El lunes pasado, mientras el comisario europeo de Comercio y un alto funcionario de la Comisión Europea aterrizaban en Washington con la esperanza de frenar una inminente guerra comercial, en un diálogo en Signal se confirmaba lo que para muchos era solo una sospecha amarga: a Estados Unidos, o al menos a la actual Casa Blanca republicana, le vale madre Europa. Esa conversación, sostenida entre el vicepresidente J. D. Vance y el secretario de Defensa Pete Hegseth, y filtrada por error a un periodista, no deja lugar a dudas. “Detesto tener que rescatar a los europeos otra vez”, escribió Vance. “Comparto plenamente el rechazo a los gorrones europeos. Patético”, respondió Hegseth. El lenguaje soez y condescendiente, muy lejos del tono diplomático habitual entre aliados, deja claro que la relación transatlántica está no solo en crisis, sino en una franca ruptura ideológica.
La responsable de dar a conocer esta revelación ha sido María R. Sahuquillo, jefa de la delegación de EL PAÍS en Bruselas. Sahuquillo, con una carrera consolidada cubriendo Europa del Este, la guerra en Ucrania y ahora el progresivo aislamiento europeo frente al eje Washington-Moscú, tituló su reportaje: “Patéticos” y “gorrones”: Europa constata el desprecio de la nueva Casa Blanca con la filtración del chat del equipo de Trump. En su trabajo, revela cómo esa filtración desde Signal se ha convertido en una suerte de radiografía del desprecio estadounidense hacia sus socios europeos, dejando claro que la administración Trump no busca una negociación ni una reconciliación con la UE, sino marcar distancia y redefinir un nuevo orden mundial donde Europa no ocupa lugar privilegiado.
El diálogo en Signal es antieuropeo
En efecto, lo perturbador del caso no es tanto el tono arrogante, sino el contexto en el que se produce. La conversación filtrada en el canal privado de Signal se dio mientras se discutía un ataque de EE.UU. contra milicias hutíes en Yemen, con el objetivo declarado de reabrir la navegación en el mar Rojo. Según el equipo de Trump, esa operación beneficiaría principalmente a Europa, por lo que proponían exigir alguna forma de compensación al viejo continente. Esa lógica mercantilista, en la que incluso la seguridad global se negocia como un trueque económico, marca una diferencia radical con el modelo de alianzas sostenidas por valores comunes y cooperación que definió a Occidente durante más de medio siglo. El diálogo en Signal no hace sino mostrar que, para Washington, ya no hay espacio para la empatía estratégica ni para la solidaridad internacional.

Lo que más alarma a Bruselas es la indiferencia con que se ha tratado el vínculo transatlántico. Para los diplomáticos europeos, las palabras del equipo de Trump no son simplemente “comentarios desafortunados”, sino evidencia de una estrategia deliberada de distanciamiento. Como relata Sahuquillo, las fuentes comunitarias consultadas han pedido anonimato para comentar un tema de tanta sensibilidad, pero sus valoraciones son inequívocas: esto no es un accidente, es un cambio estructural. “Es indignante, y más llegando de la Administración estadounidense”, lamenta una fuente. Otra va más allá y señala que no hay grandes canales de comunicación con EE.UU., a pesar de los esfuerzos por evitar represalias arancelarias. En ese sentido, el diálogo en Signal solo reafirma lo que ya muchos temían: la Unión Europea ha sido reducida a un actor prescindible en la lógica geopolítica estadounidense.
Son gorrones y patéticos
Lo más simbólico es que este desprecio se articula en paralelo con una ofensiva discursiva contra los valores europeos. Como documenta el profesor Alberto Alemanno, investigador en la Universidad de Harvard, Trump y su vicepresidente Vance no han ocultado su animadversión hacia la UE. De hecho, Vance utilizó la Conferencia de Seguridad de Múnich, uno de los foros más prestigiosos del mundo en materia de defensa y diplomacia, para lanzar un ataque ideológico contra Europa. Allí, no solo cuestionó su papel geopolítico, sino también su modelo democrático. Y como si eso fuera poco, ahora planea visitar Groenlandia, territorio autónomo del reino de Dinamarca, sin invitación formal, alimentando la idea de que para EE.UU., las normas y protocolos que definen la cooperación internacional también han dejado de importar. Todo esto alimenta la percepción creciente en Bruselas de que a Washington le vale madre Europa, incluso si eso implica dinamitar décadas de entendimiento y estabilidad.
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El desprecio filtrado en el diálogo en Signal no ha hecho más que catalizar una conclusión largamente incubada entre los tecnócratas europeos: la era de la dependencia estratégica de Estados Unidos ha terminado. Ya no se trata solo de cuestiones de gasto en defensa, donde Trump ha acusado repetidamente a Europa de no aportar lo suficiente a la OTAN. Ahora se trata de algo más profundo: la legitimidad misma del proyecto europeo está bajo ataque. Cuando desde Washington se habla de “gorrones” y “patéticos”, no solo se desprecia una política comercial o una alianza militar, se desacredita el concepto de integración continental que inspiró a la Unión Europea. Es una ruptura cultural antes que económica, un cisma que amenaza con deshacer el delicado equilibrio global.
Acerca de la utilidad inmediata
En este escenario, el diálogo en Signal se convierte en una fuente primaria que documenta un cambio de época. No es casual que el error de haber incluido a un periodista de The Atlantic en el grupo de Signal se haya convertido en un detonante geopolítico. Lo que debía ser una charla informal entre miembros del círculo más íntimo del presidente Trump reveló sin tapujos lo que muchos ya intuían: que Europa no solo ha dejado de ser prioridad para Washington, sino que ha sido activamente marginada. La filtración expuso no solo el lenguaje interno, sino también la visión estratégica que hoy domina la Casa Blanca: un mundo de suma cero, sin aliados permanentes, donde cada actor debe justificar su existencia en términos de utilidad inmediata.
Lo que queda en el aire, tras leer los mensajes del diálogo en Signal, es una pregunta urgente: ¿cómo reaccionará Europa? Las opciones no son muchas, pero todas implican redefinir su papel en el mundo. Algunos analistas proponen acelerar una política común de defensa que reduzca la dependencia de la OTAN. Otros sugieren impulsar tratados comerciales que la liberen del chantaje arancelario estadounidense. Pero lo más importante es lo simbólico: Europa necesita creerse a sí misma como una potencia independiente. Porque si algo ha dejado claro esta crisis, es que Estados Unidos ya no está interesado en liderar el mundo libre. Está más interesado en facturarlo.

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A pesar del golpe, Bruselas aún mantiene cierta esperanza de reconducir la situación. Pero incluso los más optimistas reconocen que el vínculo transatlántico ya no será el mismo. La imagen de dos altos funcionarios europeos viajando a Washington solo para enterarse, vía filtración, de que son considerados “patéticos” por sus anfitriones, quedará grabada en la memoria institucional de la UE. El mensaje ha sido recibido. No hay vuelta atrás. La indiferencia ha sido confirmada por un diálogo en Signal que expuso la verdadera cara de una potencia en retirada de su papel tradicional. Para Europa, el reto ahora no es evitar el desprecio estadounidense, sino aprender a sobrevivir sin su amparo. Porque si algo ha quedado claro con esta filtración, es que, a Estados Unidos, al menos bajo Trump, le vale madre Europa y el mundo.