En un contexto global que demanda nuevas formas de organización política y social, el diplomático venezolano Julio César Bello Pineda ha planteado la necesidad de un Nuevo Orden Mundial basado en lo que él denomina “Democracia Cognitiva”. Según Bello Pineda, la realidad actual, caracterizada por guerras, crisis sanitarias y un creciente desencanto con los modelos tradicionales de gobierno, evidencia que la democracia, tal como la conocemos, debe adaptarse y evolucionar. El diplomático expone que la “Democracia Cognitiva” no solo debe centrarse en la participación activa de los ciudadanos, sino también en el uso de la ciencia, la tecnología y la cultura como pilares fundamentales para la toma de decisiones. Este nuevo paradigma, sostiene, podría ser la clave para construir un sistema político y social más inclusivo, eficiente y, sobre todo, consciente de los desafíos de un mundo interconectado.
Julio César Bello Pineda es un reconocido analista internacional y profesor universitario que ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar los procesos de integración en América Latina y la relación de estos con el paradigma europeo. En su reciente artículo titulado “La integración latinoamericana y el paradigma europeo”, publicado en diversos portales de la prensa venezolana, Bello Pineda aborda las limitaciones de los modelos democráticos tradicionales y la necesidad de una transición hacia una “Democracia Cognitiva”. A través de su programa en el canal de televisión Globovisión, “Brújula Internacional”, y sus escritos en medios de comunicación venezolanos, ha abogado constantemente por un cambio en las estructuras políticas del continente, argumentando que el orden instaurado tras la Segunda Guerra Mundial está obsoleto y debe ser reemplazado por un enfoque que privilegie el conocimiento y la cooperación internacional.
El mundo necesita una democracia cognitiva
Para Bello Pineda, este Nuevo Orden Mundial debería centrarse en reorganizar la sociedad global a partir de un triángulo de valores compuesto por libertad, justicia y fraternidad. Sin embargo, puntualiza que, en la actualidad, estos valores deben ser reinterpretados a través de la lente de una “Democracia Cognitiva”. Según su perspectiva, las democracias representativas y participativas, aunque útiles en su tiempo, hoy no son suficientes para responder a los desafíos de un mundo dominado por las tecnologías emergentes, el acceso masivo a la información y la inteligencia artificial. En lugar de continuar con un sistema que muchas veces excluye o manipula a las mayorías, Bello Pineda aboga por una democracia que fomente la educación, el pensamiento crítico y la participación informada, donde los ciudadanos se convertirán en actores proactivos y conscientes de su entorno.

Este concepto de “Democracia Cognitiva” surge, según Bello Pineda, en un escenario internacional marcado por la disolución de bloques históricos y la necesidad de una nueva arquitectura institucional. Tal como lo expresa en su artículo, el Covid-19, las tensiones bélicas entre Rusia y Ucrania, y el eterno conflicto palestino-israelí han evidenciado las carencias de las organizaciones internacionales como la ONU, que, a su juicio, se han vuelto incapaces de respuestas articulares eficaces y coherentes. El profesor toma como referencia las teorías del jurista italiano Luigi Ferrajoli, quien propone un “Constitucionalismo Planetario” basado en principios de supranacionalidad, para enfatizar que es imprescindible una reorganización global que parte de una nueva ética y un nuevo derecho de carácter universal, donde el conocimiento sea la guía principal para la toma de decisiones políticas.
Dignidad humana y bienestar colectivo
Bello Pineda considera que la “Democracia Cognitiva” debe ser capaz de articular un proyecto donde el predominio de la ciencia, la tecnología y la cultura se traduzca en políticas públicas que promuevan la dignidad humana y el bienestar colectivo. Según su visión, este nuevo orden debe alejarse de los modelos puramente económicos que, como el capitalismo y el comunismo, han demostrado ser incapaces de resolver las crisis sociales y de responder a las exigencias de paz y justicia. En su lugar, debe surgir un sistema que integre la dimensión cognitiva, es decir, la capacidad de los individuos y las comunidades de analizar y actuar en base a un conocimiento profundo de sus contextos locales y globales.
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El concepto de “Democracia Cognitiva” planteado por Bello Pineda encuentra un eco en las críticas contemporáneas hacia las formas de gobernanza autoritarias y populistas que han surgido en varios países del mundo. Para el internacionalista venezolano, el control absoluto del poder, justificado bajo el pretexto de proteger la salud pública durante la pandemia del Covid-19, es un ejemplo de cómo los sistemas actuales pueden derivar en autoritarismos encubiertos que amenazan la libertad individual. Esta tendencia, que él denomina como el “hospital universal”, es una clara muestra de cómo la falta de un nuevo paradigma democrático puede conducir a un desequilibrio peligroso entre el poder del Estado y los derechos de los ciudadanos.
Un Estado previsor
Bajo esta premisa, la “Democracia Cognitiva” no solo sería un antídoto contra el autoritarismo, sino también un marco que permitiría a las sociedades enfrentar los desafíos futuros con una visión integradora y humanista. El uso de la ciencia y la tecnología, combinado con una ética orientada al bien común, podría establecer las bases para un sistema político que sea capaz de anticiparse a las crisis y de ofrecer soluciones que trasciendan el interés particular de los gobiernos. Para Bello Pineda, esto implica una transformación radical en la forma en que concebimos la participación ciudadana y el ejercicio del poder, poniendo el conocimiento en el centro de la ecuación democrática.
En su artículo, Bello Pineda también hace un llamado a las naciones de América Latina a inspirarse en el modelo europeo de integración, donde el proceso de supranacionalidad ha permitido a los Estados miembros enfrentar desafíos comunes con una voz unificada y coherente. La creación de instituciones como el Parlamento Europeo y la Corte de Estrasburgo ha sentado un precedente de cómo la cooperación basada en principios democráticos y cognitivos puede resultar en una estructura más sólida y efectiva. En contraste, se argumenta que en América Latina, a pesar de los intentos de integración a través de organismos como el MERCOSUR, la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el ALBA, no se ha logrado un verdadero proyecto supranacional que aborde los problemas del continente con la misma eficacia.

Nada existe sin esfuerzos
El diplomático venezolano subraya que para avanzar hacia una “Democracia Cognitiva” es necesario reformar las instituciones regionales y globales, promoviendo un cambio que vaya más allá de las fronteras nacionales y que esté sustentado en el respeto a los derechos humanos y el imperio de la ley. En su visión, esto requerirá no solo voluntad política, sino también un esfuerzo concertado por parte de las sociedades civiles y los actores internacionales para construir una nueva narrativa donde el conocimiento y la razón sean los ejes centrales del proceso de toma de decisiones.
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Julio César Bello Pineda concluye su propuesta resaltando la importancia de un nuevo pacto social que incluya a todos los sectores de la sociedad y que reconozca la interdependencia de los pueblos en un mundo cada vez más globalizado. Para él, la “Democracia Cognitiva” no es solo un ideal teórico, sino una necesidad práctica que puede permitirnos enfrentar los desafíos del siglo XXI con una visión más justa, equitativa y sostenible. En sus propias palabras, “solo a través de la integración del conocimiento en la gobernanza podremos construir un futuro donde la libertad, la justicia y la fraternidad no sean solo aspiraciones, sino realidades tangibles”.