Un decadente EE.UU., antaño símbolo de progreso y poderío, parece estar cayendo en su propio laberinto de contradicciones y fracasos. Así lo afirmó, en un giro que pocos esperaban, Donald Trump durante su más reciente discurso de toma de posesión, el pasado 20 de enero de 2025. Las palabras del magnate y exmandatario no solo sacudieron las bases de su propia nación, sino que dejaron al descubierto las profundas fisuras de un país que durante décadas ha intentado mantener su posición hegemónica a nivel mundial. Irónicamente, fue el mismo Trump quien, sin filtro alguno, reconoció la existencia de estas grietas y prometió «poner fin al declive de Estados Unidos«. Estas declaraciones, lejos de ser un simple recurso retórico, representan una confesión impactante que pone en entredicho la imagen inquebrantable del gigante norteamericano.
Luis Britto García, destacado escritor y ensayista venezolano, abordó este tema en su reciente artículo titulado “A confesión de parte”, publicado en el portal Aporrea. Britto, autor de numerosas obras que exploran tanto la narrativa como el ensayo, incluyendo títulos como La máscara del poder y El Imperio contracultural: del Rock a la posmodernidad, desmenuzó el discurso de Trump con su característico rigor crítico. Según Britto, las palabras del expresidente constituyen una admisión extraordinaria de las debilidades estructurales del país que alguna vez lideró el llamado «mundo libre». Como observador agudo de la política internacional, Britto García analiza cómo un decadente EE.UU. ha perdido la capacidad de sostener la narrativa que lo elevó al estatus de potencia hegemónica.
Trump desveló a un decadente EE.UU.
Un decadente EE.UU., en palabras de Trump, es un país que ha fallado en ofrecer servicios básicos a su propia población, mientras financia intervenciones militares y protege fronteras extranjeras. “Nuestro país ya no puede brindar servicios básicos en tiempos de emergencia”, admitió el mandatario, en lo que parece un intento de responsabilizar a sus predecesores y a la élite política de décadas de mala gestión. Esta afirmación, sin embargo, trasciende la típica pugna partidista y refleja una realidad alarmante: el deterioro de un sistema que, mientras exporta su modelo neoliberal, parece incapaz de atender las necesidades más básicas de su ciudadanía.

La figura de Trump como denunciante de este colapso es, cuando menos, paradójica. Representante de los sectores más privilegiados de la sociedad estadounidense, con una fortuna que Forbes estima en 6,2 millones de dólares, Trump señaló que las políticas neoliberales han arrebatado al pueblo “su fe, su riqueza, su democracia y, ciertamente, su libertad”. Estas palabras, que podrían haber sido pronunciadas por un activista de izquierda, provienen, sin embargo, del líder de un movimiento político que busca restaurar el “orgullo” nacional a través de medidas profundamente conservadoras. Para Luis Britto García, esta confesión no solo es una crítica a las administraciones pasadas, sino también una estrategia para perpetuar un modelo donde las élites mantienen el control a expensas de las mayorías.
¿Un tiro en el pie?: Salud y educación
Un decadente EE.UU. enfrenta no solo una crisis de identidad, sino también un deterioro evidente de su infraestructura económica y social. El propio Trump admitió que el sistema de salud pública del país, a pesar de ser el más costoso del mundo, no puede responder adecuadamente en tiempos de desastre. De igual manera, denunció que el sistema educativo ha fallado al inculcar en las nuevas generaciones un sentimiento de orgullo nacional. Estos problemas, según el expresidente, son producto de una gestión ineficaz y una clase política desconectada de las necesidades del pueblo. Sin embargo, los críticos argumentan que Trump forma parte de esa misma clase política que denuncia, y que sus políticas durante su primer mandato solo exacerbaron las desigualdades sociales y económicas.
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En su artículo, Britto García también destaca la ironía de que el discurso de Trump incluya promesas de restaurar la soberanía y la seguridad nacional, dos conceptos que históricamente han sido utilizados como justificación para intervenciones militares en el extranjero. Un decadente EE.UU., que alguna vez lideró la economía global, ahora enfrenta una inflación récord y una crisis inflacionaria que, según Trump, requiere medidas urgentes. Esta admisión pone en tela de juicio la eficacia de las políticas económicas neoliberales que el propio Estados Unidos ha promovido como la receta para el desarrollo global.
Los chivos expiatorios
Trump no solo arremetió contra las políticas internas, sino también contra los «extranjeros ilegales», a quienes culpa de una parte significativa de los problemas del país. Prometió detener de inmediato toda entrada ilegal y deportar a millones de migrantes. Sin embargo, como señala Britto García, esta narrativa ignora el papel crucial que estos trabajadores desempeñan en sectores como la agricultura y la industria, donde su trabajo es indispensable para mantener la competitividad económica del país. Además, esta postura contradice la propia historia de Estados Unidos, un país construido por migrantes y marcado por invasiones y ocupaciones en territorios extranjeros.
Un decadente EE.UU. no solo enfrenta problemas internos; su influencia global también está en entredicho. Con 850 bases militares en todo el mundo, el país ha intentado mantener su hegemonía a través de la fuerza militar, pero esta estrategia parece estar agotándose. Trump promete construir las fuerzas armadas más fuertes del mundo, lo que sugiere que la política exterior continuará siendo agresiva y centrada en el uso del poder militar. Sin embargo, esta postura podría ser contraproducente en un contexto global donde otras potencias, como China y Rusia, están desafiando abiertamente la supremacía estadounidense.

Una nación sin soluciones
El análisis de Britto García subraya que las palabras de Trump no solo revelan las debilidades de un decadente EE.UU., sino que también exponen las contradicciones de un sistema que intenta perpetuarse a través del control económico y militar. Para muchos, la solución al declive estadounidense no pasa por políticas proteccionistas ni por un aumento del gasto militar, sino por una reforma profunda que aborde las desigualdades sociales y económicas que han llevado al país a esta situación.
Al final, las palabras de Trump, aunque polémicas, han servido para sacar a la luz una realidad que muchos preferían ignorar. Un decadente EE.UU. ya no puede esconder sus fracturas internas ni su incapacidad para liderar el mundo como lo hizo en el pasado. La confesión de Trump, más allá de sus intenciones, ha abierto un debate necesario sobre el futuro de la potencia norteamericana y su papel en un mundo cada vez más multipolar.
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Con esta reflexión, el artículo de Britto García concluye recordándonos que las palabras de un líder, aunque estén cargadas de intereses personales, pueden convertirse en un testimonio invaluable de la realidad de una nación. Una confesión de parte, relevo de pruebas, como bien apunta el autor. Y en este caso, las pruebas apuntan a que un decadente EE.UU. se enfrenta a uno de los mayores retos de su historia: reinventarse o aceptar su lugar en un mundo donde ya no es la única potencia dominante.