Milei y su vicepresidenta, no se entiende, no congenian y a veces se traicionan

Milei y su vicepresidenta parecen estar librando una batalla silenciosa pero constante, una guerra fría dentro del gobierno argentino que, sin necesidad de ataques directos, deja al descubierto fisuras insalvables. Javier Milei, el ultraderechista presidente argentino, y Victoria Villarruel, su segunda al mando, han mostrado repetidamente que la relación entre ambos está lejos de ser armoniosa. Sus diferencias políticas y personales se han vuelto cada vez más evidentes, marcadas por desaires públicos, críticas que se filtran a los medios y redes sociales, y una falta de comunicación que agrava la ya complicada gestión gubernamental. Villarruel, relegada en muchas decisiones, ha quedado confinada en su despacho del Senado, sintiéndose traicionada por un Milei que rompió su promesa de entregarle el control de dos ministerios clave: Defensa y Seguridad.

Federico Rivas Molina y Javier Lorca, periodistas argentinos de amplia trayectoria, han capturado la esencia de este conflicto en su reportaje para EL PAÍS de España titulado “Javier Milei y su vicepresidenta, Victoria Villarruel: crónica de un conflicto que crece”. Rivas Molina, corresponsal en Argentina para el medio desde 2016, cuenta con un máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona y una licenciatura en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires. Lorca, por su parte, es un veterano en la cobertura política argentina. Ambos describen un escenario en el que las tensiones entre el presidente y su vicepresidenta afectan la gestión del gobierno, que pierde apoyos en el Congreso mientras sus dos principales figuras luchan por imponer sus agendas.

Colisión entre Milei y su vicepresidenta

Milei y su vicepresidenta representan dos facciones distintas de la derecha argentina. Milei, quien se ha autoproclamado como el destructor de “la casta” y un ferviente liberal, ha enfocado su discurso en desmantelar el Estado y sus instituciones. En contraste, Villarruel se identifica con una línea más conservadora, una herencia de su entorno familiar militar y su abierta crítica a las políticas de derechos humanos establecidas en la Argentina postdictadura. Su rol como vicepresidenta parecía encajar durante la campaña electoral, cuando ambos mostraban una unidad de propósitos. Sin embargo, la realidad del poder ha demostrado que sus diferencias son profundas y no están dispuestos a ceder.

Sus diferencias políticas y personales se han vuelto cada vez más evidentes, marcadas por desaires públicos, críticas que se filtran a los medios y redes sociales, y una falta de comunicación que agrava la ya complicada gestión gubernamental. Ilustración MidJourney

La discordia comenzó a escalar tras la toma de posesión del gobierno en diciembre pasado. Milei, lejos de cumplir con el acuerdo de cederle a Villarruel el control de los ministerios de Defensa y Seguridad, asignó estas carteras a aliados de la alianza de centroderecha, desatando la frustración de su vicepresidenta. Desde entonces, el malestar se ha traducido en una serie de desencuentros y cortocircuitos que se hacen cada vez más evidentes. En el entorno de Villarruel, muchos se quejan de que no tienen incidencia sobre lo que ocurre en el Senado, y el tratamiento preferencial que recibe el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, es visto como una ofensa directa hacia ella.

Los cantos racistas

Milei y su vicepresidenta han tenido que lidiar con situaciones incómodas, como la defensa pública de Villarruel a los futbolistas argentinos que habían hecho cantos racistas, un episodio que obligó al Ejecutivo a distanciarse rápidamente de sus declaraciones para evitar tensiones diplomáticas antes de una visita oficial a Francia. El equipo cercano a Villarruel culpa a Milei y a su círculo íntimo, en especial a su hermana Karina Milei y a Santiago Caputo, un asesor sin cargo formal, pero con mucha influencia, de los “fuegos amigos” y de no anticiparles las decisiones importantes. La relación entre Karina y Villarruel ha sido descrita por la vicepresidenta como complicada, dejando a Javier Milei “en medio como un pobre jamoncito”.

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El conflicto entre Milei y su vicepresidenta no solo afecta la dinámica interna del gobierno, sino que también ha tenido repercusiones en la capacidad de gestión del Ejecutivo. En el último mes, el oficialismo perdió dos bancas en el Congreso debido a disputas relacionadas con decisiones impulsadas por ambos líderes, demostrando la fragilidad de su coalición. Las decisiones tomadas unilateralmente por Milei han dejado a Villarruel aislada, y la vicepresidenta ha respondido buscando fortalecer su propia imagen recorriendo el interior del país y promocionándose como una representante de la derecha de “buenos modales”, en contraste con el estilo confrontacional de Milei.

No están sintonizados

Milei y su vicepresidenta no solo chocan en sus estilos de liderazgo, sino también en sus prioridades políticas. Mientras Milei se enfoca en reducir el tamaño del Estado y en llevar adelante una agenda económica ultraliberal, Villarruel está inmersa en su lucha por redefinir la memoria histórica del país, un tema que ha generado divisiones incluso dentro de su propio partido. Su defensa de los militares y su insistencia en revisar los crímenes de la dictadura como parte de una guerra civil la han llevado a confrontar a Milei en más de una ocasión, especialmente cuando el presidente se ha visto forzado a tomar distancia de sus polémicas declaraciones.

Las diferencias entre Milei y su vicepresidenta se han convertido en un tema recurrente en la agenda mediática y política de Argentina, lo que evidencia un gobierno fracturado y sin una línea de mando clara. A medida que el Ejecutivo continúa perdiendo apoyo en el Congreso, la relación entre los dos líderes parece deteriorarse sin remedio. Las promesas de campaña se han desvanecido, y con ellas, la esperanza de una cooperación efectiva entre el presidente y su segunda al mando. La presidencia de Milei avanza con tropiezos, y Villarruel, lejos de ser una figura decorativa, se ha consolidado como una oposición interna que amenaza con desestabilizar aún más a un gobierno ya de por sí debilitado.

Ambos describen un escenario en el que las tensiones entre el presidente y su vicepresidenta afectan la gestión del gobierno, que pierde apoyos en el Congreso mientras sus dos principales figuras luchan por imponer sus agendas. Ilustración MidJourney.

Ultraderecha argentina fracturada

El conflicto entre Milei y su vicepresidenta no solo es una lucha de poder, sino también un reflejo de las fracturas ideológicas dentro de la ultraderecha argentina. Mientras Milei continúa su cruzada contra lo que él denomina “la casta”, Villarruel se mantiene firme en su defensa de un pasado militar que muchos en Argentina prefieren dejar atrás. La falta de entendimiento entre ambos no solo pone en riesgo la gobernabilidad, sino que también plantea interrogantes sobre el futuro de su alianza política y su capacidad para sostenerse en el poder.

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La tensión creciente entre estos dos personajes ha generado un clima de incertidumbre no solo dentro del gobierno, sino también entre sus seguidores, que empiezan a cuestionar la capacidad de ambos para liderar de manera efectiva. Analistas políticos coinciden en que esta relación fracturada podría tener consecuencias graves para la estabilidad del país, especialmente si las desavenencias continúan escalando. Algunos sugieren que la falta de comunicación y los choques de intereses entre Milei y Villarruel podrían desencadenar una crisis política mayor, que podría desembocar en la parálisis legislativa o, en el peor de los casos, en un colapso del gobierno. Mientras tanto, los ciudadanos argentinos observan con creciente preocupación cómo las diferencias entre el presidente y su vicepresidenta no solo afectan la gestión diaria, sino que también amenazan con desvirtuar las promesas de cambio con las que ambos llegaron al poder.

 

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