Ganar o quebrar: Una dicotomía en la economía venezolana que ilustra al empresario rico del pobre

En el corazón de la economía venezolana, una dicotomía palpita con fuerza, delineando con claridad meridiana la fina línea que separa el éxito del fracaso en un entorno marcado por la volatilidad y la incertidumbre. A medida que nos adentramos en este análisis, es imposible no pensar en la complejidad y los desafíos que enfrentan los empresarios en Venezuela, un país donde las oportunidades de alto rendimiento coexisten con riesgos igualmente elevados.

Este reportaje, inspirado en las observaciones de Nelson Totesaut Rangel, un abogado y académico con profundos conocimientos en historia, quien comparte sus pensamientos a través de El Universal de Venezuela y enseña en la Universidad Metropolitana, busca explorar esta realidad contrastante. En su pieza «Juego de azar», Rangel describe a Venezuela como un bono de alto riesgo: potencialmente lucrativo, pero extremadamente incierto, una perspectiva que encuentra eco en el índice «El costo de amar» publicado por The Economist, que sitúa a Caracas entre las ciudades más caras para comer, superando incluso a Zurich o Abu Dhabi.

Acerca de la economía venezolana

La economía venezolana, entonces, se presenta como un campo de juego impredecible donde, pese a contar con uno de los salarios mínimos más bajos y una de las inflaciones más elevadas a nivel mundial, algunos empresarios logran navegar con éxito estas turbulentas aguas. El año 2023 se caracterizó por ser un periodo de expectativas truncadas y estancamiento, con una contracción en el consumo y un crecimiento anual que apenas rozó el 1,7%, cifras que contrastan agudamente con la inflación acumulada del 182%. En este escenario, la economía del país parece caminar a paso lento, muy lejos de alcanzar los niveles de desarrollo vistos en naciones que experimentaron «milagros económicos» gracias a descubrimientos fortuitos de recursos o a esfuerzos titánicos de reconstrucción postconflictos.

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En este contexto, la historia de la economía venezolana es también la historia de sus empresarios: aquellos que, contra todo pronóstico, han logrado prosperar, y aquellos que, día tras día, luchan por mantenerse a flote. Ilustración MidJourney

No obstante, más allá de los números y las estadísticas, se encuentra la realidad cotidiana de los venezolanos y sus empresarios. Comer en Caracas, por ejemplo, se ha convertido en un lujo injustificable para muchos, con precios que desafían toda lógica económica. Este fenómeno se debe, en parte, a costos operativos inflados por factores como alquileres elevados y precios de materias primas, así como a deficiencias en servicios estatales básicos que obligan a soluciones alternativas costosas. A pesar de estos desafíos, algunos empresarios han encontrado maneras de mantener sus negocios a flote, ajustando sus márgenes de ganancia a la realidad del país, aunque en muchos casos estos ajustes se traduzcan en precios exorbitantemente altos para el consumidor final.

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Un casino como nación

La economía venezolana, en este sentido, se asemeja a un casino donde el empresario rico y el pobre juegan en mesas distintas. El primero, con acceso a capitales, conexiones y una tolerancia al riesgo más elevada, puede darse el lujo de apostar en grande, a menudo obteniendo ganancias sustanciales. El segundo, sin embargo, lucha día a día para mantener su negocio a flote, enfrentándose a un mercado que no perdona y que, en muchas ocasiones, parece jugar en su contra. Esta disparidad no solo refleja las diferencias en términos de recursos y acceso, sino también en estrategias y visiones a largo plazo. Mientras algunos ven en la crisis una oportunidad para acumular riquezas rápidamente, otros buscan sobrevivir, esperando tiempos mejores.

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En un país marcado por la incertidumbre política y económica, estos cambios requieren no solo de voluntad política, sino también de un compromiso colectivo hacia un futuro más inclusivo y equitativo.. Ilustración MidJourney.

Muy pocas respuestas

La pregunta sobre si es posible cerrar esta brecha social y económica es compleja. Las soluciones pasan por una combinación de políticas públicas efectivas, una mayor estabilidad económica y un entorno más propicio para el emprendimiento y la inversión. Sin embargo, en un país marcado por la incertidumbre política y económica, estos cambios requieren no solo de voluntad política, sino también de un compromiso colectivo hacia un futuro más inclusivo y equitativo.

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En este contexto, la historia de la economía venezolana es también la historia de sus empresarios: aquellos que, contra todo pronóstico, han logrado prosperar, y aquellos que, día tras día, luchan por mantenerse a flote. Es una historia de contrastes, de sueños y desafíos, que refleja la complejidad de un país en busca de su camino hacia la recuperación y el desarrollo. La dicotomía entre ganar o quebrar no es solo una realidad económica, sino también un reflejo de la resiliencia y la determinación de un pueblo que, a pesar de las adversidades, sigue adelante, buscando construir un futuro mejor para las próximas generaciones.

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