¿Deseas ser un político popular?: Insulta, madrea y portate mal.

Ser un político popular hoy parece menos complicado que nunca: solo basta un insulto lanzado al oponente, un comentario incendiario o, mejor aún, una mentira repetida hasta convertirse en viral. Si lo que buscas es convertirte en un político popular, quizás tu mejor estrategia sea abandonar la corrección política, renunciar a las formas y adoptar el lenguaje hostil y provocador. Esta es, al menos, la preocupante conclusión a la que llega un estudio reciente sobre cómo la visibilidad pública en redes sociales está condicionada por el contenido tóxico y falso emitido por legisladores.

La investigadora Yu-Ru Lin, profesora asociada en la Escuela de Computación e Información de la Universidad de Pittsburgh y directora académica y de investigación del Instituto de Derecho, Política y Seguridad Cibernética (Pitt Cyber), presentó recientemente en el portal de divulgación científica The Conversation un artículo titulado: «Un estudio revela que algunos políticos que comparten información dañina más clics». En este trabajo, Lin y su equipo analizaron casi cuatro millones de tuits y medio millón de publicaciones en Facebook realizadas por más de 6.500 legisladores estatales de EE.UU. UU. entre 2020 y 2021. Lin, reconocida experta en dinámica social computacional, advierte que el contenido falso y agresivo logra, paradójicamente, mejores resultados en términos de visibilidad pública, medidos a través de interacciones como «me gusta», comentarios y compartidos.

Qué hace un político popular

El deseo de convertirse en un político popular no es exclusivo de nuestra época, pero sí parece haber cambiado la receta para lograrlo. Las plataformas digitales han generado una paradoja inquietante: recompensan la incivilidad y la desinformación con mayor protagonismo mediático. Según Yu-Ru Lin, los algoritmos de las redes sociales, diseñados para priorizar contenidos que emocionan o enfurecen, favorecen indirectamente la aparición de políticos que usan deliberadamente estrategias agresivas y mensajes tóxicos para captar la atención del público.

El deseo de convertirse en un político popular no es exclusivo de nuestra época, pero sí parece haber cambiado la receta para lograrlo. Las plataformas digitales han generado una paradoja inquietante: recompensan la incivilidad y la desinformación con mayor protagonismo mediático. Ilustración MidJourney

Aunque el camino hacia ser un político popular mediante la difusión de contenido dañino pueda parecer tentador, Lin y su equipo descubrieron matices importantes en sus hallazgos. Por ejemplo, mientras los legisladores republicanos en Estados Unidos obtuvieron una mayor visibilidad al compartir información falsa o poco creíble, este efecto no se replicó necesariamente entre sus pares demócratas. Esto sugiere que la reacción del público a la toxicidad en redes sociales depende también de las expectativas ideológicas de los votantes.

Un arma de doble filo

Sin embargo, para un político popular en potencia, el lenguaje agresivo o grosero también puede ser un arma de doble filo. El estudio revela que, a pesar de que la desinformación impulsa la popularidad en ciertos círculos, el lenguaje incívico o insultante generalmente tuvo el efecto contrario, especialmente entre legisladores con posturas ideológicas más extremas. Este hallazgo indica que, aunque el lenguaje hostil pueda generar visibilidad temporal, también puede producir rechazo en un sector importante de la audiencia, limitando así la posibilidad de mantener una base de apoyo amplia y duradera.

Tambièn puedes leer: Trump, Musk y Tate: masculinidades tóxicas frente al declive demográfico

Convertirse en un político popular en la era digital implica, por lo tanto, jugar con fuego. Las redes sociales como Facebook y X (antes Twitter) son campos de batalla en los que el objetivo inmediato de muchos políticos es simplemente «sobresalir». Esta lucha por la atención, alimentada por algoritmos que recompensan la provocación, está erosionando el debate político saludable y profundizando la polarización social. La consecuencia más grave de este fenómeno es que dificulta a los ciudadanos diferenciar información confiable de la falsa, debilitando la confianza pública en las instituciones democráticas.

