En su búsqueda de un regreso a la Casa Blanca, Donald Trump ha mostrado una afinidad por las tácticas autoritarias que han sido utilizadas por líderes extranjeros para debilitar la independencia de la prensa. Tal como lo explicó AG Sulzberger, editor del New York Times, en un reciente artículo publicado por The Washington Post titulado “Cómo la guerra silenciosa contra la libertad de prensa podría llegar a Estados Unidos”, las estrategias utilizadas por figuras como Viktor Orban, primer ministro de Hungría, podrían servir de inspiración para que Trump impulse una campaña sistemática contra la prensa en los Estados Unidos. Orban, quien ha logrado someter a los medios de comunicación de su país mediante métodos menos visibles, pero igualmente eficaces, se presenta como un modelo a seguir para aquellos que buscan consolidar su poder restringiendo la libertad de expresión.
AG Sulzberger, presidente de The New York Times Company y editor del prestigioso periódico, ha sido una voz constante en la defensa de la libertad de prensa. Con una red de más de 2000 periodistas alrededor del mundo, The Times es considerado una de las organizaciones de noticias más influyentes y premiadas. En su artículo, Sulzberger no solo analiza la metodología de Orban, sino también cómo podría replicarse en Estados Unidos. Explica que, tras años fuera del poder, Orban regresó con una agenda populista y una determinación férrea de no repetir los errores que, según él, le costaron la reelección: tolerar una prensa independiente que ponía en riesgo su capacidad de controlar la narrativa. En lugar de cerrar medios o encarcelar periodistas, Orban optó por métodos más sutiles para minar la independencia de la prensa. Utilizó herramientas burocráticas como la legislación fiscal y las licencias de radiodifusión para castigar a los medios críticos, mientras que premiaba a los medios afines con publicidad estatal y beneficios fiscales. Esta guerra contra la prensa ha dejado a Hungría con medios controlados y una libertad de expresión severamente limitada.
Muchos quieren ir contra la prensa
Los paralelismos entre las tácticas de Orban y las declaraciones de Trump no son coincidencia. En su primer mandato, Trump se refirió a los medios de comunicación como “el enemigo del pueblo” y prometió intensificar sus ataques si lograba un segundo mandato. La retórica antiprensa de Trump se tradujo en acciones como la confiscación de registros telefónicos de periodistas y el uso de litigios para intimidar a organizaciones de noticias. En sus reuniones con Orban, a quien elogió públicamente como un líder “inteligente y fuerte”, Trump ha encontrado un ejemplo a seguir para una posible estrategia contra la prensa en Estados Unidos. La guerra contra la prensa no necesita llevarse a cabo mediante censura directa o violencia, sino a través de un conjunto de tácticas legales y financieras que buscan asfixiar a las voces independientes. En Hungría, estas medidas han reducido la presencia de medios críticos y han permitido a Orban reescribir la realidad sin rendir cuentas.
En Estados Unidos, la posibilidad de que Trump implemente estrategias similares no es una mera especulación. Durante sus campañas, ha sugerido imponer restricciones legales y regulatorias a los medios críticos, utilizando el sistema judicial para asediar a los periodistas con demandas sin mérito. Las amenazas no solo provienen de Trump, sino también de sus aliados, quienes han prometido perseguir penalmente a los medios por lo que consideran cobertura “deliberadamente deshonesta”. Este clima de hostilidad hacia la prensa, combinado con intentos de manipular la legislación, podría facilitar una campaña prolongada contra los medios independientes, erosionando uno de los pilares fundamentales de la democracia estadounidense.

Democracias de mala calidad
AG Sulzberger advierte que la guerra contra la prensa no se limita a países autoritarios. Líderes en democracias erosionadas, como India y Brasil, han adoptado tácticas similares para socavar la independencia periodística. En India, el gobierno de Narendra Modi ha utilizado encuestas fiscales y restricciones de visado para amedrentar a los medios críticos, mientras que en Brasil, Jair Bolsonaro y sus aliados abusaron del sistema judicial para intimidar a periodistas y silenciar a sus críticos. Estas campañas, aunque disfrazadas de procedimientos legales, buscan el mismo objetivo: desincentivar el periodismo independiente mediante el miedo y el agotamiento de recursos. Los ataques contra la prensa no necesitan ser abiertamente brutales para ser efectivos; pueden ser tan discretos y enrevesados que pasan desapercibidos para el público, pero dejan una profunda huella en la libertad de información.
