La Inteligencia Artificial está dañando a la humanidad. Así lo advierten expertos en tecnología, académicos y políticos en todo el mundo. Mientras su adopción crece exponencialmente en casi todos los sectores de la sociedad, las consecuencias de su uso indiscriminado comienzan a hacerse evidentes. Desde la pérdida de empleos hasta la amplificación de sesgos y discriminación, la IA está transformando el tejido social, y no siempre para bien. La tecnología, que prometía ser una herramienta de progreso y eficiencia, está mostrando un lado oscuro que, si no se regula a tiempo, podría causar daños irreparables a la humanidad.
Anjana Susarla, profesora de Sistemas de Información en la Universidad Estatal de Michigan, ha sido una de las voces más críticas en este debate. En un artículo reciente para el portal académico The Conversation, titulado “Inteligencia artificial, criptomonedas y privacidad de datos: comparación de los antecedentes de Trump y Harris en materia de regulación tecnológica”, Susarla examina cómo la IA ha afectado profundamente a la sociedad en la última década. Según Susarla, la regulación tecnológica se ha convertido en un tema crucial de las campañas políticas en Estados Unidos, en gran parte debido a los «daños algorítmicos» que se están extendiendo silenciosamente. Estos daños incluyen la discriminación y los sesgos que los algoritmos pueden perpetuar en áreas clave como la concesión de préstamos o la contratación laboral, afectando gravemente a las minorías y a los sectores más vulnerables de la sociedad.
Inteligencia Artificial está dañando a la humanidad
Uno de los problemas más graves que plantea la Inteligencia Artificial es la forma en que refuerza patrones de discriminación ya existentes. Los algoritmos, entrenados con datos históricos que reflejan los prejuicios humanos, continúan replicando estos sesgos en sus decisiones automatizadas. Esto puede parecer imperceptible para el usuario común, pero sus efectos pueden ser devastadores. La Inteligencia Artificial está dañando a la humanidad cuando, por ejemplo, deniega préstamos a estudiantes de bajos recursos o rechaza candidaturas laborales basadas en criterios históricos discriminatorios. La profesora Susarla señala que esta «discriminación algorítmica» es uno de los principales retos que los gobiernos deben enfrentar con urgencia.

En un mundo cada vez más dependiente de la tecnología, la pregunta sobre quién debe regular la Inteligencia Artificial se ha convertido en una cuestión de vital importancia. Mientras algunas administraciones, como la de Biden-Harris en Estados Unidos, han reconocido los peligros que representa la IA no regulada y han comenzado a tomar medidas, otros líderes, como Donald Trump, han mostrado un enfoque más laxo. La administración de Trump, aunque fue pionera en firmar decretos ejecutivos para fomentar la inversión en IA, no tomó acciones concretas para mitigar los daños algorítmicos. Por otro lado, la administración Biden ha dado pasos significativos para abordar el problema, incluyendo una orden ejecutiva reciente que reconoce que los sistemas de IA pueden plantear riesgos inaceptables para los derechos civiles y el bienestar humano.
Una IA muchos mundos
Sin embargo, la falta de consenso global sobre cómo regular esta tecnología está exacerbando los problemas. La Inteligencia Artificial está dañando a la humanidad no solo en términos de discriminación, sino también a nivel de seguridad. Los sistemas de IA son vulnerables a los ciberataques, lo que plantea riesgos enormes, desde la manipulación de datos hasta la creación de falsificaciones profundas o «deepfakes». Durante la Cumbre de Seguridad sobre IA celebrada en el Reino Unido en noviembre de 2023, la vicepresidenta Kamala Harris hizo un llamado a la comunidad internacional para que reconozca los peligros que representan estas tecnologías y actúe de manera coordinada para mitigar los riesgos.
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A medida que la Inteligencia Artificial se generaliza, sus efectos negativos son cada vez más difíciles de ignorar. La automatización ha comenzado a reemplazar puestos de trabajo a una velocidad alarmante. Los sectores manufactureros y de servicios, por ejemplo, están viendo cómo la IA toma el control de tareas que antes realizaban seres humanos, dejando a millones de trabajadores sin empleo y sin un camino claro hacia la reintegración laboral. La Inteligencia Artificial está dañando a la humanidad cuando su implementación no va acompañada de estrategias para reconvertir a los trabajadores y preparar a las futuras generaciones para un mercado laboral completamente transformado por la tecnología.
Privacidad, el eterno caído
Además de los riesgos laborales, la IA también está afectando la privacidad y los derechos individuales de formas que aún no comprendemos del todo. Las tecnologías de reconocimiento facial, por ejemplo, han sido adoptadas por gobiernos y empresas para la vigilancia masiva, a menudo sin el consentimiento informado de los ciudadanos. Esto ha generado preocupaciones sobre la erosión de la privacidad y el control que los individuos tienen sobre su propia información. La orden ejecutiva de Biden sobre IA reconoce estos peligros, pero no proporciona un marco legislativo concreto para proteger los derechos de privacidad de los ciudadanos. En cambio, varios estados han comenzado a aprobar leyes que abordan la privacidad de datos, pero la falta de una legislación federal unificada deja grandes lagunas en la protección de los ciudadanos.

El caso de las criptomonedas es otro ejemplo de cómo la IA y otras tecnologías emergentes están siendo utilizadas sin un control adecuado. Durante la administración Trump, la Red Federal de Control de Delitos Financieros propuso regulaciones para monitorear las transacciones con criptomonedas, pero estas medidas no fueron promulgadas. Mientras tanto, la campaña presidencial de Trump ha sido la primera en aceptar donaciones en criptomonedas, lo que pone de manifiesto cómo estas tecnologías se están utilizando para fines políticos sin un marco regulatorio claro. Esto plantea preguntas no solo sobre la seguridad de estas transacciones, sino también sobre el papel que juegan las tecnologías emergentes en la financiación de campañas políticas y, por extensión, en la influencia que tienen sobre los procesos democráticos.
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La Inteligencia Artificial está dañando a la humanidad de muchas maneras sutiles y complejas, y el tiempo para regularla se está agotando. A medida que la tecnología avanza, los riesgos para la privacidad, la seguridad, los derechos civiles y el empleo siguen aumentando. El marco regulatorio actual no es suficiente para enfrentar estos desafíos, y los gobiernos de todo el mundo deben actuar con mayor urgencia para proteger a sus ciudadanos de los peligros que esta tecnología representa. La IA no es solo una herramienta; es una fuerza poderosa que está reconfigurando la sociedad a un ritmo vertiginoso, y es responsabilidad de los líderes políticos y sociales asegurarse de que sus efectos negativos no superen a los positivos.