Israel parece estar en un punto sin retorno en su enfrentamiento con los grupos militantes de Hamás y Hezbolá. Ambos movimientos, que durante décadas han representado la resistencia armada contra el Estado israelí, se han convertido en el objetivo de una campaña militar intensificada. Israel, en su firmeza y bajo una presión cada vez mayor de su propia sociedad y de ciertos sectores del gobierno, parece decidido a cobrar «su libra de carne» de Hamás y Hezbolá, una venganza que trasciende el ámbito militar para adentrarse en una guerra emocional y política. Lo que sorprende, sin embargo, es que, aunque Estados Unidos podría no estar del todo de acuerdo con las tácticas israelíes, parece resignado a proporcionar la ayuda necesaria para asegurar que Israel logre sus objetivos, aunque esto implica su participación indirecta en una escalada aún. alcalde.
Este análisis, basado en las observaciones de la corresponsal Macarena Vidal Liy para el diario EL PAÍS, pone en perspectiva las tensiones actuales en el Oriente Medio. Vidal Liy, reconocido periodista con años de experiencia cubriendo conflictos en la región, publicó recientemente un reportaje titulado “EE UU presiona a Israel en Nueva York para que acepte el plan de alto el fuego temporal en Líbano”. En dicho texto, Vidal Liy analiza cómo Estados Unidos, a pesar de las presiones diplomáticas, no ha logrado que Israel acepte un alto al fuego con Hezbolá en la frontera libanesa, lo que refleja la complicada relación entre los dos países, aliados pero no siempre. en la misma sintonía.
Hamás y Hezbolá en el tablero
La situación de Hamás y Hezbolá en el conflicto actual es compleja. A lo largo de los años, ambos grupos se han adaptado a los continuos ataques israelíes, modificando sus tácticas y buscando apoyo de aliados externos, como Irán. Sin embargo, la determinación de Israel de destruir por completa la capacidad militar de estos movimientos no ha disminuido. De hecho, según diversas fuentes militares, el gobierno israelí ha intensificado sus operaciones, con la clara intención de causar un daño estructural irreparable en las infraestructuras y liderazgo de Hamás y Hezbolá. A nivel doméstico, Israel ha logrado justificar estos ataques como medidas de seguridad nacional. Sin embargo, en el ámbito internacional, la narrativa es más ambigua.

Los recientes esfuerzos diplomáticos de Estados Unidos, liderados por el secretario de Estado Antony Blinken, han puesto de aliviar la creciente preocupación de Washington por las implicaciones regionales del conflicto. En reuniones recientes en los márgenes de la Asamblea General de la ONU, funcionarios estadounidenses subrayaron el riesgo inaceptable de una escalada en toda la región si los enfrentamientos continúan. Aunque Hezbolá ha mantenido un perfil relativamente bajo en comparación con Hamás, su capacidad para desestabilizar aún más la frontera entre Líbano e Israel ha generado una sensación de urgencia en las conversaciones diplomáticas. No obstante, la obstinación israelí parece ser un obstáculo importante para cualquier resolución diplomática en el corto plazo. Israel no está dispuesto a ceder en su demanda de tomar represalias contundentes de Hamás y Hezbolá, lo que complica los esfuerzos de mediación.
Washington es amboivalente
El enfoque estadounidense hacia este conflicto está marcado por la contradicción. Por un lado, el presidente Joe Biden ha sido un firme defensor de la seguridad de Israel, manteniendo el compromiso de apoyar a su aliado más cercano en la región. Sin embargo, dentro de la administración Biden hay voces que argumentan que el apoyo incondicional a Israel podría empeorar la situación, en especial si el país sigue ignorando las propuestas de tregua. En su artículo, Vidal Liy menciona que Estados Unidos ha presentado un plan de tregua de 21 días en el Líbano, respaldado por Francia y varios países árabes. No obstante, hasta ahora ni Israel ni Hezbolá han mostrado interés en aceptar el plan, lo que deja la puerta abierta a una continuación del conflicto.
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La dinámica entre Hamás, Hezbolá e Israel no puede ser entendida sin tener en cuenta las tensiones geopolíticas más amplias. Irán, principal patrocinador de ambos movimientos, juega un papel crucial en esta ecuación. Con Teherán dispuesto a respaldar las acciones de Hezbolá en el Líbano, y con su influencia en Gaza a través de Hamás, el conflicto corre el riesgo de convertirse en una guerra regional más amplia, algo que tanto Israel como Estados Unidos buscan evitar, aunque con diferentes estrategias. Israel quiere neutralizar por completo la amenaza de Hamás y Hezbolá, mientras que Estados Unidos prefiere una solución diplomática que evite un enfrentamiento mayor.
Tel Aviv no dobla el brazo
A lo largo de su reportaje, Macarena Vidal Liy subraya cómo el Gobierno de Estados Unidos ha intentado, sin éxito, lograr que Israel acepte una tregua en Gaza. Después de diez meses de intentos fallidos, parece que Washington ha optado por un enfoque más pragmático, aceptando que Israel seguirá con sus operaciones militares mientras se mantienen las hostilidades. Sin embargo, la reticencia de Estados Unidos a apoyar una escalada total es evidente. Funcionarios del Pentágono han advertido sobre el riesgo de una guerra indiscriminada en la región, una guerra que podría resultar devastadora tanto para Israel como para el Líbano.

En este contexto, queda claro que Israel busca no solo una victoria militar sobre Hamás y Hezbolá, sino también una especie de reivindicación histórica. Los años de conflictos intermitentes, bombardeos y ataques han creado un ciclo de venganza que, aunque emocionalmente comprensible para muchos israelíes, ha provocado críticas en el exterior. Sin embargo, en la narrativa interna israelí, Hamás y Hezbolá son vistos como enemigos existenciales que deben ser erradicados para asegurar la supervivencia del Estado.
Estados Unidos está atrapado
Mientras tanto, Estados Unidos se encuentra atrapado en una situación incómoda. A pesar de su deseo de moderar las acciones israelíes y de evitar una escalada, Washington no puede permitirse distanciarse demasiado de su aliado más cercano en el Oriente Medio. Al final del día, parece que la Casa Blanca se ve obligada a apoyar, aunque a regañadientes, las operaciones israelíes, manteniendo un equilibrio frágil entre la diplomacia y la asistencia militar.
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Así, mientras los ataques continúan y las negociaciones parecen estancadas, la región sigue bajo la amenaza constante de una mayor escalada. Israel quiere de Hamás y Hezbolá “su libra de carne”, y aunque Estados Unidos preferiría otro camino, parece dispuesto a proporcionar el apoyo necesario para que Israel logre sus objetivos.

