Durante catástrofes climáticas como en Brasil, salvar vidas es tarea de todos

En momentos de crisis climática, como los recientes eventos en Brasil, la solidaridad humana se pone a prueba. La vasta nación sudamericana se ha enfrentado a una serie de desafíos ambientales que han requerido una respuesta rápida y efectiva para salvar vidas. En Rio Grande do Sul, un estado brasileño conocido por su diversidad cultural y natural, las recientes inundaciones han dejado un rastro de devastación que no se había visto en décadas. Este escenario ha catalizado una movilización sin precedentes de diversas redes de solidaridad que, juntas, han trabajado incansablemente para mitigar los efectos de esta catástrofe.

Las científicas que crearon los datos para este análisis son, Lara Ramos, junto con sus colegas Erica Dias y Leda Gitahy, todas estudiantes de Doctorado en Política Científica y Tecnológica en la Universidad Estadual de Campinas, han documentado meticulosamente en su artículo para The Conversation, cómo estas redes han fortalecido la ayuda no solo a nivel local, sino también en los territorios más vulnerables. Bajo el título «Redes de solidaridad refuerzan la ayuda a los pueblos indígenas y quilombolas en Rio Grande do Sul», describen una realidad donde aproximadamente el 80% de los municipios del estado han sido afectados de alguna manera por las inundaciones.

Brasil pasado por agua

Estos desastres, descritos por el Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático como «la peor catástrofe socioambiental de la historia de Rio Grande do Sul«, han afectado directa o indirectamente a más de 1.3 millones de personas. Frente a la lenta respuesta gubernamental, las comunidades, organizaciones no gubernamentales y movimientos sociales han tomado la iniciativa. Un ejemplo destacado es la «Missão Sementes de Solidariedade», que se reactivó para enfrentar las recientes inundaciones. Esta iniciativa se ha centrado en las poblaciones campesinas, coordinando esfuerzos desde la recolección de información hasta la distribución de donaciones.

En Brasil, la experiencia acumulada durante la pandemia de COVID-19 ha demostrado la capacidad de estas redes para organizar rápidamente recursos y voluntarios. El mapa colaborativo, una iniciativa de la Universidad Federal del ABC, identificó más de 2,200 acciones solidarias en todo el país, tan solo doce meses después del primer caso confirmado de COVID-19.

Estos desastres, descritos por el Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático como «la peor catástrofe socioambiental de la historia de Rio Grande do Sul», han afectado directa o indirectamente a más de 1.3 millones de personas. Frente a la lenta respuesta gubernamental, las comunidades, organizaciones no gubernamentales y movimientos sociales han tomado la iniciativa. Ilustración MidJourney

Las comunidades indígenas y quilombolas, históricamente invisibilizadas, han sido las más impactadas. Organizaciones como la Articulação dos Pueblos Indígenas do Brasil (APIB) y la Coordinación Nacional de Articulación de Comunidades Rurales Quilombolas Negras (CONAQ) han sido fundamentales en la coordinación de esfuerzos para proporcionar alimentos y garantizar la seguridad alimentaria en estos territorios.

Solidaridad y resistencia

Estas redes de solidaridad no solo han demostrado ser eficaces en la entrega de ayuda inmediata, sino también en fomentar una resistencia a largo plazo contra los desafíos socioambientales. La campaña «Cuidar es Resistir» del Foro de Comunidades Tradicionales de Angra-Paraty-Ubatuba es un claro ejemplo de cómo la solidaridad puede mantenerse activa y adaptarse a las nuevas crisis, asegurando la distribución de alimentos y otros recursos esenciales.

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Este enfoque de base, que integra el conocimiento local con el apoyo externo, sugiere un modelo más sostenible y efectivo de gestión de desastres. Es una prueba de que la solidaridad y la colaboración entre diferentes sectores de la sociedad pueden no solo salvar vidas, sino también preparar a las comunidades para futuras catástrofes. En Brasil, la respuesta a la crisis climática ha demostrado que cuando las personas unen fuerzas, la capacidad de recuperación es enormemente potenciada, lo que refuerza la idea de que salvar vidas es, en verdad, tarea de todos.

En este contexto de crisis, la relevancia de las redes de solidaridad se expande aún más allá de las respuestas inmediatas, hacia la construcción de una sociedad más resiliente y preparada para enfrentar desafíos futuros. En Brasil, la diversidad y la magnitud de las acciones solidarias reflejan un profundo compromiso con la vida y el bienestar comunitario que se extiende por todo el país.

Muchos movimientos sociales

El ejemplo de la campaña «Cuidar es Resistir» no es un caso aislado. Otras iniciativas, como las coordinadas por el Movimiento de Afectados por Represas (MAB) y el Movimiento de Pequeños Agricultores (MPA), han mostrado una capacidad similar para movilizar recursos y apoyo en momentos críticos. Estas organizaciones no solo proporcionan ayuda material, sino que también trabajan para unificar la información y mejorar la comunicación entre las comunidades afectadas y las autoridades, facilitando así una respuesta más coordinada y efectiva.

Brasil
Estas acciones colectivas ilustran cómo el conocimiento local y la experiencia comunitaria son indispensables en la lucha contra las catástrofes climáticas. Contrariamente a los enfoques tradicionales que a menudo centralizan la toma de decisiones, estas redes demuestran que la descentralización y la participación activa de las comunidades pueden llevar a soluciones más efectivas y duraderas. Ilustración MidJourney.

Más allá de la acción inmediata, estas redes también trabajan en la prevención y la preparación para futuras catástrofes. La integración de conocimientos locales con estrategias desarrolladas en colaboración con instituciones científicas y tecnológicas ofrece un enfoque más holístico y adaptado a las necesidades específicas de cada comunidad. Este enfoque colaborativo no solo es vital para responder eficazmente a los desastres naturales, sino también para implementar soluciones de mitigación y adaptación al cambio climático a mediano y largo plazo.

La labor de estas redes en Brasil también resalta la importancia de la visibilidad y el reconocimiento de comunidades tradicionalmente marginadas. Las comunidades indígenas y quilombolas, por ejemplo, no solo son reconocidas como víctimas de desastres, sino también como actores clave en la gestión de recursos naturales y en la implementación de prácticas sostenibles que pueden ayudar a toda la sociedad a adaptarse a nuevas realidades ambientales.

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Ser local lleva ventajas

Estas acciones colectivas ilustran cómo el conocimiento local y la experiencia comunitaria son indispensables en la lucha contra las catástrofes climáticas. Contrariamente a los enfoques tradicionales que a menudo centralizan la toma de decisiones, estas redes demuestran que la descentralización y la participación activa de las comunidades pueden llevar a soluciones más efectivas y duraderas.

Finalmente, el papel de estas redes en Brasil sirve como un recordatorio vital de que, durante catástrofes climáticas, salvar vidas es una tarea de todos. No se trata solo de la respuesta inmediata, sino también de la construcción de una sociedad que valore la equidad, la inclusión y la sostenibilidad. Las experiencias durante las inundaciones en Rio Grande do Sul y otros desafíos similares refuerzan la idea de que la solidaridad, más allá de ser una respuesta emocional a la crisis, es un componente esencial de cualquier estrategia efectiva de gestión de desastres y adaptación climática.

 

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