La Casa Blanca sabía desde hace una década que el Servicio Secreto estaba en crisis

El Servicio Secreto estaba en crisis. Una década después de que informes oficiales y revelaciones periodísticas expusieran sus vulnerabilidades, las consecuencias de una gestión inadecuada estallaron en el tiroteo del 13 de julio en Butler, Pensilvania. En un mitin de campaña del expresidente Donald Trump, un fallo de seguridad permitió que un hombre armado estuviera peligrosamente cerca de asesinar al exmandatario. Este evento no solo dejó un saldo trágico de un muerto y dos heridos, sino que también sacudió la percepción pública de una institución que alguna vez fue considerada el máximo estándar en protección presidencial. Las señales de advertencia estaban allí desde hace años, pero los problemas estructurales nunca se abordan de manera integral.

Carol Leonnig, periodista de investigación y ganadora de cuatro Premios Pulitzer, y Emmanuel Martínez, experto en periodismo de datos, ambos de The Washington Post, documentaron en su pieza titulada: “Años de inacción ante la ‘crisis’ del Servicio Secreto prepararon el terreno para el tiroteo de Trump en Butler”, cómo múltiples administraciones y el Congreso ignoraron las críticas recomendaciones para reformar la agencia. Leonnig, con una trayectoria que incluye informes sobre la interferencia rusa en las elecciones de 2016 y las prácticas de espionaje masivo de la NSA, ha demostrado una aguda capacidad para exponer fallas sistémicas. Martínez, con experiencia en análisis de datos y revelaciones de prácticas discriminatorias en préstamos, complementó la investigación con un enfoque en los números que ilustran la crisis dentro del Servicio Secreto.

Es un hecho: El Servicio Secreto estaba en crisis

El Servicio Secreto estaba en crisis, y esta realidad no era un secreto. Desde 2014, informes y paneles de expertos advertían sobre un personal insuficiente, un entrenamiento deficiente y una cultura insular que favorecía el encubrimiento de problemas. Sin embargo, estas advertencias no lograrán movilizar los recursos necesarios. En aquel entonces, el intruso que saltó la valla de la Casa Blanca y logró ingresar al edificio expuesto lo que los investigadores describieron como “un fracaso catastrófico del entrenamiento”. Las recomendaciones incluyen una expansión del entrenamiento, la contratación de personal externo para liderar reformas y la construcción de una réplica de la Casa Blanca para simulaciones. La respuesta institucional fue parcial, con avances mínimos y una falta de fondos crónica.

El Servicio Secreto estaba en crisis, y esta realidad no era un secreto. Desde 2014, informes y paneles de expertos advertían sobre un personal insuficiente, un entrenamiento deficiente y una cultura insular que favorecía el encubrimiento de problemas. Ilustración MidJourney

El incidente en Butler evidencia cómo la crisis se había agravado con el tiempo. La sobrecarga de trabajo, el desgaste del personal y la dependencia de agentes novatos crean un entorno propicio para errores graves. El panel de revisión independiente encargado de evaluar el tiroteo señaló que el agente responsable de planificar la seguridad tenía apenas cuatro años de experiencia y había ingresado al equipo de protección en 2023. En un entorno ideal, este agente habría pasado al menos siete años entrenándose antes de asumir una responsabilidad de esa magnitud. La decisión de asignarle esta tarea no fue producto de la confianza, sino de la falta de personal capacitado.

Muchos a quien proteger

El Servicio Secreto estaba en crisis porque nunca logró adaptarse al aumento de su carga de trabajo. La agencia pasó de proteger a un número limitado de personas a supervisar un espectro más amplio de individuos y eventos en un entorno de amenazas cada vez más cómodo. La administración de Trump amplió considerablemente las demandas de la agencia, desde la protección de sus hijos adultos hasta el aseguramiento de propiedades como la Trump Tower. Sin embargo, los incrementos presupuestarios no fueron suficientes para equiparar estas demandas con los recursos necesarios. Entre 2017 y 2024, el presupuesto del Servicio Secreto aumentó un 5% ajustado por inflación, mientras que las demandas de seguridad crecieron un 30%.

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La crisis también se reflejaba en la moral de los agentes. Las tasas de deserción entre agentes experimentados aumentan significativamente. En 2015, el 13% del personal tenía cinco años o menos de experiencia; en 2023, esa fracción cayó a un dígito. Las bonificaciones por retención implementadas en 2022 fueron insuficientes para frenar la salida de clave personal. El agotamiento y la frustración se volvió la norma en una agencia que constantemente se enfrentaba a expectativas desmesuradas con recursos limitados.

Errores de novatos

El Servicio Secreto estaba en crisis, y las consecuencias se manifestaron de manera trágica en Butler. El panel independiente que revisó el tiroteo identificó múltiples fallos: la azotea desde donde el atacante disparó no estaba asegurada, las líneas de visión no se bloquearon adecuadamente y la coordinación con las agencias locales fue ineficiente. Estos errores reflejan una falta de preparación y planificación que hubiera sido impensable en décadas anteriores. La asignación de un agente inexperto para liderar la planificación del evento fue solo uno de los síntomas de una crisis más profunda.

El Servicio Secreto estaba en crisis, y las consecuencias se manifestaron de manera trágica en Butler. El panel independiente que revisó el tiroteo identificó múltiples fallos: la azotea desde donde el atacante disparó no estaba asegurada, las líneas de visión no se bloquearon adecuadamente y la coordinación con las agencias locales fue ineficiente. Ilustración MidJourney.

A pesar de las promesas de reformas tras el incidente, persisten las dudas sobre si la agencia podrá superar sus deficiencias estructurales. La solicitud de 2.300 millones de dólares en financiamiento adicional, presentada por la administración Biden, busca abordar problemas fundamentales como la falta de personal y la necesidad de un centro de entrenamiento moderno. Sin embargo, el camino hacia la recuperación es largo, y las heridas de Butler aún no han sanado.

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El Servicio Secreto estaba en crisis, y la responsabilidad recae no solo en la agencia, sino también en los líderes políticos que durante años minimizaron las advertencias. La tragedia de Butler es un recordatorio de los peligros de la inacción frente a problemas estructurales. Si algo queda claro, es que las luces rojas habían estado parpadeando durante una década. La pregunta ahora es si finalmente se tomarán las decisiones necesarias para garantizar que una institución tan crucial para la seguridad nacional recupere la estabilidad y la eficacia que alguna vez la caracterizaron.

 

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