Nueve Oscars para Oppenheimer y un toque de diana para los que mató la radiación en EE.UU.

En un momento histórico para el cine, «Oppenheimer», el biopic que retrata la vida y legado de J. Robert Oppenheimer, el «padre de la bomba atómica», arrasó en la ceremonia de los Oscars llevándose nueve estatuillas, incluyendo Mejor Película. Pero mientras la industria cinematográfica celebra este logro, no podemos ignorar el sombrío telón de fondo de esta narrativa: los efectos mortales de la radiación en EE.UU., un tema que ha perseguido a la nación desde las primeras pruebas atómicas hasta las décadas de exposición que siguieron.

Ariel Kaminer, editora adjunta de Opinión del New York Times para Ideas e Investigaciones, aporta una perspectiva única al debate con su pieza editorial titulada: “’Oppenheimer’, Mi tío y los secretos que a Estados Unidos todavía no le gusta contar”. Antes de su actual cargo, Kaminer dejó huella como editora de investigaciones en BuzzFeed News y en diversas capacidades dentro de The Times, mostrando su dedicación a revelar verdades incómodas a través del periodismo.

El veneno de la radiación en EE.UU.

El filme captura de manera vívida y angustiante la primera prueba atómica, un evento que no solo marcó el inicio de la era nuclear, sino que también sirvió como preludio a un legado de sufrimiento debido a la radiación en EE.UU. Durante las pruebas atómicas en Nevada y en el Pacífico Sur, miles de militares estadounidenses fueron expuestos intencionadamente a la radiación para estudiar los efectos de la bomba. Este experimento humano arrojó un saldo de enfermedades crónicas y muertes, una tragedia que el éxito cinematográfico de «Oppenheimer» arroja luz una vez más.

radiación en EE.UU.
El filme captura de manera vívida y angustiante la primera prueba atómica, un evento que no solo marcó el inicio de la era nuclear, sino que también sirvió como preludio a un legado de sufrimiento debido a la radiación en EE.UU. Ilustración MidJourney

El tío de Kaminer, Richard Gigger, un veterano atómico, es un ejemplo conmovedor de las secuelas humanas de estas pruebas. Al enlistarse en el ejército en 1946, Gigger no podría haber imaginado que su servicio lo expondría a peligros que eventualmente cobrarían su salud y bienestar. Su historia, desde liderar una banda en Yucca Flat, Nevada, hasta su declive físico y final trágico, ilustra el costo humano de la ambición nuclear de EE.UU.

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Morir más allá de la vida

Este costo se ha extendido más allá de los individuos directamente afectados, afectando a familias y comunidades enteras. A pesar de los esfuerzos de los afectados y sus seres queridos, el reconocimiento y la compensación por parte del gobierno de EE.UU. han sido, en muchos casos, tardíos o insuficientes. El silencio impuesto a los veteranos atómicos durante décadas solo ha complicado los esfuerzos por obtener justicia y reconocimiento. Muchos son tan solo fantasmas de difuntos que a la otra vida llegaron producto de la radiación en EE.UU. Otros, sus descendientes, pudieron llevar o no la marca de la bomba y su malignidad biológica puede viajar en el ADN de varias generaciones.

«Oppenheimer» es más que una película; es un recordatorio de las complejidades éticas y las consecuencias humanas de la innovación tecnológica. Mientras la película recibe aplausos por su excelencia artística, también debería servir como un llamado a la reflexión sobre las sombras de nuestro pasado y cómo elegimos recordarlas y aprender de ellas. La historia de Oppenheimer y el proyecto Manhattan no solo cambió el curso de la guerra y la política mundial, sino que también marcó el inicio de una era de riesgos nucleares que aún persiste.

«Oppenheimer» es entretenimiento

El éxito de «Oppenheimer» en los Oscars es indiscutible, pero también lo es el hecho de que el legado de la bomba atómica sigue siendo un tema controversial y doloroso para muchas personas en EE.UU. y en todo el mundo. Las historias de veteranos atómicos y las investigaciones de periodistas como Kaminer son cruciales para entender completamente este capítulo de la historia estadounidense y para asegurar que las lecciones aprendidas no se olviden.

Mientras la industria cinematográfica y el público celebran los logros de «Oppenheimer», también es importante honrar y recordar a aquellos cuyas vidas fueron irrevocablemente alteradas por la radiación en EE.UU. La película no solo destaca una hazaña tecnológica y científica, sino que también pone de relieve las responsabilidades éticas que acompañan al poder y al progreso. En este contexto, el papel de los medios y los periodistas como Kaminer es esencial para mantener viva la memoria de estas historias y para fomentar un diálogo continuo sobre los costos humanos de nuestros avances más significativos.

radiación en EE.UU.
El documental «He visto al dragón» ofrece una ventana a las experiencias vividas por Richard y otros veteranos atómicos, combinando orgullo, honor y un profundo sentimiento de traición. Sus relatos personales no solo humanizan las cifras y estadísticas asociadas con las pruebas nucleares sino que también destacan la complejidad de sus emociones y recuerdos. Ilustración MidJourney.

El tío de Kaminer

La dedicación de Richard Gigger a la música lo llevó a una vida de logros y servicio, incluida una notable formación musical en Dachau bajo la tutela de miembros de la Filarmónica de Berlín. Esta experiencia no solo cambió su vida, sino que también le ofreció un escape y un propósito más allá de los confines del servicio militar. Sin embargo, este mismo servicio lo expuso a peligros inimaginables, un destino compartido por muchos veteranos atómicos cuyas historias permanecieron sin contar durante décadas.

La lucha de la tía de Kaminer por reconocimiento y compensación refleja un viaje lleno de obstáculos burocráticos y científicos. Pasó incontables horas en bibliotecas, traduciendo estudios y consultando archivos históricos para probar la conexión entre la enfermedad de su esposo y su exposición a la radiación. Esta ardua búsqueda finalmente llevó a un reconocimiento formal y a una compensación, aunque modesta, destacando la resistencia y dedicación de las familias afectadas por la radicación en EE.UU.

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Un legado edificador

El legado de Richard Gigger y su impacto en la comunidad educativa de San Fernando es un testamento a su influencia más allá del ejército. No solo lideró a la banda escolar a numerosos campeonatos, sino que también inspiró a generaciones de estudiantes, muchos de los cuales le atribuyen haber cambiado sus vidas. Este impacto es un recordatorio conmovedor de que, a pesar de las cicatrices dejadas por su servicio, su legado musical y educativo perdura.

El documental «He visto al dragón» ofrece una ventana a las experiencias vividas por Richard y otros veteranos atómicos, combinando orgullo, honor y un profundo sentimiento de traición. Sus relatos personales no solo humanizan las cifras y estadísticas asociadas con las pruebas nucleares sino que también destacan la complejidad de sus emociones y recuerdos. A través de estas historias, se ilumina el costo humano de la era atómica, un recordatorio vital de las consecuencias duraderas de nuestro pasado nuclear.

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