La protesta universitaria en EE.UU. se encuentra en el epicentro de una tormenta política y social que recuerda los días más oscuros del McCarthyismo. Esta vez, el foco no está en la caza de comunistas, sino en la supresión de voces disidentes en los campus universitarios, donde el derecho a la protesta se ve cada vez más amenazado por políticas y acciones que parecen sacadas de un pasado que muchos creían superado.
En la Universidad Columbia, el escenario es casi teatral: el campus, con sus edificios históricos y sus prístinas áreas verdes, se ha convertido en el telón de fondo de una dramática lucha por la libertad de expresión. Este conflicto se agudizó tras la intervención de la policía en Hamilton Hall, marcando un antes y un después en la percepción del espacio académico como un lugar de libre intercambio de ideas. Lo que sucedió en Columbia es solo un reflejo de una tendencia preocupante en todo el país, donde el miedo y la censura campean disfrazados de falsas acusaciones y juicios sumarios.
Protesta universitaria en EE.UU.
Alberto Medina, catedrático del Departamento de Estudios Latinoamericanos e Ibéricos de Columbia y autor del artículo «La universidad tomada» en EL PAÍS, critica duramente la militarización de los campus como respuesta a las protestas. Según Medina, esta estrategia no solo es contraproducente, sino que representa un grave retroceso en los derechos fundamentales de los estudiantes y profesores.
La protesta universitaria en EE.UU. está siendo criminalizada bajo la excusa de combatir el antisemitismo, una acusación que se ha vuelto una herramienta conveniente para silenciar cualquier crítica. Durante la audiencia en el Congreso, la presidenta de la Universidad, Nemat Shafik, adoptó una postura de conformidad que contrasta fuertemente con los principios de autonomía universitaria. Shafik, enfrentándose a un comité más interesado en espectáculos políticos que en la justicia, optó por un mea culpa que sacrificaba la misión educativa y crítica de Columbia.

McCarthyismo caza antisemitas
El nuevo McCarthyismo no solo se manifiesta en la represión directa, sino en la creación de un ambiente donde el miedo al escrutinio y la etiqueta de antisemita coartan el debate académico. La intervención de figuras como Mike Johnson y Eric Adams en el campus de Columbia, con discursos que pintan a los estudiantes como extremistas y terroristas potenciales, es un claro ejemplo de cómo se manipula la narrativa para justificar medidas extremas.
Estas acciones no solo han reprimido la protesta universitaria en EE.UU., sino que han transformado a Columbia y a otros campus en espacios donde la seguridad se impone sobre la educación. La introducción de políticas como la enseñanza a distancia y el cierre de campus son tácticas que, aunque presentadas como necesarias, en realidad sirven para alejar a los estudiantes y profesores de los foros de debate y la crítica constructiva.
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La resistencia de los estudiantes frente a estas medidas ha sido formidable. A pesar de la represión, han surgido nuevas protestas, más grandes y determinadas, demostrando que la voluntad de luchar por los derechos académicos y la libertad de expresión no puede ser silenciada fácilmente. Estos jóvenes, lejos de ser los extremistas que algunos pretenden mostrar, son defensores de una educación que desafía, que pregunta y que no se conforma con menos.
El péndulo de la historia
La situación en Columbia es un microcosmos de un problema mayor que afecta a universidades en toda la nación. Este nuevo McCarthyismo, aunque vestido con las ropas de la modernidad y la preocupación por la seguridad, no es más que una vieja estrategia de control y represión. Si la historia nos ha enseñado algo, es que estos períodos de contracción de las libertades suelen ser seguidos por fuertes reacciones en defensa de los derechos fundamentales. La pregunta ahora es cuánto estarán dispuestos a tolerar estudiantes y profesores antes de que el péndulo de la historia vuelva a oscilar hacia la libertad.
La creciente confrontación entre las autoridades universitarias y sus comunidades no es un fenómeno aislado, sino un reflejo de las tensiones políticas y culturales que se extienden en forma de protesta universitaria en EE.UU. En este escenario, la universidad, tradicionalmente un bastión de pensamiento crítico y debate abierto, se convierte en un campo de batalla ideológico donde se ponen a prueba los valores de la democracia.
Antisemitismo como arma política
La utilización del antisemitismo como arma política para reprimir la protesta universitaria en EE.UU., tiene un impacto profundo no solo en aquellos directamente involucrados, sino también en la integridad académica y la libertad de expresión en general. Al etiquetar como «antisemita» cualquier crítica hacia políticas específicas o acciones del Estado, se limita severamente el espectro de lo que se considera aceptable en el discurso público. Este fenómeno no es exclusivo de las protestas relacionadas con la guerra en Gaza o las políticas de Israel, sino que se extiende a una variedad de temas donde el desacuerdo es visto como peligroso o incluso subversivo.
Además, el papel de los medios de comunicación y de figuras políticas en la formación de la narrativa sobre las protestas universitarias no puede subestimarse. La cobertura mediática, a menudo sensacionalista y polarizada, contribuye a un ambiente de miedo y desconfianza que trasciende los muros del campus. Al mismo tiempo, la presencia de políticos que utilizan estos incidentes para avanzar sus propias agendas políticas agrava la situación, convirtiendo a las universidades en escenarios de luchas de poder más amplias.

Censura y represión
Este uso estratégico de la represión y la censura refleja un deseo preocupante de controlar el pensamiento y la expresión en espacios que deberían promover precisamente lo contrario. La enseñanza y la investigación se ven amenazadas por un clima en el que preguntar, desafiar y explorar nuevas ideas se convierte en un acto de resistencia. Alí está el germen de la protesta universitaria en EE.UU.,
La respuesta de la comunidad universitaria ante estos desafíos es crucial. La solidaridad entre estudiantes, profesores y otros miembros de la comunidad académica es fundamental para enfrentar estas presiones. A través de foros, publicaciones y protestas, la comunidad universitaria está luchando por reclamar su espacio como centro de libre pensamiento.
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Gran creatividad y renovación
Finalmente, la historia nos muestra que las épocas de represión suelen ser también tiempos de gran creatividad y renovación. Las protestas en Columbia y en otras universidades de EE.UU. no solo son un símbolo de resistencia, sino también un catalizador para el cambio. Al cuestionar las estructuras de poder y alzar la voz contra la injusticia, los estudiantes están no solo defendiendo su derecho a la educación, sino también participando activamente en la formación del futuro político y social de su país.
Así, mientras algunos ven la protesta universitaria en EE.UU. como una amenaza, otros las reconocen como una afirmación vital de los derechos y responsabilidades que conlleva la ciudadanía activa en una sociedad democrática. En un mundo donde el control sobre la palabra y la idea se vuelve cada vez más restrictivo, la lucha en los campus de Estados Unidos es un recordatorio poderoso de la importancia de la libertad, no solo académica, sino también personal y colectiva. Este nuevo McCarthyismo, lejos de sofocar el espíritu crítico y la protesta, puede estar inadvertidamente sembrando las semillas de un nuevo despertar.