Brasil está dispuesta a medrar en el río revuelto que ha formado la creciente tensión comercial entre China y los Estados Unidos, cuyas consecuencias trascienden los meros indicadores económicos para redefinir el tablero geopolítico global. En un momento en que las grandes potencias ensanchan sus diferencias a través de guerras arancelarias, desacuerdos diplomáticos y estrategias de desacoplamiento productivo, Brasil parece haber encontrado una ventana de oportunidad. En vez de escoger bando o dejarse arrastrar por las mareas del conflicto, el país suramericano elige navegar con astucia en las turbulentas aguas internacionales, aplicando una neutralidad geopolítica calculada que, combinada con una diplomacia comercial agresiva, le permite ofrecerse como alternativa viable para cadenas de suministro globales en reconfiguración.
Este escenario fue detalladamente analizado por Armando Álvares García Junior, profesor titular de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) desde 2011, en su artículo publicado en el portal The Conversation, bajo el título: “Guerra arancelaria: la neutralidad geopolítica combinada con una diplomacia comercial activa abre oportunidades para Brasil”. Álvares García Junior, con más de cuarenta monografías publicadas y participación en múltiples revistas científicas indexadas, presenta una tesis convincente: la guerra comercial, especialmente agudizada con las medidas arancelarias impuestas por el expresidente Donald Trump desde abril, genera un espacio singular para que Brasil fortalezca su rol en el comercio global.
También puedes leer: ¿Inmigración, Venezuela y China son los objetivos centrales de la OEA?: Bienvenido Albert Ramdin

Brasil está dispuesta a medrar
Los nuevos aranceles, que llegan hasta el 54% contra China y 20% contra la Unión Europea, obligan a Estados Unidos a rediseñar sus cadenas de valor, dejando atrás a antiguos aliados económicos en busca de proveedores menos comprometidos en la disputa. Es en este contexto que Brasil está dispuesta a medrar. No sólo ha sido favorecido con un nivel arancelario menor al 10% en sus exportaciones hacia Estados Unidos, sino que su estructura económica, basada en la diversidad productiva, le permite responder con agilidad a la demanda que antes absorbían actores ahora penalizados por las políticas proteccionistas estadounidenses.
Brasil, como lo argumenta el profesor Álvares García Junior, tiene una base exportadora suficientemente robusta como para cubrir los vacíos creados por la confrontación. Su agroindustria, que ya abastece al mercado estadounidense con productos clave como soja, carne, café y frutas, se posiciona como un proveedor fiable en un entorno cada vez más volátil. Además, sectores como el mineral de hierro, la pulpa, los textiles y las autopartes, al no estar sujetos a los aranceles más severos, pueden escalar su participación en las cadenas productivas norteamericanas y europeas, afectadas por los sobrecostos impuestos a sus proveedores tradicionales.
La cosecha de a neutralidad
Brasil está dispuesta a medrar en la medida en que se mantenga al margen del conflicto hegemónico entre las dos grandes potencias, capitalizando en vez de padecer las consecuencias del desacoplamiento comercial. Su postura de neutralidad, lejos de ser una simple abstención, representa una estrategia diplomática activa que busca posicionar al país como eje de estabilidad, proveedor confiable y socio comercial de bajo riesgo. Esta estrategia cobra mayor sentido cuando se considera el interés renovado de las multinacionales en diversificar sus fuentes de producción ante el incremento de costos en China y Europa.
Los flujos de inversión extranjera directa empiezan a girar en dirección a países considerados seguros, versátiles y abiertos a acuerdos sectoriales. Según el Monitor de Tendencias de Inversión de la UNCTAD, Brasil se ha reinstalado entre los diez principales destinos de inversión industrial global, con énfasis en sectores como la energía, los alimentos procesados y la tecnología agrícola. Estas inversiones no sólo generan empleos y fortalecen el aparato productivo nacional, sino que consolidan a Brasil como una plataforma estratégica para abastecer mercados regionales y extrarregionales sin estar atado al conflicto geopolítico que erosiona a otras economías emergentes.
