En tiempos en que Europa, Estados Unidos y buena parte del mundo desarrollado enfrentan una preocupación declive demográfica, la respuesta de ciertas figuras influyentes parece arraigarse en modelos de masculinidad que distan mucho de ofrecer soluciones reales. Donald Trump, Elon Musk y Andrew Tate encabezan, quizás involuntariamente, una narrativa pronatalista marcada por actitudes machistas, misóginas y profundamente controvertidas, que amenazan con intensificar precisamente aquello que dicen querer resolver: el declive demográfico.
Michelle Goldberg, columnista de opinión en The New York Times desde 2017, experta en política, cultura y relaciones de género desde una perspectiva feminista, analizó recientemente esta problemática en su columna titulada: «El pronatalismo MAGA está condenado al fracaso». Goldberg sostiene allí que el enfoque autoritario y nacionalista, inspirado en modelos como el del primer ministro húngaro Viktor Orbán, no hace más que alejar a las mujeres de la maternidad al convertirla en un mandato patriótico cargado de presiones económicas y sociales que, lejos de estimular nacimientos, generan resistencia.
Declive demográfico en EE.UU.
La crisis provocada por el declive demográfico no es imaginaria. Según Goldberg, las tasas de fertilidad en Estados Unidos alcanzaron un mínimo histórico de apenas 1,62 nacimientos por mujer en 2023, lejos del nivel de reemplazo de 2,1 necesario para mantener estable a la población. La respuesta conservadora frente a esta crisis ha sido tan peculiar como inquietante: iniciativas que combinan ayudas económicas generosas con la exaltación de valores familiares tradicionales, pero que no abordan las raíces más profundas del problema.
En medio del declive demográfico, algunas propuestas llegan a extremos difíciles de ignorar. Hungría, por ejemplo, bajo la dirección de Orbán, lanzó en 2019 un agresivo programa pronatalista que ofrecía préstamos millonarios a mujeres jóvenes condicionados al número de hijos. El gobierno prometió exenciones fiscales vitalicias para aquellas mujeres que tuvieran al menos cuatro hijos, e incluso beneficios especiales para la compra de viviendas y automóviles familiares. Sin embargo, la tasa de natalidad húngara, tras un leve repunte inicial, ha vuelto a caer, demostrando que ni siquiera los incentivos económicos más agresivos logran revertir este fenómeno social complejo.

Lógica simplista y autoritaria
Este modelo, que Trump y sus aliados en Estados Unidos buscan replicar, se basa en una lógica simplista y autoritaria: promover nacimientos como una solución patriótica frente a lo que denominan una «crisis civilizatoria». El ahora vicepresidente JD Vance llegó a elogiar públicamente en 2021 las políticas familiares húngaras, preguntando retóricamente por qué no se aplicaban en Estados Unidos. Ahora que ocupa una posición clave en la administración, estas ideas ganan fuerza y podrían concretarse en medidas como bonos por bebé y becas especiales para parejas con hijos.
Goldberg advierte sobre el peligro subyacente en estas políticas pronatalistas, vinculadas en el pasado a regímenes totalitarios. Malcolm y Simone Collins, destacados defensores del pronatalismo estadounidense, propusieron recientemente instaurar una «Medalla Nacional de la Maternidad» para premiar a las mujeres con seis o más hijos, registrando inevitablemente premios similares usados por la Alemania nazi y la Unión Soviética de Stalin. Lejos de alentar familias saludables y equilibradas, estas iniciativas se asocian con la coacción social y la instrumentalización de la mujer, profundizando un modelo patriarcal que rechazan muchas mujeres modernas.
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Precisamente, es en las sociedades altamente patriarcales donde el declive demográfico se muestra más acentuado. La economista Claudia Goldin, ganadora del Nobel, identificó en su estudio titulado: «Bebés y Macroeconomía» que países como Japón, Corea del Sur e Italia, que se modernizaron rápidamente pero mantuvieron normas de género desiguales, sufren una dramática caída de sus tasas de fertilidad. En contraste, países más igualitarios como Suecia o Francia, aunque también enfrentan descensos, logran mantener tasas más saludables gracias a políticas de igualdad de género y distribución equitativa de tareas domésticas.
Masculinidad americana
Donald Trump representa una visión especialmente anacrónica respecto a la crianza y la masculinidad. Su infame comentario sobre que jamás había cambiado un pañal refleja precisamente esa mentalidad tóxica que aleja a las mujeres de considerar la maternidad como una opción viable y atractiva. Trump, quien se autodenominó alguna vez «el presidente de la fertilización», paradójicamente encarna el obstáculo más visible para la creación de familias saludables al promover roles familiares rígidos y altamente desiguales.
Elon Musk, aunque no es político, personifica también una masculinidad problemática. Un reciente artículo del Wall Street Journal reveló cómo Musk contacta mujeres en internet para tener múltiples hijos, obsesionado con la idea de propagar sus genes antes de una crisis hipotética apocalíptica. Con al menos catorce hijos conocidos y rumores de más, Musk encarna un modelo reproductivo grotesco, más propio de distopías futuristas que de sociedades modernas que buscan soluciones serias frente al declive demográfico.
Influencias tóxicas
El influencer Andrew Tate lleva la masculinidad tóxica al extremo. Tate sostiene públicamente que dedicar tiempo al cuidado de los hijos es «afeminado» y degrada la figura paterna, alejando aún más a los hombres de roles familiares responsables y cooperativos. Su discurso, popular entre sectores juveniles y con cierta influencia indirecta en círculos conservadores, refuerza precisamente la dinámica patriarcal que limita la autonomía femenina y disuade a muchas mujeres de formar familias.
La popularidad de estos mensajes tiene consecuencias reales. Una encuesta reciente reveló que el 57 % de los hombres jóvenes estadounidenses desean hijos, frente al 45 % de las mujeres jóvenes, una diferencia notablemente influenciada por la expectativa desigual de responsabilidades familiares. Programas de televisión como «Love Is Blind» han mostrado cómo las diferencias ideológicas han llevado a rupturas de parejas comprometidas, destacando el creciente rechazo entre mujeres jóvenes hacia hombres que comparten los valores de figuras como Trump o Tate.
En el fondo, el problema demográfico no se resolverá mediante simples estímulos económicos o discursos nacionalistas. Como señala Goldberg en su columna, forzar o coaccionar a las mujeres a tener hijos solo aumenta su resistencia y rechazo. Una solución efectiva pasa por construir sociedades equitativas, donde hombres y mujeres comparten equitativamente las responsabilidades familiares y donde las políticas públicas facilitan genuinamente la conciliación familiar y laboral.
La migración de nuevo
En un mundo ideal, argumenta Goldberg, la inmigración podría ser una respuesta sencilla al declive demográfico. Pero, como señaló Sasha Polakow-Suransky en su libro «Go Back to Where You Came From», la inmigración rápida y masiva tiende a generar reacciones xenófobas y políticas autoritarias, lo cual limita su viabilidad real como solución demográfica inmediata.
Finalmente, la realidad es clara: figuras como Trump, Musk y Tate, lejos de aliviar el declive demográfico, agravan el problema al promover masculinidades tóxicas incompatibles con sociedades modernas y equitativas. La solución no vendrá de héroes ficticios, sino de modelos más sanos, sostenibles y justos, capaces de inspirar a las nuevas generaciones a formar familias por decisión propia, libres de presiones políticas y desigualdades sociales. Solo así se podrá enfrentar con éxito el desafío del declive demográfico.