Estados Unidos está negociando secretamente la salida del poder del presidente venezolano Nicolás Maduro, en un esfuerzo que podría marcar un punto de inflexión en la política de la nación sudamericana. Según un reportaje reciente del Wall Street Journal, las negociaciones, que incluyen la posibilidad de ofrecer amnistía a Maduro y sus principales lugartenientes, forman parte de una estrategia más amplia. Todos los “diálogos, buscan facilitar una transición pacífica en Venezuela, donde el régimen ha estado cada vez más aislado internacionalmente.
El reportaje original, titulado “En conversaciones secretas, EE.UU. ofrece amnistía a Maduro por ceder el poder”, fue publicado por un trío de periodistas del Wall Street Journal: Juan Forero, Patricia Garip y Kejal Vyas. Forero, jefe de la oficina en Sudamérica del WSJ, ha sido una figura clave en la cobertura de temas políticos y sociales en la región, con una carrera que abarca desde la deforestación en la Amazonia hasta la crisis humanitaria en Venezuela. Este artículo exclusivo, fechado en Bogotá, Colombia, revela los pormenores de un “intento improbable” -según WSJ- de Estados Unidos para derrocar al líder venezolano mediante una combinación de presión diplomática y promesas de inmunidad judicial.
Estados Unidos está negociando
Estados Unidos está negociando con Maduro en un momento crítico para la oposición venezolana, que ha logrado documentar lo que describe como una derrota abrumadora del presidente en las elecciones del pasado 28 de julio. Las conversaciones, que han sido confirmadas por múltiples fuentes cercanas a las deliberaciones, representan una apuesta arriesgada de la administración Biden, que ha puesto «todo sobre la mesa» para persuadir a Maduro de que renuncie antes del fin de su mandato en enero. Esta estrategia incluye la posibilidad de no perseguir la extradición de Maduro y sus aliados, a pesar de las acusaciones criminales en su contra por parte del Departamento de Justicia de Estados Unidos, que incluyen cargos graves como conspiración para el tráfico de drogas.

El escenario en Venezuela es complejo y volátil. De acuerdo a WSJ en las últimas semanas, Maduro ha intensificado su represión, encarcelando a miles de disidentes y manteniendo el control de las instituciones clave del país, como el ejército y el Tribunal Supremo. A pesar de estos esfuerzos por aferrarse al poder, la oposición venezolana ha logrado reunir pruebas contundentes de que su candidato, Edmundo González, ganó las elecciones por un amplio margen. Este resultado, que ha sido meticulosamente documentado y verificado por la oposición, ha sido la chispa que ha impulsado a Estados Unidos a actuar.
El dique de la izquierda
Estados Unidos está negociando conversaciones estas en un contexto internacional complicado, donde los tres países más grandes de América Latina —Brasil, México y Colombia—, todos gobernados por líderes de izquierda, han mostrado simpatía hacia Maduro, lo que ha complicado los esfuerzos de Washington para consolidar una presión internacional efectiva. Sin embargo, la administración Biden parece estar decidida a seguir adelante con su estrategia, consciente de que el tiempo es un factor crucial, especialmente con las elecciones presidenciales en Estados Unidos a la vuelta de la esquina. Una posible victoria de Donald Trump podría cambiar radicalmente el enfoque hacia Venezuela, volviendo a las políticas de mano dura que caracterizaron su administración anterior.
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El reportaje de The Wall Street Journal también destaca las dinámicas internas del régimen de Maduro, que sigue desconfiando profundamente de Washington, independientemente de quién esté en la Casa Blanca. A pesar de los intentos de la administración Biden de aliviar algunas sanciones económicas, con la esperanza de promover elecciones más transparentes en Venezuela, Maduro ha respondido con una mezcla de desdén y desafío. En una reciente conferencia de prensa, el presidente venezolano reiteró su postura de que Estados Unidos no debe interferir en los asuntos internos de Venezuela, una posición que ha mantenido consistentemente a lo largo de su mandato.
Rodríguez y Erikson
En el centro de estas negociaciones se encuentran Jorge Rodríguez, presidente del Congreso venezolano y confidente cercano de Maduro, y Daniel P. Erikson, un alto funcionario del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. Estos diálogos, que se han llevado a cabo mayormente de forma virtual, reflejan un cambio en la táctica de Estados Unidos, que ahora se enfoca más en las «zanahorias» que en los «palos». En lugar de amenazar con más sanciones, Washington ha optado por ofrecer incentivos, como la promesa de levantar acusaciones y facilitar una transición que permita a Maduro y sus allegados una salida segura.
Sin embargo, el éxito de esta estrategia está lejos de estar garantizado. El régimen de Maduro ha demostrado una notable resiliencia, y el control absoluto que ejerce sobre las instituciones del Estado le ha permitido ganar tiempo y sofocar cualquier desafío significativo a su poder. A pesar de la abrumadora evidencia que respalda la victoria de González en las elecciones, el Consejo Nacional Electoral, controlado por aliados de Maduro, aún no ha publicado los resultados oficiales. Esta demora ha generado un creciente descontento en la población venezolana, que ve cómo la posibilidad de un cambio pacífico se desvanece ante sus ojos.
Estados Unidos está negociando en un entorno donde la represión en Venezuela ha alcanzado nuevos niveles de brutalidad. Según informes, más de 2.400 disidentes han sido arrestados desde las elecciones, y el régimen ha intensificado su control sobre los medios de comunicación y las redes sociales, en un intento por silenciar a la oposición y evitar que la verdad sobre los resultados electorales se difunda. En este contexto, la posibilidad de un acuerdo que incluya amnistía para Maduro parece cada vez más remota, especialmente si el líder venezolano percibe que puede continuar gobernando sin consecuencias significativas.

La esperanza expira
A pesar de los obstáculos, la oposición venezolana sigue comprometida con la idea de un cambio pacífico. Líderes como María Corina Machado han expresado su esperanza de que las negociaciones lideradas por Estados Unidos puedan abrir un camino hacia una transición democrática, aunque reconocen que el régimen de Maduro no dará su brazo a torcer fácilmente. La comunidad internacional, mientras tanto, observa con cautela, consciente de que cualquier movimiento en falso podría desatar una crisis aún mayor en una región ya marcada por la inestabilidad.
El futuro de Venezuela pende de un hilo, y el papel de Estados Unidos en este delicado equilibrio no puede subestimarse. La administración Biden enfrenta una decisión crítica: persistir en su enfoque diplomático, con la esperanza de que Maduro acepte una salida negociada, o soportar su postura si las conversaciones fracasan. Sea cual sea el resultado, el impacto de estas negociaciones secretas será profundo, no solo para Venezuela, sino para toda la región.
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El reportaje de The Wall Street Journal arroja luz sobre un proceso de negociación que podría redefinir el panorama político en Venezuela. Estados Unidos está negociando no solo el futuro de Maduro, sino también el destino de un país que ha sufrido una de las crisis más graves de su historia moderna. A medida que se desarrollan estos acontecimientos, el mundo observa con atención, consciente de que las decisiones que se tomen en los próximos meses podrían cambiar el curso de la historia para millones de venezolanos.