A muchos los embarga la curiosidad: Dónde estudian los que dirigen la nación más poderosa del mundo. El pasillo del poder se traza, en muchas ocasiones, no sólo a través de los corredores de palacios gubernamentales y sedes corporativas, sino también a través de los recintos de las universidades más prestigiosas del planeta.
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Hay algo innegablemente fascinante en reconocer que las castas de los poderosos, aquellos que por tradición han estado vinculados con el poder, y quienes por razones de sangre tienen un lugar en la dirección de una nación, no sólo se conocen y se tratan, sino que han compartido pupitres, bibliotecas y aulas de discusión.
Dónde estudian los líderes
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), al analizar la educación de líderes mundiales, se evidencia que un número desproporcionado proviene de instituciones educativas de élite. Y al dirigir nuestra mirada hacia la nación más poderosa del mundo, Estados Unidos, la traza es aún más clara. Saber dónde estudian es completamente nítido.
Si retrocedemos en el tiempo y exploramos la formación de los presidentes estadounidenses, notamos que las universidades de la Ivy League -un grupo de ocho instituciones privadas en el noreste de EE.UU.- han sido protagonistas en la formación de líderes. La Universidad de Harvard, por ejemplo, puede jactarse de haber educado a ocho presidentes, incluidos John F. Kennedy y Barack Obama. La Universidad de Yale, por su parte, ha formado a cinco, incluyendo a George H.W. Bush y George W. Bush.
Un plus más que académico
«La educación en estas universidades no sólo brinda conocimientos técnicos», afirma el Dr. Leonard Hamilton, historiador y profesor en la Universidad de Georgetown, «sino que también construye una red de contactos invaluable para cualquier aspirante a líder. Además, instila un sentido de misión y propósito que va más allá de la educación convencional».
La respuesta a saber dónde estudian o se formaron estas personalidades da un marco aspiracional para los que vienen en ascenso. Esta tendencia no es exclusiva de la política. Un estudio del Centro de Investigación de Liderazgo de la Universidad de Harvard indica que más del 30% de los CEOs de las empresas Fortune 500 en Estados Unidos provienen de escuelas de la Ivy League. Para estas élites, estudiar en estas instituciones es más que un logro académico; es una tradición, un rito de paso.
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Más allá de la hiedra
Sin embargo, no debemos caer en la trampa de pensar que la formación de líderes en Estados Unidos es exclusiva de la Ivy League. Universidades como Stanford en California o la Universidad de Chicago han sido también cunas de destacados líderes y pensadores. Joe Biden, el 46° presidente de Estados Unidos, es graduado de la Universidad de Delaware y posteriormente, de la Facultad de Derecho de la Universidad de Syracuse.
Internacionalmente, este patrón se repite. Según datos del Foro Económico Mundial, líderes de naciones prominentes como Reino Unido, Francia y Canadá, por mencionar algunos, también provienen de universidades icónicas en sus respectivos países, como Oxford, Sciences Po o la Universidad de Toronto. Ahora es bastante claro que saber dónde estudian lo líderes es un camino de migas de pan para el éxito.
Para la Dra. Carla Martinez, experta en política comparada de la Universidad de Oxford, “estas instituciones se han posicionado históricamente como formadoras de élites, y esto tiene un impacto directo en la dirección de los países. No sólo se adquieren habilidades y conocimientos, sino también se establecen alianzas y se consolidan visiones compartidas del mundo y del poder.»
¿Y el embudo no influye?
Pero, ¿qué implica esto para la democracia y la diversidad de pensamiento en la toma de decisiones? Algunos críticos argumentan que la concentración de poder en manos de aquellos que provienen de un reducido grupo de universidades podría limitar las perspectivas y la inclusividad.
El profesor Andrei Petrov, politólogo de la Universidad de California, Berkeley, opina: «Es esencial que las naciones promuevan la diversidad en la formación de sus líderes. Si bien la educación de élite puede ofrecer ventajas, también puede conducir a la homogeneización del pensamiento.»
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Mientras que la relación entre educación de élite y liderazgo en las naciones más poderosas del mundo es innegable, también es esencial reconocer y valorar la diversidad de trayectorias y experiencias. En un mundo en constante cambio, la capacidad de adaptarse y ver el panorama desde múltiples perspectivas será clave para la dirección efectiva de cualquier nación. Sin embargo, no está demás saber dónde estudian para aclarar las ideas.