Antes de sacar sus chequeras, los líderes de la OTAN podrían elaborar una estrategia sensata

En un momento de creciente tensión geopolítica y desafíos de seguridad complejos, los líderes de la OTAN se encuentran en una encrucijada crítica. Mientras la alianza se esfuerza por adaptarse a las amenazas emergentes y reforzar su postura defensiva frente a adversarios como Rusia, el llamado a un aumento del gasto en defensa se ha convertido en un tema recurrente.

Sin embargo, una mirada más profunda revela que la solución a los desafíos de la OTAN no reside simplemente en abrir las chequeras, sino en desarrollar una estrategia sensata y bien concebida que reconozca las realidades del contexto de seguridad actual y las limitaciones inherentes al gasto militar.

Atención: líderes de la OTAN

El análisis de este complejo panorama ha sido magistralmente delineado por Harlan Ullman, asesor principal del Atlantic Council y la mente detrás de la doctrina de «conmoción y pavor». Ullman, con una vasta experiencia asesorando a comandantes supremos aliados en Europa y autor de numerosas obras sobre estrategia militar y seguridad, recientemente contribuyó con un penetrante artículo de opinión en The Hill titulado: «La OTAN necesita más que dinero para resolver su problema con Rusia». En su artículo, Ullman argumenta convincentemente que, aunque el cumplimiento del compromiso de gasto del 2% del PIB en defensa por parte de los miembros de la OTAN es crucial, no es suficiente para abordar la multiplicidad de desafíos que enfrenta la alianza.

líderes de la OTAN
Los líderes de la OTAN se enfrentan a la paradoja de que, a pesar de los aumentos en el gasto en defensa, especialmente en Estados Unidos y el Reino Unido, las capacidades militares reales han disminuido. Ilustración MidJourney

Los líderes de la OTAN se enfrentan a la paradoja de que, a pesar de los aumentos en el gasto en defensa, especialmente en Estados Unidos y el Reino Unido, las capacidades militares reales han disminuido. Esta contraintuitiva realidad se debe al crecimiento anual incontrolado de los costos reales, que en algunos países miembros oscila entre el 3% y el 7%, sin contar la inflación. La disminución de las fuerzas se refleja en la lucha de la Marina de los EE. UU. por alcanzar su objetivo de 355 barcos, el dramático déficit de reclutamiento enfrentado por el Departamento de Defensa de los EE. UU., y la reducción del ejército británico a poco más de 72,000 efectivos y 148 tanques.

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Una estrategia sólida

Más allá del desafío de la financiación, los líderes de la OTAN deben reconocer que la estrategia actual de la alianza, con sus seis «salidas» aspiracionales, carece de la concreción necesaria en términos de estrategia, fuerzas y presupuestos para detener y derrotar efectivamente un ataque ruso. La necesidad de una nueva estrategia es evidente, una que construya una fuerza asequible capaz de contrarrestar la agresión militar rusa, teniendo en cuenta tanto las duras realidades como las limitaciones actuales.

Esta nueva estrategia debe incluir una comprensión más profunda de las capacidades y limitaciones de Rusia, especialmente a la luz de las enormes pérdidas sufridas en Ucrania y la incapacidad de Rusia para proyectar su poder militar más allá de este conflicto. Asimismo, la OTAN debe considerar la ventaja estratégica que aportan nuevos miembros como Finlandia y Suecia, que cambian significativamente la dinámica de seguridad en el Báltico.

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Hoy, en un mundo aún más volátil y tecnológicamente avanzado, la OTAN necesita su propio «Informe Harmel» modernizado para evaluar y responder a la creciente amenaza rusa, la prolongada guerra en Ucrania y las implicaciones de las tensiones con otros actores como Irán, Corea del Norte y China. Ilustración MidJourney.

Adaptabilidad e innovación

La historia nos enseña que la adaptabilidad y la innovación son fundamentales en la estrategia militar. En los años 60, la doctrina de «respuesta flexible» de la administración Kennedy y el Informe Harmel de la OTAN sirvieron para adaptar la alianza a las condiciones cambiantes de seguridad. Hoy, en un mundo aún más volátil y tecnológicamente avanzado, la OTAN necesita su propio «Informe Harmel» modernizado para evaluar y responder a la creciente amenaza rusa, la prolongada guerra en Ucrania y las implicaciones de las tensiones con otros actores como Irán, Corea del Norte y China.

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Integrar la tecnología moderna en la estrategia de defensa, desde el uso de drones hasta las comunicaciones satelitales, y desarrollar una «defensa de puercoespín» que eleve los costos de cualquier agresión rusa a niveles inaceptables, son solo algunas de las medidas que la OTAN podría adoptar. La clave está en una planificación estratégica que priorice la eficiencia y la efectividad sobre el gasto indiscriminado.

La OTAN se encuentra en un punto de inflexión. Confrontar la amenaza que representa Rusia requerirá más que solo aumentar el gasto en defensa; necesitará una revisión estratégica profunda que aborde tanto los desafíos militares como los geopolíticos de nuestro tiempo. La tarea no es fácil, pero es fundamental para la seguridad y estabilidad futuras de la alianza y, por extensión, del orden mundial basado en reglas. La historia recordará este momento no solo por lo que la coalición decidió gastar, sino por cómo eligieron actuar los líderes de la OTAN.

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