Hacer política con “palabrotas” es la nueva normalidad de cara a las redes sociales

La política con “palabrotas” se ha convertido en un fenómeno omnipresente en el discurso político contemporáneo, especialmente en el contexto de las redes sociales. Este estilo de comunicación, caracterizado por el uso de insultos y lenguaje vulgar, ha redefinido la manera en que los políticos se dirigen a sus audiencias, buscando captar la atención de un público cada vez más disperso y saturado de información.

Laura Teruel, profesora de Periodismo de la Universidad de Málaga, aborda este tema en su reciente material académico alojado en el portal The Conversation, titulado: “¿Cuál es el límite del insulto en política?”. Teruel recopila una lista variopinta de insultos utilizados por los políticos españoles, que incluye términos como «felón», «bruja», «facha» y «miserable». Según ella, estos insultos, que podrían parecer sacados de una telenovela, son ahora comunes en los medios, las redes sociales e incluso en el Congreso y el Senado de España.

Política con palabrotas

El uso de la política con palabrotas no es simplemente un reflejo del lenguaje callejero adoptado por los políticos para conectar con el electorado. Es una estrategia deliberada para movilizar y polarizar la opinión pública. Los insultos no sólo buscan descalificar al adversario, sino también anularlo como contrincante político. Esta táctica se ha vuelto más prominente con la evolución de las estrategias de comunicación política, que ahora deben adaptarse a la inmediata y brevedad impuesta por las redes sociales.

política con palabrotas
El uso de la política con palabrotas no es simplemente un reflejo del lenguaje callejero adoptado por los políticos para conectar con el electorado. Es una estrategia deliberada para movilizar y polarizar la opinión pública. Los insultos no sólo buscan descalificar al adversario, sino también anularlo como contrincante político. Ilustración MidJourney

La evolución del lenguaje político en España, desde el “mariposón” de Alfonso Guerra hasta el “manda huevos” de Federico Trillo, muestra cómo los políticos han adaptado su discurso a los nuevos tiempos y medios. Teruel señala que los insultos implican agresividad y emotividad, lo que los convierte en herramientas efectivas en un entorno comunicativo donde los discursos deben ser cortos y memorables. Esta tendencia es particularmente evidente para las generaciones más jóvenes, que han crecido consumiendo información política a través de las redes sociales y otros medios digitales.

Simplificación del discurso

La política con palabrotas también refleja una mutación en la forma de los debates políticos. En contraste con los debates televisivos de los años ochenta, donde el tiempo y el lenguaje especializado permitían argumentos extensos y complejos, los debates actuales son fragmentados y medidos al minuto. Las redes sociales han exacerbado esta tendencia, obligando a los políticos a comunicar sus mensajes en 140 caracteres o en videos de 15 segundos, lo que resulta en una simplificación del discurso y una menor profundidad en la argumentación ideológica.

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El poder de las redes sociales en el discurso político no puede subestimarse. Políticos de todo el espectro, desde Barack Obama hasta Donald Trump en Estados Unidos, y desde Santiago Abascal hasta Pedro Sánchez en España, han aprendido a utilizar estas plataformas para llegar a sus audiencias. La política con palabrotas se ha convertido en una herramienta eficaz en este entorno, donde la atención del público es un recurso escaso y valioso.

En un contexto donde casi la mitad de la población española consume información a través de las redes sociales, según datos citados por Teruel, los políticos no pueden permitirse ignorar estas plataformas. La economía de la atención y la multiplicidad de estímulos han llevado a una competencia feroz por captar el interés de la audiencia, y los insultos se han convertido en un recurso fácil y efectivo para lograrlo. Este enfoque ha resultado en un lenguaje político más extremo y polarizante.

Cercanía y autenticidad

La política con palabrotas no solo busca captar la atención del público, sino que también pretende presentar a los políticos como figuras cercanas y auténticas, que hablan el mismo lenguaje que la gente de a pie. El populismo ha exacerbado esta situación, utilizando el lenguaje vulgar como una forma de desafiar las normas institucionales. Esta estrategia ha demostrado ser efectiva en las elecciones, donde los políticos que emplean este estilo de comunicación han obtenido buenos resultados.

política con palabrotas
La política con palabrotas no solo busca captar la atención del público, sino que también pretende presentar a los políticos como figuras cercanas y auténticas, que hablan el mismo lenguaje que la gente de a pie. El populismo ha exacerbado esta situación, utilizando el lenguaje vulgar como una forma de desafiar las normas institucionales. Ilustración MidJourney.

Sin embargo, este fenómeno también tiene consecuencias negativas. El uso de insultos en la política conlleva una simplificación y empobrecimiento del debate ideológico. Además, incrementa la agresividad del discurso ciudadano sobre política, lo que ha llevado a un aumento de la polarización afectiva. Los insultos en la política no parecen ser una moda pasajera, sino una tendencia sistémica que refleja una carencia de recursos expresivos más elevados y una estrategia para obtener atención en un entorno de comunicación saturado.

En busca de penalizaciones

Laura Teruel argumenta que, mientras la ciudadanía no penalice el uso de insultos en la política, los políticos no encontrarán incentivos suficientes para dejar de utilizarlos. El descrédito de las instituciones políticas, evidenciado por estudios sociológicos, ha llevado a que los insultos sean percibidos como una crítica aceptable al sistema desde dentro. Este fenómeno ha sido documentado en los Diarios de Sesiones del Congreso y el Senado, donde los insultos solo se retiran si se ordena expresamente.

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La normalización de la política con palabrotas no solo afecta el discurso político, sino también la percepción pública de los políticos y la calidad del debate democrático. Teruel señala que este tipo de comunicación incrementa el nivel de agresividad y contribuye a un entorno polarizado, donde el diálogo constructivo se vuelve cada vez más difícil. Los políticos que emplean insultos como parte de su estrategia comunicativa pueden recibir gritos, insultos y amenazas en la calle, reflejando el impacto de su lenguaje en la sociedad.

La política con palabrotas se ha convertido en una nueva normalidad en el panorama político actual, especialmente en el contexto de las redes sociales. Este fenómeno, que combina la agresividad, la emotividad y la intencionalidad degradante, ha transformado la manera en que los políticos se comunican con sus audiencias. Si bien esta estrategia puede ser efectiva para captar la atención del público y movilizar la opinión, también conlleva riesgos significativos para la calidad del debate democrático y la cohesión social. Como sugiere Laura Teruel, es fundamental reflexionar sobre las implicaciones de este estilo de comunicación y buscar formas de promover un discurso político más respetuoso y constructivo.

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