Muchos meditan y llegan a la conclusión de la existencia de una conspiración global. La existencia de conflictos armados es tan antigua como la historia de la humanidad misma. Pero en los últimos años, las teorías que sugieren que las guerras modernas son resultado de un «entramado planetario» han ganado terreno.
Para desentrañar la complejidad de este fenómeno, es crucial mirar más allá de las narrativas simplificadas y analizar la variedad de factores que inciden en los conflictos actuales, desde la geopolítica hasta las cuestiones económicas.
Datos del Banco Mundial indican que los conflictos armados han costado alrededor de 1,35 millones de vidas entre 2000 y 2019. Al mismo tiempo, el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) reporta el gasto militar mundial alcanza un nuevo récord a medida que aumenta el gasto europeo. (Estocolmo, 24 de abril de 2023) El gasto militar total mundial aumentó un 3,7 por ciento en términos reales en 2022, hasta alcanzar un nuevo máximo de 2.240 mil millones de dólares. El gasto militar en Europa experimentó su mayor aumento interanual en al menos 30 años. Estas cifras nos llevan a preguntar: ¿Cuál es la verdadera motivación detrás de las guerras en el siglo XXI?.
¿Conspiración Global?
El punto de partida es la geopolítica. Según el analista político Noam Chomsky, las invasiones de países como Iraq o Afganistán por parte de Estados Unidos tenían un objetivo claro: asegurar el control sobre regiones estratégicas ricas en recursos naturales, como el petróleo. La lógica es simple; el control de estos recursos confiere poder e influencia en la arena internacional.
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Sin embargo, las razones son más multifacéticas que un simple juego de poder. ¿Cómo desvelamos que estamos frente a una Conspiración Global? Las Naciones Unidas han resaltado el papel del cambio climático como catalizador de conflictos. La escasez de recursos, como agua y tierras fértiles, agrava las tensiones entre comunidades y naciones, lo que puede degenerar en conflictos armados. En este sentido, las agencias gubernamentales de inteligencia de países como Estados Unidos y el Reino Unido han categorizado el cambio climático como un «multiplicador de amenazas».
El rol de la economía
Más allá del cambio climático y la geopolítica, las cuestiones económicas también juegan un papel crucial. Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, y Linda Bilmes, académica de la Universidad de Harvard, estiman que la guerra en Irak ha costado a Estados Unidos más de $3 billones. La pregunta es: ¿quién se beneficia? Según un informe del Congreso de Estados Unidos, contratistas militares como Lockheed Martin y Boeing han obtenido ganancias exorbitantes. Muchos creen que esas entidades son los que cuidan la puerta giratoria de la conspiración global. El complejo militar-industrial, descrito por el presidente Dwight D. Eisenhower en 1961, parece estar más vigente que nunca.
Los conflictos étnicos y religiosos tampoco deben pasarse por alto. Desde la descomposición de la antigua Yugoslavia hasta la actual crisis en Myanmar, la identidad colectiva ha sido un disparador de conflictos. Samuel Huntington, en su obra «El choque de civilizaciones», argumenta que las diferencias culturales y religiosas serán la principal fuente de conflicto en el siglo XXI, una afirmación respaldada por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
Un cristal para observar
Si bien las teorías de una «conspiración global» pueden ofrecer una explicación simplista y atractiva, la realidad es mucho más compleja. Los conflictos armados modernos son el resultado de una interacción multifactorial entre geopolítica, economía, cambio climático y diferencias culturales. Aceptar esta complejidad es el primer paso para abordar las raíces profundas de la guerra y buscar soluciones sostenibles. No hay un único «culpable» detrás de las guerras modernas, sino una serie de condiciones interconectadas que requieren un enfoque multidisciplinario para su resolución.
Adicionalmente, las dinámicas del poder global también han cambiado con el surgimiento de nuevos actores en el escenario internacional. China, con su ambicioso proyecto de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, está redibujando las relaciones geopolíticas, especialmente en Asia y África. Estas nuevas alianzas y tensiones a menudo se traducen en una carrera armamentística y en estrategias de «juego de suma cero», donde el ganar de uno significa la pérdida del otro.
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Asuntos de inteligencia
La inteligencia estadounidense, tal como se refleja en informes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), ha señalado que la expansión del poder chino podría ser un factor desencadenante de futuros conflictos, especialmente en lo que se refiere a la lucha por la supremacía tecnológica y el control de rutas marítimas estratégicas.
Tampoco podemos ignorar el papel de la desinformación y las «guerras de información» en el siglo XXI. De acuerdo con la OTAN, las campañas de desinformación han sido utilizadas para sembrar el caos y desestabilizar gobiernos, una táctica que Rusia ha sido acusada de emplear en conflictos como el de Ucrania. En esta era de «noticias falsas», la percepción pública puede ser manipulada para justificar acciones militares y para difundir teorías conspirativas que oscurecen las verdaderas causas de los conflictos. Este es el elemento que más visibiliza la textura de una conspiración global. La desinformación, por lo tanto, no solo es una herramienta de guerra en sí misma, sino que también hace más difícil para los ciudadanos y los responsables de la toma de decisiones entender la complejidad de las guerras modernas y abogar por soluciones informadas.