¿Y la salud democrática?

Ser un político popular mediante estas estrategias podría parecer efectivo a corto plazo, pero Yu-Ru Lin y su equipo advierten que estas tácticas tienen serias implicaciones para la salud democrática. En su investigación también encontraron que el contenido dañino amplifica las divisiones políticas, favoreciendo la radicalización y el enfrentamiento constante. Este ciclo perverso, donde los políticos ganan popularidad a costa de la calidad del discurso público, amenaza con dañar irreparablemente el tejido social y democrático de países como Estados Unidos, pero el fenómeno es global y visible en distintas regiones del mundo.

Para complicar aún más la situación, Yu-Ru Lin indica que muchos legisladores estatales operan bajo el radar mediático nacional. Esto facilita la difusión de mensajes engañosos o tóxicos sin enfrentar el mismo escrutinio que reciben figuras nacionales o grandes influencers. Así, las mentiras o provocaciones no solo prosperan, sino que encuentran terreno fértil para establecerse como estrategias políticas regulares. Este contexto se agrava en un entorno donde muchas plataformas digitales han reducido recientemente sus esfuerzos de moderación, favoreciendo aún más la proliferación de contenido incendiario.

Un político popular, históricamente, era aquel capaz de empatizar con las demandas ciudadanas, mostrar liderazgo en tiempos de crisis y representar ideales compartidos por amplios sectores sociales. Hoy, en cambio, el concepto parece corrompido por una lógica de mercado en la que el espectáculo prevalece sobre el contenido, el insulto sobre la propuesta y la mentira sobre la verdad. Ilustración MidJourney.

El algorritmo y sus cosas

Frente a este panorama, ¿qué queda para quienes aún aspiran a convertirse en un político popular sin recurrir a la toxicidad? Lin propone que las soluciones pasan por ajustes en las plataformas digitales, estrategias educativas sobre alfabetización mediática y una mayor responsabilidad por parte de líderes políticos. Sin embargo, los cambios tecnológicos o regulatorios podrían llegar tarde si la sociedad no rechaza activamente la provocación y la mentira como herramientas válidas para el éxito político.

Un político popular, históricamente, era aquel capaz de empatizar con las demandas ciudadanas, mostrar liderazgo en tiempos de crisis y representar ideales compartidos por amplios sectores sociales. Hoy, en cambio, el concepto parece corrompido por una lógica de mercado en la que el espectáculo prevalece sobre el contenido, el insulto sobre la propuesta y la mentira sobre la verdad. Según la investigación de Yu-Ru Lin, revertir esta tendencia no será sencillo ni inmediato, especialmente mientras los algoritmos siguen premiando a quienes recurren a tácticas que, aunque efectivas en atraer clics, perjudican profundamente la democracia.

Tambièn puedes leer: Tiranía arancelaria de los EE.UU. afecta la soberanía de naciones como España y Venezuela

Falsedad en la política

Finalmente, cabe preguntarse si ser un político popular mediante estas tácticas realmente conduce al éxito electoral sostenible o si, por el contrario, se trata de una victoria efímera que eventualmente desgasta y desprestigia a quienes la emplean. Lo cierto es que, mientras la tentación de la popularidad fácil a través del insulto y la falsedad siga dominando el panorama político digital, el futuro de la política seguirá peligrosamente comprometido.

La decisión de convertirse en un político popular bajo estas circunstancias recae no solo en los candidatos, sino también en los ciudadanos, quienes deben elegir si premian con atención y votos a aquellos que adoptan conductas tóxicas, o si optan por líderes que promueven debates constructivos y honestos. El estudio de Lin es una clara advertencia: mientras los políticos obtengan recompensas inmediatas por mal comportamiento, continuarán actuando mal. La sociedad tendrá que decidir si sigue premiando estas prácticas o reclamando un modelo político diferente, más sano y responsable.

Related articles

- Publicidad -spot_imgspot_img
spot_imgspot_img

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí