Las élites de Venezuela de todos los tiempos son responsables del desastre de ese país

El desastre en que se ha convertido Venezuela tiene muchas raíces, pero una de las más profundas y determinantes es la actuación de las élites de Venezuela a lo largo de la historia. Desde la colonia hasta la contemporaneidad, las élites de Venezuela han jugado un papel crucial en la configuración de un país marcado por la desigualdad, la corrupción y la inestabilidad. Estas élites, lejos de trabajar por el bienestar común, han priorizado sus propios intereses, contribuyendo al deterioro de una nación que alguna vez fue prometedora.

José Antonio Gil Yepes, un sociólogo venezolano de renombre y presidente de la encuestadora Datanálisis entre 1989 y 2011, ha sido una voz crítica y analítica sobre el papel de las élites en el país. En su reciente columna para el diario El Universal titulada «¿Cómo construir confianza?», Gil Yepes aborda la necesidad de superar los extremismos y construir confianza para el desarrollo de una sociedad estable y próspera. Según Gil Yepes, la falta de comunicación y de negociaciones efectivas entre las diversas élites ha sido un factor clave en la perpetuación de la crisis venezolana.

Despropósito de las élites de Venezuela

Las élites de Venezuela, en su lucha por el poder y la riqueza, han dejado de lado la construcción de una visión compartida de país. En su lugar, han fomentado un ambiente de desconfianza y división. La partidocracia, que dominó la política venezolana durante décadas, se convirtió en un campo de batalla donde las élites políticas, empresariales, militares y sindicales competían ferozmente por cuotas de poder. Este conflicto interno no solo debilitó las instituciones, sino que también exacerbó la pobreza y la exclusión social.

élites de Venezuela
Uno de los problemas más graves generados por las élites de Venezuela ha sido la falta de una verdadera democracia participativa. La imposición de objetivos y reglas por parte de una minoría dominante ha creado un ambiente de autoritarismo y extremismo que impide el desarrollo de una sociedad basada en la confianza y la colaboración. Ilustración MidJourney

Uno de los problemas más graves generados por las élites de Venezuela ha sido la falta de una verdadera democracia participativa. La imposición de objetivos y reglas por parte de una minoría dominante ha creado un ambiente de autoritarismo y extremismo que impide el desarrollo de una sociedad basada en la confianza y la colaboración. Como menciona Gil Yepes, en su artículo «El Reto de las Élites», publicado en 1978, el verdadero desafío para las élites venezolanas es ponerse de acuerdo en una visión de país y construir instituciones que reflejen ese acuerdo. Sin embargo, ese consenso nunca se logró.

Gobiernos autoritarios y populistas

La situación se agrava con la polarización extrema que caracteriza la política venezolana. La alternancia de gobiernos autoritarios y populistas ha contribuido a la desconfianza generalizada entre los ciudadanos y las instituciones. Este ciclo de polarización y conflicto ha llevado a una erosión continua de la confianza social, un factor que Gil Yepes identifica como crucial para el desarrollo sostenible. En su análisis, Gil Yepes destaca que los países desarrollados se caracterizan por altos niveles de confianza y capital social, mientras que los países subdesarrollados, como Venezuela, padecen de baja confianza y alta conflictividad.

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La corrupción es otro mal endémico asociado a las élites de Venezuela. La apropiación indebida de recursos públicos y la corrupción sistemática han drenado las arcas del Estado, impidiendo la inversión en infraestructura y servicios públicos esenciales. Esta corrupción no solo empobrece al país, sino que también perpetúa la desigualdad y la injusticia social. Los casos de corrupción han involucrado a figuras políticas de alto nivel, empresarios y militares, demostrando cómo las élites han utilizado su posición de poder para beneficio propio.

Una miopía selectiva

Además de la corrupción, la falta de planificación y de visión a largo plazo ha sido una constante en la gestión de las élites de Venezuela. Las políticas cortoplacistas y populistas han sustituido a las estrategias de desarrollo sostenibles, resultando en un país con infraestructura deteriorada, servicios públicos ineficientes y una economía dependiente de la renta petrolera. La falta de diversificación económica es un ejemplo claro de cómo las élites no han sabido o no han querido invertir en el futuro del país.

Las élites de Venezuela también han fallado en fomentar un verdadero sentido de pertenencia y cohesión nacional. La falta de un proyecto inclusivo que reúna a todos los sectores de la sociedad ha generado una fragmentación social profunda. Los movimientos de protesta y las manifestaciones populares son indicativos de una sociedad que no se siente representada por sus líderes y que demanda un cambio estructural.

Ocupados en medrar

El enfoque en la lucha por el poder ha impedido a las élites de Venezuela abordar los problemas fundamentales que afectan al país, como la pobreza, la educación y la salud. La inversión en estos sectores es crucial para el desarrollo de una sociedad justa y equitativa, pero ha sido constantemente ignorada o mal gestionada. Las políticas públicas han sido utilizadas como herramientas de control social más que como mecanismos de desarrollo, perpetuando así un ciclo de dependencia y subdesarrollo.

élites de Venezuela
La corrupción es otro mal endémico asociado a las élites de Venezuela. La apropiación indebida de recursos públicos y la corrupción sistemática han drenado las arcas del Estado, impidiendo la inversión en infraestructura y servicios públicos esenciales. Esta corrupción no solo empobrece al país, sino que también perpetúa la desigualdad y la injusticia social. Ilustración MidJourney.

Gil Yepes propone un cambio de paradigma basado en la construcción de confianza y en la participación activa de todos los sectores de la sociedad. En su artículo «¿Cómo construir confianza?», sugiere que la clave para superar los extremismos y el autoritarismo radica en establecer relaciones horizontales y participativas. La confianza se construye cuando los acuerdos son respetados y los beneficios se distribuyen de manera equitativa. Esto requiere un compromiso real por parte de las élites de Venezuela para dejar de lado sus diferencias y trabajar juntos por el bien común.

Sudáfrica en los años 90

Un ejemplo exitoso de este enfoque es el proceso de transformación en Sudáfrica a principios de los años 90. La liberación de Nelson Mandela y el establecimiento de un gobierno de unidad nacional fueron posibles gracias a las negociaciones y a la voluntad de las élites sudafricanas de encontrar un terreno común. Este proceso de planificación transformativa, como lo llama Adam Kahane en su libro «Transformative Scenario Planning», podría servir de modelo para Venezuela. La clave está en convocar a representantes de todos los sectores, observar la realidad, construir escenarios posibles y actuar conjuntamente para transformar el sistema.

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Las élites de Venezuela han sido responsables en gran medida del desastre que vive el país. Su incapacidad para trabajar juntas, su enfoque en el poder y la riqueza, y su falta de visión a largo plazo han contribuido a una crisis que parece no tener fin. Sin embargo, como sugiere Gil Yepes, todavía hay esperanza si se logra construir confianza y establecer un diálogo verdadero entre todos los sectores. El futuro de Venezuela depende de la capacidad de sus élites para reconocer sus errores y trabajar juntos en la construcción de un país más justo y próspero.

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