Sulzberger subraya que la manipulación de la autoridad legal y regulatoria se ha convertido en una herramienta clave en estos ataques. En Hungría, por ejemplo, el gobierno de Orban ha explotado las normas de privacidad de la Unión Europea para restringir prácticas comunes del periodismo de investigación, mientras que en India, el uso de tribunales para acosar a periodistas críticos se ha convertido en una práctica común. Estas estrategias no solo buscan silenciar a la prensa, sino también desalentar a los periodistas de investigar o publicar historias que podrían incomodar a los poderosos. La autocensura, impulsada por la amenaza constante de represalias legales o financieras, se convierte en una herramienta tan poderosa como la censura directa.
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Trump va para el segundo round
Trump ha manifestado abiertamente su admiración por estas tácticas y ha expresado interés en utilizar el aparato estatal para atacar a la prensa que lo critique. Durante su primer mandato, ya intentó influir en decisiones regulatorias que afectaban a medios adversos, y sus constantes ataques contra la prensa sentaron las bases para una relación hostil entre el gobierno y los medios de comunicación. Trump y sus aliados han dejado claro que, de regresar al poder, no dudarán en intensificar estos esfuerzos. La posibilidad de un segundo mandato de Trump plantea la pregunta de hasta qué punto estas tácticas podrían implementarse en una democracia con fuertes tradiciones de libertad de expresión.
El riesgo, según Sulzberger, no radica únicamente en las acciones de Trump, sino en cómo estas podrían legitimar un modelo autoritario de gestión mediática. Si Trump logra consolidar su guerra contra la prensa, sentaría un precedente peligroso para futuros líderes que podrían sentirse empoderados para utilizar el estado como un arma contra la libertad de expresión. La erosión de la independencia periodística no solo afecta a los periodistas, sino también al público, que pierde acceso a una información veraz y oportuna. Sin una prensa libre, la capacidad de la sociedad para fiscalizar a sus líderes y exigir rendición de cuentas se ve gravemente comprometida.
Una operación quirúrgica
El caso de Orban en Hungría demuestra cómo un líder puede manipular los mecanismos democráticos para minar la libertad de prensa sin recurrir a la violencia directa. La normalización de la desinformación y la supresión de voces críticas son síntomas de un sistema que ha perdido su capacidad de autocrítica y transparencia. En Estados Unidos, la posible implementación de un playbook similar representa una amenaza directa a los valores democráticos. Mientras Trump y sus aliados observan y elogian los logros de Orban, los periodistas y defensores de la libertad de prensa deben prepararse para enfrentar un escenario donde las amenazas ya no son solo retóricas, sino reales y tangibles.
AG Sulzberger puntualizó, que la lucha contra la erosión de la libertad de prensa requiere un esfuerzo colectivo y sostenido. Los periodistas deben estar preparados para protegerse y adaptarse a un entorno cada vez más hostil, mientras que el público debe reconocer la importancia de una prensa libre como pilar de la democracia. La historia reciente muestra que los ataques contra la prensa no son exclusivos de regímenes autoritarios; también pueden arraigarse en democracias debilitadas por la desconfianza y la polarización. Frente a estos desafíos, la defensa de la libertad de expresión y del periodismo independiente se convierte en una misión crucial para preservar la integridad y la salud de la sociedad democrática.
Salud de la democracia
Para AG Sulzberger, lo que está en juego no es solo la supervivencia del periodismo, sino la salud de la democracia misma. La prensa libre no es solo una institución que informa al público; es un sistema de control y equilibrio que sostiene la estructura democrática. En su artículo, Sulzberger resalta que la batalla contra la prensa no es solo una amenaza abstracta, sino una realidad que ya está afectando a periodistas en todo el mundo. Los ataques no siempre son visibles y no se limitan a los periodistas más prominentes. Muchos reporteros locales, quienes a menudo cubren temas de corrupción y abuso de poder en sus comunidades, enfrentan acoso, amenazas y demandas legales con la intención de silenciarlos. Esta táctica, conocida como SLAPP (Demandas Estratégicas Contra la Participación Pública), se utiliza para intimidar a los periodistas con el fin de evitar que investiguen o informen sobre temas delicados. En un entorno cada vez más hostil, la autocensura se convierte en una opción para muchos profesionales, quienes, ante el riesgo de perder sus empleos o enfrentar consecuencias legales, optan por evitar temas conflictivos.

