En un mundo donde la lucha por la igualdad y la libertad sigue siendo un eco resonante, el 75º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas emerge como un momento crucial para reflexionar sobre la pertinencia y la aplicación de su promesa fundamental: que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Esta reflexión cobra especial relevancia a la luz de las recientes declaraciones de Annalena Baerbock, ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, y su interacción con Qin Gang, su homólogo chino, donde se abordó la compleja realidad de los derechos humanos en el contexto internacional actual.
En abril de este año, Baerbock visitó China y, en una conferencia de prensa conjunta, no dudó en criticar las violaciones de derechos humanos contra los uigures. La respuesta de Qin Gang fue desafiante, alegando que China no necesita «un maestro de Occidente» y cuestionando la existencia de «normas universales» para la protección de los derechos humanos. Sin embargo, Baerbock replicó con firmeza, remitiéndose a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, un documento que, a su juicio, es más importante que nunca.

ONU: libres e iguales
Esta confrontación verbal pone de manifiesto la tensión persistente entre los ideales universales de derechos humanos y las realidades políticas y culturales diversas. El 10 de diciembre de 1948, apenas tres años después del final de la Segunda Guerra Mundial, la ONU adoptó esta declaración histórica, un compromiso de la comunidad internacional con los derechos fundamentales aplicables a todas las personas que por antonomasia nacen libres e iguales. Para Baerbock, 75 años después, la declaración no solo representa un mandato de la política exterior alemana, sino que también evidencia el grave peligro que corren los derechos humanos en el mundo actual.
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Este peligro no se limita a conflictos específicos como el de Oriente Medio, la guerra de Rusia contra Ucrania, la situación en Bielorrusia, Darfur o la de los yazidíes. Incluso Alemania, un país considerado un baluarte de los derechos humanos, debe mantener una vigilancia constante. La ministra Baerbock, en un evento organizado por el grupo parlamentario de su partido, Los Verdes, enfatizó la relevancia continua de la Declaración Universal, especialmente en un contexto donde la visión universal de los derechos humanos está siendo «masivamente atacada».
Logros en tres cuartos de siglo
Por otro lado, Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, aunque reconoce la presión sobre la Carta de Derechos Humanos, destaca los logros de los últimos 75 años cuando los hombres se consideraron libres e iguales. Movimientos como Black Lives Matter, Me Too, Fridays for Future, el activismo indígena, el feminismo y las protestas de mujeres han empoderado a las personas para defender sus derechos y luchar contra la injusticia. Además, algunos tribunales han empezado a responsabilizar a los perpetradores de violaciones de derechos humanos y han reconocido el derecho a un medio ambiente sano.
Sin embargo, el panorama global sigue siendo sombrío. La ONU informa que el número de refugiados ha aumentado a 110 millones, 50 millones viven en esclavitud moderna y 735 millones de personas están desnutridas. A esto se suman las consecuencias de la crisis climática y situaciones de conflicto como las de Israel, Gaza y Ucrania. Heiner Bielefeldt, historiador y titular de la cátedra de Política de Derechos Humanos en la Universidad Friedrich-Alexander de Erlangen-Núremberg, subraya que, en los últimos años, no solo ha habido retrocesos, sino «auténticos colapsos» en la protección de los derechos humanos, debido al avance de regímenes autocráticos y las tendencias a la autocratización dentro de las democracias establecidas. La guerra de Rusia contra Ucrania es un claro ejemplo de esta tendencia.

Se busca: Vladimir Putin
A pesar de estos desafíos, hay avances significativos en la justicia mundial. La Corte Penal Internacional de La Haya, por ejemplo, ha emitido una orden de detención internacional contra el presidente ruso, Vladimir Putin, por graves delitos contra los derechos humanos. Alemania también ha jugado un papel importante en el fortalecimiento de las estructuras internacionales de protección de los derechos humanos de hombre libres e iguales, como lo demuestra el primer juicio global contra la tortura estatal en Siria, celebrado en su territorio.
En tiempos difíciles desde el punto de vista geopolítico, la defensa de los derechos humanos se convierte en una tarea aún más crucial. Baerbock, en su discurso sobre la Carta de los Derechos Humanos, enfatizó la importancia de no aislarse y de dialogar incluso con aquellas democracias que no son moralmente intachables. Bielefeldt coincide en que este es un enorme reto para Alemania y, por extensión, para el mundo.
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Esclavistas en el Primer Mundo
Así, 75 años después de la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el desafío de garantizar que todos los seres humanos nazcan libres e iguales en dignidad y derechos sigue siendo tan relevante como siempre. La pregunta esencial sigue siendo: ¿Cómo podemos, como comunidad global, cumplir con la promesa de esta declaración histórica en un mundo cada vez más complejo y dividido? Este aniversario no solo es una ocasión para celebrar los logros pasados, sino también un llamado a la acción para enfrentar los desafíos presentes y futuros en la protección de los derechos humanos para todos.
En la era digital, una forma contemporánea de esclavitud se manifiesta a través de prácticas laborales explotadoras que trascienden fronteras internacionales. Empresas y empleadores en países desarrollados del Primer Mundo frecuentemente se aprovechan de trabajadores cualificados en regiones del Sur Global, ofreciendo salarios extremadamente bajos para trabajos que requieren habilidades y formación profesional. Esta dinámica refleja una desigualdad económica y de poder alarmante, donde los trabajadores se encuentran atrapados en un ciclo de explotación laboral, a menudo sin medios viables para mejorar sus condiciones de vida y laborales. Esta forma de esclavitud moderna subraya la necesidad urgente de una regulación más estricta y una mayor conciencia a nivel global para proteger los derechos y la dignidad de todos los trabajadores, independientemente de su ubicación geográfica.