Supremacistas en EE.UU. tienen en Trump un ticket de regreso para Make America Fascist Again

Supremacistas en EE.UU. han encontrado en Donald Trump una figura que encarna sus ideales y promueve su agenda de odio y exclusión. Durante décadas, el país ha oscilado entre períodos de progreso y regresión, enfrentando episodios oscuros de autoritarismo y racismo. Desde la Era de la Esclavitud y la Post-Reconstrucción hasta las Leyes de Jim Crow y el poder del Ku Klux Klan en los años 1920 y 1930, estos períodos reflejan una cara fascista latente en la sociedad estadounidense. La retórica de Trump, cargada de odio y divisiones, ha reavivado estas brasas, ofreciendo a los supremacistas un nuevo sentido de legitimidad y propósito.

El material original fue escrito por Dana Milbank, columnista de opinión para The Washington Post. Milbank, un periodista con amplia trayectoria que ha cubierto la presidencia de George W. Bush y otros eventos clave de la política estadounidense, ha escrito extensamente sobre la influencia de Trump en la política contemporánea. En su reciente artículo titulado “El discurso fascista de Trump es lo que está ‘envenenando la sangre de nuestro país’”, Milbank argumenta que aunque Trump no es Hitler, sus palabras y acciones imitan peligrosamente la retórica fascista.

Supremacistas en EE.UU.

Los supremacistas en EE.UU. han visto cómo su retórica y sus acciones han encontrado eco en los discursos y políticas de Trump. El ex presidente ha utilizado un lenguaje que demoniza a los inmigrantes, llama a sus oponentes «alimañas» y sugiere que ciertos grupos están «envenenando la sangre» del país, reminiscente de la propaganda nazi. Esta retórica no solo ha resonado con su base de apoyo, sino que también ha impulsado a grupos extremistas como los Proud Boys, Oath Keepers y Boogaloo Boys a actuar con mayor audacia y violencia.

Supremacistas en EE.UU.
En el contexto actual, los supremacistas en EE.UU. han utilizado las plataformas sociales y los discursos de Trump para expandir su influencia. La proliferación de teorías conspirativas y el aumento de la violencia política son síntomas de una sociedad polarizada y radicalizada. Ilustración MidJourney

Durante la Segunda Guerra Mundial, el internamiento de japoneses-americanos fue un ejemplo claro de cómo el miedo y el racismo pueden llevar a políticas autoritarias. Más de 120,000 personas fueron forzadas a dejar sus hogares y confinadas en campos de concentración, simplemente por su origen étnico. Este acto de injusticia refleja cómo, en momentos de crisis, Estados Unidos ha sido capaz de adoptar medidas que socavan los principios democráticos y de igualdad.

 Discursos para expandir su influencia

En el contexto actual, los supremacistas en EE.UU. han utilizado las plataformas sociales y los discursos de Trump para expandir su influencia. La proliferación de teorías conspirativas y el aumento de la violencia política son síntomas de una sociedad polarizada y radicalizada. Trump, al igual que líderes autoritarios del pasado, ha aprovechado estas divisiones para consolidar su poder, mientras sus seguidores ven en él a un líder fuerte capaz de «restaurar» el país a una versión idealizada de sí mismo.

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La historia de Estados Unidos está plagada de ejemplos de cómo el autoritarismo y el racismo han surgido en momentos de incertidumbre. Las Leyes de Jim Crow, que impusieron la segregación racial durante casi un siglo, son un testimonio de cómo las ideologías supremacistas pueden institucionalizarse. Estas leyes no solo separaron a las comunidades, sino que también perpetuaron un sistema de desigualdad y opresión que aún resuena hoy.

Muchos parecidos

En la década de 1960, el Movimiento de Derechos Civiles logró avances significativos en la lucha contra la discriminación racial. Sin embargo, estos logros no han sido suficientes para erradicar las raíces profundas del racismo en la sociedad estadounidense. Los supremacistas en EE.UU. han continuado encontrando maneras de promover su agenda, utilizando la política y la violencia como herramientas para mantener su poder e influencia.

Donald Trump ha cultivado un culto a la personalidad que muchos ven como una amenaza directa a la democracia. Al promover una visión de sí mismo como el único salvador del país, ha creado una dinámica en la que cualquier oposición es vista como una traición. Este tipo de retórica es común en regímenes autoritarios y fascistas, donde el líder es venerado y cualquier disidencia es aplastada.

El brazo armado

Los grupos militantes como los Proud Boys y Oath Keepers no solo apoyan a Trump, sino que también están dispuestos a actuar violentamente en su nombre. Estos grupos han participado en numerosos actos de violencia y terrorismo doméstico, justificando sus acciones como defensa del «verdadero» Estados Unidos. La respuesta de Trump a estos grupos ha sido ambigua, a menudo negando su apoyo explícito mientras envía señales de aprobación implícitas.

Supremacistas en EE.UU.
Sus comparaciones con la propaganda nazi no son casuales; son parte de un esfuerzo consciente por movilizar a sus seguidores más radicales. Al igual que Hitler, Trump ha utilizado el miedo y el odio para consolidar su base de apoyo, creando un entorno en el que la violencia y la intolerancia pueden florecer. Ilustración MidJourney.

El artículo de Milbank

destaca cómo Trump ha utilizado su plataforma para difundir una retórica peligrosa y divisiva. Sus comparaciones con la propaganda nazi no son casuales; son parte de un esfuerzo consciente por movilizar a sus seguidores más radicales. Al igual que Hitler, Trump ha utilizado el miedo y el odio para consolidar su base de apoyo, creando un entorno en el que la violencia y la intolerancia pueden florecer.

La militarización de la sociedad es otro aspecto preocupante del ascenso de Trump y su influencia en los supremacistas en EE.UU. Los numerosos grupos paramilitares y milicias que apoyan a Trump representan una amenaza significativa para la seguridad nacional. Estos grupos están bien armados y organizados, y han demostrado su disposición a usar la violencia para alcanzar sus objetivos.

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Apoyo a la retórica extremista

A pesar de los desafíos, es crucial que la sociedad estadounidense reconozca y confronte estas tendencias autoritarias. La historia ha demostrado que la indiferencia y la inacción pueden permitir que el fascismo y el racismo se arraiguen profundamente. Es responsabilidad de todos, desde los líderes políticos hasta los ciudadanos comunes, defender los valores democráticos y luchar contra el odio y la intolerancia.

Los supremacistas en EE.UU. han encontrado en Donald Trump una figura que no solo refleja sus ideales, sino que también promueve activamente su agenda. A través de su retórica divisiva y su apoyo implícito a grupos extremistas, Trump ha reavivado las brasas del autoritarismo y el racismo en la sociedad estadounidense. La historia del país está llena de ejemplos de cómo estas fuerzas pueden surgir en tiempos de crisis, y es más importante que nunca que la sociedad se una para defender la democracia y la igualdad.

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