. Estas pérdidas, que no pueden cuantificarse en términos monetarios, tienen un profundo impacto en la psicología y la percepción de sí mismos de los habitantes de estas naciones. Como apunta la Dra. Amrita Sen, especialista en estudios postcoloniales de la Universidad de Oxford, «el daño más profundo del colonialismo puede haber sido la alteración del tejido social y cultural, dejando a generaciones lidiando con cuestiones de identidad y pertenencia.»

Sin embargo, el mundo se encuentra en un punto de inflexión. Una era donde la información fluye libremente y las nuevas generaciones están más informadas y conectadas que nunca. Esta interconexión global ofrece una oportunidad sin precedentes para el diálogo, la comprensión mutua y, esperemos, la reparación. La conciencia creciente sobre la necesidad de reconocer y enfrentar las injusticias del pasado puede ser un catalizador para construir un futuro más equitativo y solidario, donde las cicatrices del colonialismo puedan comenzar a sanar.

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