El manual de estrategias de Orban, que combina tácticas legales, financieras y mediáticas para debilitar la prensa, se presenta como una hoja de ruta para otros líderes que buscan desmantelar las instituciones democráticas desde dentro. Lo que hace que este enfoque sea especialmente peligroso es su capacidad para operar dentro de los márgenes de la legalidad. Al no recurrir a la censura explícita o la violencia, estos líderes pueden afirmar que están respetando los principios democráticos mientras socavan sistemáticamente la libertad de prensa. Para Trump y otros políticos estadounidenses que observan este modelo, la tentación de utilizar tácticas similares es evidente. La promesa de una prensa dócil, incapaz de cuestionar el poder, es una propuesta demasiado atractiva para aquellos que buscan consolidar su autoridad sin rendir cuentas.
Trump hará una «revisión exhaustiva»
Las declaraciones recientes de Trump, en las que ha prometido intensificar sus ataques contra los medios y someterlos a una «revisión exhaustiva» por su cobertura, indican un deseo de replicar las tácticas autoritarias de líderes como Orban. La cuestión no es si estos ataques continuarán, sino cómo y cuándo se materializarán. Trump ya ha mostrado un desprecio por la independencia de los medios y una disposición a utilizar el poder del estado para amedrentar a los periodistas. Con aliados en posiciones estratégicas y un entorno político polarizado, el riesgo de una campaña más agresiva contra la prensa es una posibilidad real.
A medida que se acercan las elecciones en Estados Unidos, Sulzberger hace un llamado a los periodistas y a la sociedad civil a mantenerse alerta y preparados para defender la libertad de prensa. La historia ha demostrado que una vez que se comienza a erosionar la independencia de los medios, la recuperación es difícil y lenta. La normalización de la censura, la autocensura y la manipulación mediática crea un entorno donde la verdad se vuelve maleable y las mentiras del poder quedan sin desafío. Esta es la realidad que se vive en países como Hungría, donde los medios críticos han sido marginados, y es un destino que Estados Unidos podría enfrentar si no se defiende vigorosamente la libertad de expresión.
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Autoritarismo moderno
En última instancia, el playbook de Orban contra la prensa no solo ofrece una lección sobre los riesgos del autoritarismo moderno, sino también una advertencia para las democracias que enfrentan crecientes presiones internas y externas. Los periodistas son frecuentemente los primeros en sentir el impacto de estos cambios, pero las repercusiones se extienden mucho más allá de las salas de redacción. La manipulación de la información, la persecución de voces críticas y la consolidación del poder en manos de unos pocos son amenazas que ponen en peligro los derechos fundamentales de toda la sociedad. Mantener una prensa libre y fuerte es esencial no solo para la transparencia y la rendición de cuentas, sino para la propia supervivencia de la democracia.
El desafío para los medios de comunicación en Estados Unidos será resistir las presiones, adaptarse a las nuevas realidades y continuar informando sin miedo ni favoritismo. Para Sulzberger y muchos otros defensores de la libertad de prensa, el camino a seguir incluye no solo la resistencia, sino también la innovación y el compromiso con los principios que han definido al periodismo en las democracias occidentales. La prensa debe seguir desempeñando su rol de guardián de la verdad, aunque se enfrente a un entorno cada vez más adverso. La lección más importante del análisis de Sulzberger es clara: no hay democracia sin una prensa libre, y la defensa de este principio debe ser una prioridad tanto para los periodistas como para el público en general.
Al final del día, la lucha contra la erosión de la libertad de prensa no es solo una cuestión de proteger a los periodistas, sino de salvaguardar la esencia misma de lo que significa vivir en una sociedad libre. La narrativa autoritaria que intenta silenciar las voces disidentes y controlar la información es un reto que trasciende fronteras y que exige una respuesta firme y coordinada. Mientras Trump y otros líderes observan los éxitos de Orban, quienes defienden la libertad de prensa deben redoblar sus esfuerzos para asegurarse de que, en Estados Unidos y en cualquier otro lugar, la verdad siga siendo un derecho inalienable y no un privilegio controlado por el poder.