China invierte en defensa militar para ser líder de un mundo que no ha aprendido nada

En un contexto global marcado por incertidumbres y cambios acelerados, China intensifica su inversión en defensa militar. Esta estrategia no solo refleja una aspiración a la seguridad nacional, sino que también subraya la ambición del gigante asiático de liderar en un mundo que parece repetir los errores de su pasado. A pesar de los avances en conocimiento y tecnología, la sombra de la confrontación bélica sigue siendo un fantasma recurrente en la historia de la humanidad.

Lluc Vidal y Damián Tuset Varela, académicos de la Universitat Oberta de Catalunya y de la Universidad de Jaén respectivamente, argumentan que el ascenso de China como una superpotencia global es un fenómeno que debe ser analizado más allá de las cifras económicas o los logros tecnológicos. Ellos postulan que, detrás de cada revolución mundial, siempre ha habido un componente de conflicto. Esta premisa es explorada a profundidad en su obra publicada por The Conversation, titulada “China, firme candidata a destronar a EE. UU. en el campo tecnológico y geopolítico”.

China debe defenderse

China ha emergido como un formidable rival en múltiples frentes: económico, tecnológico y ahora militar. Según datos del 2022, el país se posiciona como la segunda fuerza militar más poderosa del mundo, justo detrás de Estados Unidos. Este aumento sostenido del gasto en defensa refleja una política clara del Partido Comunista Chino (PCCh) de no solo proteger sus logros, sino de asegurar una posición dominante en el futuro geopolítico global.

China
Lluc Vidal y Damián Tuset Varela, académicos de la Universitat Oberta de Catalunya y de la Universidad de Jaén respectivamente, argumentan que el ascenso de China como una superpotencia global es un fenómeno que debe ser analizado más allá de las cifras económicas o los logros tecnológicos. Ellos postulan que, detrás de cada revolución mundial, siempre ha habido un componente de conflicto. Ilustración MidJourney

La inversión en defensa militar de China va de la mano con su avance tecnológico. Sectores como la inteligencia artificial, la biotecnología, y la computación cuántica son solo algunas de las áreas donde China ha hecho inversiones significativas. Estos esfuerzos no solo buscan mejorar la competitividad económica del país, sino también reforzar su capacidad militar, dándole una ventaja en una posible confrontación futura.

Las estrategias de modernización militar de China también incluyen un componente innovador en áreas como la ciberdefensa y la guerra electrónica. Estas capacidades son cruciales para enfrentar los retos de un mundo cada vez más digitalizado y conectado, donde los conflictos no necesariamente ocurren en campos de batalla tradicionales, sino en el ciberespacio.

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¿Evolución de la humanidad?

La pregunta que surge es si la humanidad ha aprendido algo de su pasado. La inversión en conocimiento y desarrollo debería ser una vía hacia la paz y la cooperación, no hacia la preparación para el conflicto. Sin embargo, la realidad sugiere que los países sienten la necesidad de armarse para proteger sus intereses y logros. Es un ciclo aparentemente interminable de avances y amenazas, donde cada innovación lleva consigo la sombra de la militarización.

El liderazgo de China en la próxima revolución tecnológica y su ascenso como potencia militar plantea un escenario complejo. Si bien podría llevar al país a una posición de dominio global, también pone en relieve la persistente realidad de que el poder y la influencia a menudo se construyen sobre la capacidad de disuasión y defensa.

El aumento de las tensiones entre China y Estados Unidos, especialmente en el contexto de la competencia tecnológica, es indicativo de cómo las grandes potencias continúan viendo la supremacía militar como un pilar fundamental de su estrategia global. Esta dinámica no solo afecta a estas dos naciones, sino que tiene implicaciones para todo el orden mundial, desafiando la idea de un progreso humano enfocado en la paz y la colaboración.

