Emily Kilcrease y John Hughes: Todavía no es tiempo de sancionar con fuerza a China

En un reciente artículo de opinión para The Hill, Emily Kilcrease y John Hughes, destacados investigadores del Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense, presentan una perspectiva cautelosa y matizada sobre la imposición de sanciones financieras severas a China. Su análisis, que resuena en los corredores del poder en Washington, se articula en torno a la premisa de que, aunque el Congreso de Estados Unidos está considerando nuevas medidas económicas para gestionar la competencia estratégica con la República Popular China, la opción de «sancionar con fuerza a China» financieramente debería ser una herramienta de último recurso.

Kilcrease, investigadora principal y directora del Programa de Energía, Economía y Seguridad, junto con Hughes, miembro senior adjunto del mismo programa, sostienen que Estados Unidos ya dispone de un arsenal de herramientas políticas para restringir actividades económicas con China basadas en consideraciones de seguridad nacional. Estas incluyen controles de exportación, aranceles, y restricciones a las transacciones financieras. Sin embargo, sugieren que las sanciones financieras, una de las herramientas más poderosas, se han utilizado relativamente poco.

Sancionar con fuerza a China
Los autores argumentan que Estados Unidos ha sido cauteloso en la aplicación de estas sanciones en el ámbito de la competencia estratégica con Beijín. Sancionar con fuerza a China es un riesgo que debe considerarse rigurosamente. Ilustración MidJourney

Sancionar con fuerza a China

El enfoque actual de Estados Unidos hacia China se ha centrado más en controles tecnológicos que en sanciones financieras. Kilcrease y Hughes destacan que la lista de Nacionales Especialmente Designados y Personas Bloqueadas, que congela todos los activos estadounidenses de las entidades designadas y prohíbe a los ciudadanos estadounidenses realizar transacciones con ellas, ha sido subutilizada. Esta herramienta, conocida como la «opción nuclear» debido a su severidad, podría tener efectos devastadores en cualquier entidad designada debido al dominio global del dólar estadounidense y los bancos estadounidenses.

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Los autores argumentan que Estados Unidos ha sido cauteloso en la aplicación de estas sanciones en el ámbito de la competencia estratégica con Beijín. Sancionar con fuerza a China es un riesgo que debe considerarse rigurosamente. Por ejemplo, aunque se han impuesto sanciones a individuos chinos en respuesta a abusos de derechos humanos en Xinjiang y Hong Kong, o en apoyo a Irán, su uso ha sido limitado en el contexto más amplio de la rivalidad con China. Esta cautela, sugieren, refleja una comprensión de las complejidades y las posibles consecuencias de una escalada en las sanciones financieras.

Las sanciones son una herramienta

En la Ley bipartidista de Sanciones a Empresas Militares y de Vigilancia Chinas de 2023, aprobada recientemente por el Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, se destaca el impulso hacia el estatus de Nacionales Especialmente Designados para ciertas empresas chinas vinculadas al Ejército Popular de Liberación. A pesar de esto, Kilcrease y Hughes advierten contra el uso excesivo de esta medida. Argumentan que Estados Unidos debe mantener a China integrada en el sistema financiero global actual para maximizar el poder de sus sanciones financieras, manteniendo la dependencia de China del dólar estadounidense como una palanca estratégica.

La moderación en la aplicación de sanciones financieras también se justifica por su naturaleza escalable. Por ejemplo, en eventos recientes como el vuelo de un globo espía chino sobre Estados Unidos, la preferencia por sanciones tecnológicas en lugar de sanciones financieras evitó una escalada mayor en las tensiones. Kilcrease y Hughes advierten que una política estadounidense de sancionar más fuerte a China, con medidas más amplias y frecuentes, podría llevar a represalias por parte de China, una nación que ha demostrado su disposición a participar en sanciones recíprocas.

Se necesitan autoridades y entidades

Argumentar a favor de la moderación no implica la inacción. Los autores recomiendan varias medidas críticas que el Congreso de EE. UU. debería tomar ahora. Entre ellas, se encuentra el fortalecimiento de los Departamentos de Estado, Comercio y Tesoro, permitiéndoles prepararse mejor para futuros escenarios de sanciones contra China. También sugieren la aprobación de nuevas autoridades para prohibir inversiones estadounidenses en sectores tecnológicos críticos en China, complementando los controles de exportación existentes.

Sancionar con fuerza a China
La posibilidad de sancionar con fuerza a China sigue siendo una opción viable, Kilcrease y Hughes sostienen que aún no es el momento para ello. Esta postura no solo refleja una comprensión de las dinámicas económicas y geopolíticas actuales, sino también una previsión estratégica. Ilustración MidJourney

Kilcrease y Hughes también instan al Congreso a presionar a la administración para que identifique desencadenantes específicos que justifiquen el uso de sanciones financieras en el futuro. Esto se vuelve crítico en situaciones como un deterioro de las condiciones de seguridad en torno a Taiwán, donde Estados Unidos podría necesitar recurrir a herramientas económicas más poderosas. Sin embargo, sancionar con fuerza a China solo será efectivo si se diseñan instrumentos cuidadosamente y con antelación, se coordinan con opciones militares y se alinean con los esfuerzos de los aliados internacionales.

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Dinámicas económicas y geopolíticas

En resumen, aunque la posibilidad de sancionar con fuerza a China sigue siendo una opción viable, Kilcrease y Hughes sostienen que aún no es el momento para ello. Esta postura no solo refleja una comprensión de las dinámicas económicas y geopolíticas actuales, sino también una previsión estratégica. En un mundo donde las tensiones entre grandes potencias pueden escalar rápidamente, la prudencia y la preparación son esenciales. Por ahora, la moderación en las sanciones financieras ofrece a Estados Unidos una oportunidad para preservar su influencia mientras se prepara para futuros desafíos.

La perspectiva de Kilcrease y Hughes aporta una voz crítica y reflexiva al debate sobre cómo Estados Unidos debe manejar su relación económica y estratégica con China. Al abogar por la moderación y la preparación estratégica, su análisis presenta un enfoque equilibrado que busca evitar los riesgos de una escalada prematura, manteniendo al mismo tiempo las herramientas necesarias para enfrentar futuros desafíos en la relación entre las dos superpotencias.

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