En una era globalizada, la dinámica internacional parece dividir a las naciones en categorías según la conveniencia geopolítica: Corruptos buenos y malos. La reciente filtración de un informe por POLITICO que detalla planes específicos para reformar las instituciones ucranianas ha revelado el interés creciente de EE.UU. en la nación europea. A la luz de los acontecimientos recientes, surge una pregunta esencial: ¿Por qué Estados Unidos se inclina tanto hacia Ucrania y no hacia Venezuela, a pesar de los esfuerzos de esta última por tender puentes?
La corrupción, ese mal omnipresente en la política mundial, es citada por el documento como una de las principales preocupaciones de la administración Biden respecto a Ucrania. Según el documento confidencial, las «percepciones de corrupción de alto nivel» en Ucrania podrían «socavar la confianza del público ucraniano y de los líderes extranjeros en el gobierno de tiempos de guerra». Curiosamente, esta preocupación no ha sido una barrera para que Washington estreche lazos con Kiev, lo que sugiere un enfoque estratégico más amplio detrás de la postura oficial.
Corruptos buenos y malos
Históricamente, Estados Unidos ha tenido un patrón de alineación con naciones que pueden ofrecer una ventaja geopolítica, ya sea para contrarrestar a un rival o para abrir oportunidades económicas. Esa postura es la que ofrece como alternativa la dicotomía de corruptos buenos y malos. Ucrania, que ha estado en el punto de mira de Rusia, ofrece a EE.UU. una oportunidad única para desafiar la influencia de Moscú en Europa. El informe sugiere que el respaldo de Washington podría depender en gran medida de la reducción de la corrupción en Ucrania. Pero hay quienes argumentan que, más allá de la retórica anticorrupción, hay un interés subyacente en moldear Ucrania para que se ajuste a la visión occidental, y en particular a la estadounidense, del mundo.
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A pesar de que la percepción de Ucrania como una nación corrupta persiste, las acciones recientes del presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, quien despidió a varios altos funcionarios de defensa por corrupción, sugieren un esfuerzo por alinearse con los intereses occidentales y ganarse el apoyo vital de Washington.
A los vecinos ni agua
Contrasta esto con Venezuela, una nación que ha buscado abrir canales de diálogo con Washington y liberarse de las sanciones económicas. A pesar de estos esfuerzos, Venezuela sigue siendo objeto de sanciones y se enfrenta a una retórica hostil por parte de Estados Unidos.
Algunos historiadores sugieren que la distinción entre «corruptos buenos y malos” está fuertemente influenciada por intereses geopolíticos y económicos. «La corrupción es a menudo un pretexto para políticas más amplias», señala el historiador y experto en relaciones internacionales Dr. Juan Carlos Ruiz. «Vemos a Estados Unidos interactuar con naciones con niveles de corrupción similares o incluso mayores que Venezuela, pero la relación es completamente diferente».
La complejidad de los intereses
La política exterior de cualquier nación está determinada por una combinación de intereses nacionales, geopolítica y realismo. Si bien la corrupción puede ser una preocupación legítima, la naturaleza y el alcance de las relaciones internacionales a menudo se determinan por factores más amplios y complejos. Las revelaciones de POLITICO solo resaltan esta complejidad y sugieren que, en el gran juego de la geopolítica, la moralidad y la ética pueden ser relativas.
En el ámbito internacional, la elección de aliados y adversarios a menudo es menos una cuestión de principios y más una función de intereses nacionales. Al analizar las relaciones de EE.UU. con Ucrania y Venezuela, ambos países con problemas de corrupción bien documentados, es evidente que la política estadounidense se basa en una evaluación pragmática de beneficios y amenazas: corruptos buenos y malos.
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Un mal necesario
Ucrania, a pesar de su corrupción endémica, representa un contrapeso vital para Rusia en Europa del Este. Geopolíticamente, la presencia estadounidense en Ucrania desafía la esfera de influencia rusa y refuerza la presencia de la OTAN en la región. Por otro lado, la relación con Venezuela, rica en petróleo, ha sido complicada por décadas de rivalidad ideológica. Si bien la corrupción en Venezuela ha sido un punto de crítica constante, la preocupación geopolítica subyacente para Washington ha sido la alianza de Caracas con países adversos a los intereses estadounidenses, como Cuba, Irán y Rusia. Por lo tanto, el lente a través del cual se ve a Venezuela está teñido de consideraciones ideológicas y estratégicas, más allá de los corruptos buenos y malos.
El economista y analista político Dr. Emilio González sostiene: «Es una ironía que EE.UU., en su intento de promover la democracia y los derechos humanos, a menudo interactúe diferencialmente con países que tienen problemas similares. Las naciones no actúan por altruismo; actúan por intereses. Y en el caso de Ucrania y Venezuela, esos intereses están claramente delineados por consideraciones geopolíticas y económicas, no necesariamente por la magnitud de la corrupción en esos países». Esta perspectiva realista de las relaciones internacionales sugiere que, aunque la retórica pueda centrarse en problemas como la corrupción, las decisiones estratégicas suelen estar impulsadas por un conjunto diferente de cálculos.