¿IA en la política? A la fecha la “realpolitik” nada como pez en el agua en el mar digital

El uso de la inteligencia artificial (IA) ha revolucionado múltiples campos de la sociedad contemporánea, pero su incursión en la política sigue siendo una idea que genera controversia. Mientras la “realpolitik” se sumerge en las aguas turbias del mar digital, la pregunta que surge es si la IA puede tener un papel relevante en el ámbito político. En un mundo cada vez más complejo y polarizado, la tecnología aparece como una posible solución neutral a los conflictos humanos, pero ¿qué tan preparados estamos para aceptar la presencia de la IA en la política?

Este reportaje se basa en el trabajo de Marcos Dono y Eva Moreno-Bella, catedráticos y colaboradores en el portal The Conversation. Dono, investigador en Psicología social y política de la Universidad de Santiago de Compostela, y Moreno-Bella, profesora del Departamento de Psicología Social y Organizacional de la UNED, han explorado esta temática en su artículo titulado “¿Puede la inteligencia artificial salvar la política de la corrupción y el conflicto?”. Financiados por una ‘Seedcorn Grant’ de la European Association of Social Psychology, sus investigaciones indagan en las percepciones ciudadanas sobre la implementación de IA en la toma de decisiones políticas, cuestionando si una tecnocracia impulsada por IA podría resolver problemas profundamente arraigados en la sociedad actual.

La idea de integrar la IA en la política no es nueva, pero ha adquirido mayor relevancia en el último año, impulsada por el avance de tecnologías generativas que prometen transformar el mundo al nivel de la Revolución Industrial. Sin embargo, los políticos y la ciudadanía parecen mostrarse reticentes ante la posibilidad de delegar decisiones críticas a una máquina, incluso cuando estas decisiones podrían eliminar los sesgos y la corrupción que aquejan a los sistemas actuales. Para muchos, la política es y seguirá siendo un campo reservado para los humanos, enraizado en emociones, ideologías y contextos culturales que una máquina, por muy avanzada que sea, no puede comprender del todo.

La idea de integrar la IA en la política no es nueva, pero ha adquirido mayor relevancia en el último año, impulsada por el avance de tecnologías generativas que prometen transformar el mundo al nivel de la Revolución Industrial. Ilustración MidJourney

Cómo nos iría con la IA en la política

La irrupción de la IA en campos como las finanzas, la medicina, y la automoción ha demostrado el potencial positivo de esta tecnología. No obstante, su integración en la política plantea desafíos éticos y prácticos. El temor a que la IA perpetúe sesgos inherentes en sus algoritmos y la desconfianza hacia una tecnología que, aunque aparentemente neutral, se alimenta de datos humanos cargados de prejuicios, han frenado su aplicación en la gobernanza. Pero, ¿es posible que la IA en la política pueda ser la respuesta a la creciente polarización y conflicto global?

En una era marcada por la desinformación y el auge de discursos políticos que buscan polarizar, la idea de que una IA pueda gestionar con imparcialidad las decisiones políticas resulta tentadora para algunos. Según Dono y Moreno-Bella, el apoyo a una “tecnocracia de la IA” se asocia con una percepción generalizada de corrupción en el liderazgo político actual. Los ciudadanos parecen más dispuestos a confiar en una máquina que en sus representantes elegidos, a quienes perciben como corruptos e ineficaces. Esta confianza, sin embargo, no se extiende necesariamente a otros ciudadanos, lo que revela un profundo desencanto con el sistema político en su conjunto.

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Cosas de Ciencia Ficción

La posibilidad de que una IA neutralice los antagonismos políticos ha sido explorada en múltiples escenarios ficticios, como en la famosa película Matrix de las hermanas Wachowski, donde los humanos deben decidir entre vivir una realidad dolorosa o someterse a una existencia artificialmente placentera. La IA en la política plantea un dilema similar: la promesa de decisiones objetivas y justas versus el miedo a perder el control sobre los procesos que rigen nuestras vidas. Mientras algunos podrían ver en la IA una solución milagrosa, otros la perciben como una amenaza a la autonomía y la libertad.

La percepción de que una IA podría gobernar de manera más efectiva que los humanos no es universal. A pesar del atractivo de una máquina todopoderosa que pueda eliminar la corrupción y los errores humanos, la realidad es mucho más compleja. La IA, al igual que los humanos, está sujeta a los datos con los que se le alimenta, y esos datos son generados por personas con sus propias agendas y prejuicios. Por tanto, la idea de una IA completamente imparcial es, en gran medida, una ilusión. Además, la implementación de la IA en decisiones de gobierno plantea preguntas sobre la transparencia y la rendición de cuentas, elementos fundamentales en cualquier democracia.

Israel la usó para atacar Gaza

A nivel global, ya se están viendo los primeros intentos de integración de la IA en la política, aunque de manera limitada. Israel, por ejemplo, ha utilizado IA en su estrategia militar en Gaza, un hecho que demuestra que la tecnología puede tener un impacto significativo en decisiones de política exterior y defensa. Sin embargo, la aplicación de la IA en estas áreas sigue siendo vista con escepticismo por gran parte de la ciudadanía, que teme que la delegación de decisiones cruciales a una máquina pueda deshumanizar aún más un sistema ya de por sí alejado de las necesidades del pueblo.

El futuro de la IA en la política dependerá de cómo la sociedad responda a estos desafíos y de si se puede garantizar que las decisiones tomadas por una máquina sean verdaderamente en beneficio de todos. Ilustración MidJourney.

La IA en la política no solo plantea cuestiones sobre su eficacia, sino también sobre la respuesta de la ciudadanía. ¿Aceptaría la gente un gobierno dirigido por una máquina? La investigación de Dono y Moreno-Bella sugiere que, ante la percepción de un sistema político corrupto, muchos podrían estar dispuestos a considerar esta posibilidad. Sin embargo, las implicaciones de tal cambio son vastas y complejas. La IA podría, en teoría, eliminar el sesgo y la corrupción, pero también podría convertirse en una herramienta para legitimar posturas antidemocráticas y extremistas si cae en las manos equivocadas.

Es un juego humano

A medida que las tecnologías avanzan, es esencial que la sociedad y los gobiernos comprendan los riesgos y beneficios de la IA en la política. La posibilidad de delegar decisiones críticas a una entidad artificial podría cambiar la forma en que entendemos el poder y la responsabilidad. Pero para que esto sea posible, se requiere una regulación rigurosa, una comprensión profunda de los sesgos tecnológicos, y un compromiso con la transparencia. La política, al fin y al cabo, determina cómo organizamos nuestra sociedad, y dejarla en manos de una IA no es una decisión que deba tomarse a la ligera.

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El futuro de la IA en la política dependerá de cómo la sociedad responda a estos desafíos y de si se puede garantizar que las decisiones tomadas por una máquina sean verdaderamente en beneficio de todos. Mientras tanto, la “realpolitik” sigue nadando como pez en el agua en el mar digital, adaptándose y transformándose con cada avance tecnológico, y recordándonos que, por ahora, la política sigue siendo un juego eminentemente humano, aunque cada vez más influenciado por la inteligencia artificial.

 

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