También puedes leer: Chevron vuelve a Venezuela
Una estratégica puerta giratoria
Brasil está dispuesta a medrar porque entiende que las grandes transformaciones globales también pueden ser catalizadores de crecimiento si se leen con pragmatismo. El acuerdo Mercosur-Unión Europea, en proceso de ratificación, es una herramienta que puede abrir nuevas puertas a productos brasileños en mercados de alto valor agregado. Del mismo modo, los esfuerzos de la Confederación Nacional de la Industria para expandir tratados bilaterales con Asia y América del Norte son pasos clave para consolidar una inserción comercial que va más allá de la coyuntura actual.
El rediseño de las rutas comerciales no se limita al intercambio de bienes. También supone un nuevo equilibrio en las finanzas internacionales. Las tensiones entre China y Estados Unidos han generado volatilidad monetaria, aumento en la demanda de activos refugio como el oro, y una recomposición de las carteras de inversión globales. En este sentido, la estabilidad institucional de Brasil, pese a sus tensiones internas, aparece como un valor añadido. La previsibilidad, en tiempos de caos, se convierte en moneda fuerte. Y Brasil, al mostrarse como un país dispuesto a jugar en todos los tableros sin casarse con ninguno, puede atraer tanto inversiones conservadoras como proyectos de expansión productiva.

El baluarte de la cooperación
Brasil está dispuesta a medrar en este nuevo orden global no desde la confrontación, sino desde la conveniencia. Mientras otros países deben tomar partido, renunciar a mercados o reformular toda su diplomacia, Brasil se presenta como interlocutor de todos y adversario de ninguno. Esa flexibilidad, que en otras épocas podría haber parecido debilidad, hoy es una ventaja estructural. El país suramericano logra estar presente en múltiples esquemas de cooperación sin comprometer su autonomía ni su capacidad de negociación.
Naturalmente, este escenario también presenta riesgos. La inflación importada, los cambios en la demanda global o una posible recesión en los países centrales podrían mermar las oportunidades que hoy se presentan. Sin embargo, como señala un estudio de la Fundación Getulio Vargas, la elasticidad de las exportaciones brasileñas a los cambios en el comercio internacional permite anticipar beneficios incluso en contextos adversos. Esa capacidad de adaptación, sumada a una visión estratégica del comercio exterior, es lo que permitirá a Brasil convertir una crisis global en una etapa de consolidación económica.
También puedes leer: Los BRICS+ encontraron a su mejor vendedor de imagen: La Casa Blanca
Brasil ofrece equilibrio y oportunidad
Brasil está dispuesta a medrar, no sólo porque se le abre una puerta, sino porque ha aprendido a empujar otras. El nuevo juego comercial no será definido en las cumbres entre Washington y Pekín, sino en la acción silenciosa pero efectiva de países que, como Brasil, saben colocarse en el lugar justo cuando los gigantes deciden pelear. No se trata de aprovecharse del conflicto, sino de entender sus implicaciones y responder con políticas públicas que potencien las fortalezas nacionales. En un mundo donde cada vez más se paga por la estabilidad, Brasil ofrece algo aún más raro: equilibrio con oportunidad.
El informe de la UNCTAD sobre comercio y desarrollo lo resume con claridad: Brasil es uno de los pocos países en desarrollo con capacidad de expandir su base exportadora sin comprometer su balanza externa. Esa afirmación, respaldada por datos del Banco Mundial y del FMI, legitima la estrategia brasileña. No es improvisación, es cálculo. No es oportunismo, es adaptación. Y en esa diferencia radica la posibilidad de transformar lo que para otros es un río revuelto en un canal de crecimiento.
Brasil está dispuesta a medrar, y lo hará con la lógica de quien entiende que las crisis no son para los que esperan, sino para los que se mueven. La guerra arancelaria redefinirá alianzas, cadenas y poderes. Pero también abrirá espacios para los actores intermedios que, con prudencia y audacia, decidan actuar. Brasil ya ha comenzado. El mundo, quizás sin quererlo, le ha dado su momento.