Nuestras tendencias destructivas

A medida que China continúa invirtiendo en su aparato militar, el mundo observa y se pregunta si alguna vez aprenderemos a transcender nuestras tendencias más destructivas. La historia nos muestra que detrás de cada gran avance hay también la posibilidad de conflictos. Así, mientras China prepara su liderazgo en un mundo tecnológicamente avanzado y geopolíticamente incierto, queda la reflexión sobre si podemos, como humanidad, encontrar un camino diferente, uno que finalmente se aparte del patrón de innovación seguida de confrontación.

China
La comunidad internacional se encuentra, por lo tanto, en un punto crítico. La creciente militarización de China y su paralela ascensión como potencia tecnológica exigen una nueva forma de diplomacia y cooperación internacional. Ilustración MidJourney.

Este dilema no es único a nuestra era, pero la escala y el impacto global de las decisiones de China lo hacen particularmente significativo. Con su crecimiento económico y militar, China no solo está redefiniendo su posición en el mundo, sino que también está desafiando la estructura de poder establecida, liderada durante mucho tiempo por Estados Unidos. Este desafío no se limita a los campos económicos y tecnológicos, sino que extiende su influencia a las esferas política y cultural, redefiniendo las normas internacionales y las expectativas regionales.

Cero dependencia

La estrategia de China hacia la autosuficiencia tecnológica es quizás el ejemplo más claro de cómo las ambiciones nacionales pueden tener repercusiones globales. Al perseguir la independencia en áreas críticas como la fabricación de semiconductores y la inteligencia artificial, China no solo busca liberarse de la dependencia de proveedores extranjeros, sino también establecerse como líder en la definición de los estándares tecnológicos del futuro. Esta dirección estratégica es tanto una medida defensiva como un acto de asertividad en la arena global.

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Además, el enfoque de China en la innovación y la defensa muestra una comprensión profunda de que el poder militar y económico del siglo XXI estará indisolublemente ligado a la tecnología. La inversión en capacidades militares avanzadas, como drones y sistemas de armas autónomas, no solo busca equilibrar la superioridad tecnológica de sus rivales, sino también garantizar un papel preponderante en las discusiones internacionales sobre la regulación y el uso de estas tecnologías.

Carrera armamentista

Sin embargo, esta acumulación de poder también genera preocupaciones. A medida que China fortalece su postura militar y amplía su arsenal tecnológico, otros países, especialmente aquellos en su periferia, sienten la necesidad de seguir el ritmo, lo que podría llevar a una carrera armamentista regional. Este fenómeno no solo es peligroso en términos de potencial militar, sino que también puede desviar recursos de áreas vitales como la educación y la salud, perpetuando así ciclos de desconfianza y confrontación.

La comunidad internacional se encuentra, por lo tanto, en un punto crítico. La creciente militarización de China y su paralela ascensión como potencia tecnológica exigen una nueva forma de diplomacia y cooperación internacional. Las naciones deben encontrar maneras de dialogar y cooperar en asuntos de defensa y tecnología, no solo para evitar conflictos, sino también para asegurar que los avances tecnológicos se utilicen para beneficio colectivo y no como herramientas de poder geopolítico.

Innovar es una fuerza para el bien

En última instancia, el desafío para China y para el mundo es determinar cómo las nuevas capacidades tecnológicas y militares pueden coexistir con la necesidad de seguridad global y estabilidad. Mientras China sigue invirtiendo en su maquinaria de defensa, el resto del mundo debe considerar cómo responder no solo en términos de igualar el poder militar, sino también cómo fomentar un ambiente que privilegie la cooperación sobre la confrontación.

La lección que nos deja este análisis es clara: aunque la historia ha demostrado repetidamente que los avances tecnológicos pueden conducir a conflictos, también proporciona ejemplos de cómo la innovación puede ser una fuerza para el bien. La pregunta que queda entonces es si podemos aprender de nuestro pasado y construir un futuro donde la tecnología y el poder militar se utilicen para unir en lugar de dividir, para construir en lugar de destruir. Solo entonces podríamos decir que hemos aprendido realmente de nuestras lecciones históricas y estamos listos para liderar en un mundo que ha cambiado, esperanzadamente, para mejor.

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