Análisis financiero: La Casa Blanca de Biden está gastando dinero como marineros borrachos

Desde la llegada de Joe Biden a la presidencia, el enfoque fiscal de Estados Unidos ha sido objeto de escrutinio y debate intenso. Liz Peek, ex socia de Wertheim & Company y columnista para The Hill, ha criticado duramente la estrategia de gasto del gobierno actual, argumentando que la Casa Blanca, junto con sus aliados demócratas, está manejando el presupuesto federal con una liberalidad que roza la irresponsabilidad. Según Peek, este comportamiento ha sido poco destacado por figuras clave como el presidente de la Reserva Federal, Jay Powell, y la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, quienes, en su opinión, han optado por mantener sus posiciones a costa de la verdad económica.

En su artículo titulado «La verdad sale a la luz: Estados Unidos está pagando un alto precio por un desempeño superior», Peek detalla cómo el excepcional desempeño económico de Estados Unidos, aunque impresionante, está inflado por un exceso de gasto que no tiene en cuenta la sostenibilidad fiscal a largo plazo. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha expresado preocupaciones similares, señalando que, aunque el crecimiento económico reciente de Estados Unidos es destacable, se basa en «fuertes factores de demanda» que reflejan una postura fiscal desequilibrada.

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Joe Biden y la máquina del dinero

La crítica no termina aquí. Peek apunta a las políticas recientes, como el perdón de la deuda estudiantil que Biden ha impulsado, que se espera cueste a los contribuyentes unos 84 mil millones de dólares adicionales. Estas políticas, sostiene, no solo son cuestionables desde el punto de vista de su legalidad, como ha indicado recientemente la Corte Suprema, sino que también benefician desproporcionadamente a hogares de alto ingreso, a pesar de la retórica de Biden sobre hacer que los ricos paguen lo que les corresponde.

Biden también ha sido acusado de manipular las cifras de la deuda nacional. Aunque el presidente ha proclamado una reducción de la deuda nacional en 1 billón de dólares, la realidad es que la deuda total sigue siendo alarmantemente alta, con proyecciones que indican que podría ascender a 54 billones de dólares en una década, según la Oficina de Presupuesto del Congreso. Esta situación refleja un aumento considerable en el gasto federal, que actualmente representa casi el 25% del PIB, un aumento significativo desde los días previos a la pandemia.

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el presidente ha proclamado una reducción de la deuda nacional en 1 billón de dólares, la realidad es que la deuda total sigue siendo alarmantemente alta, con proyecciones que indican que podría ascender a 54 billones de dólares en una década, según la Oficina de Presupuesto del Congreso. Ilustración MidJourney

Un nivel de gasto insostenible

El enfoque de gasto de la administración Biden, aunque ha ayudado a mantener cierta estabilidad económica durante tiempos de crisis, como la pandemia de COVID-19, ha llevado a un nivel de gasto que Peek y muchos otros economistas consideran insostenible. Estados Unidos, a diferencia de otras economías grandes como las de la Unión Europea, ha optado por medidas fiscales más agresivas, que, si bien han estimulado el crecimiento a corto plazo, plantean serios riesgos para la estabilidad económica futura.

A medida que nos acercamos a las elecciones de noviembre, parece que Biden continuará utilizando la billetera federal para ganar el favor de los votantes, especialmente los jóvenes y aquellos descontentos con la dirección actual del país. Esta táctica, aunque pueda ser efectiva en términos de ganar votos, deja mucho que desear en términos de responsabilidad fiscal y equidad económica, arriesgando el futuro económico del país en un juego de política a corto plazo.

El uso de fondos federales en este tipo de políticas expansivas es un reflejo de una tendencia más amplia en la política estadounidense, donde el imperativo inmediato a menudo supera las consideraciones de prudencia fiscal a largo plazo. A medida que la nación continúa navegando por estas aguas económicas turbulentas, los votantes y los políticos tendrán que decidir qué tipo de futuro fiscal desean para Estados Unidos. Las elecciones de noviembre serán un referéndum no solo sobre Biden, sino también sobre su estrategia de gasto, que según Peek y otros críticos, es tan peligrosa como un marinero borracho al timón.

EE.UU.: Un desempeño engañoso

Mientras la administración Biden presume de superar a otras naciones en recuperación económica y estabilidad, Peek subraya que el desempeño superior de Estados Unidos es engañoso, impulsado principalmente por políticas fiscales que exacerban la deuda nacional y ponen en riesgo la sostenibilidad económica a largo plazo. Según la Tax Foundation, la respuesta fiscal de Estados Unidos a la crisis global ha sido una de las más expansivas entre los países industrializados, priorizando los estímulos directos sobre medidas más conservadoras como los préstamos y las ayudas empresariales que caracterizaron las respuestas de la Unión Europea.

El hecho de que la deuda federal estadounidense haya alcanzado niveles récord es una preocupación central en el discurso de Peek. Argumenta que la administración actual ha continuado una tendencia de gasto excesivo que comenzó bajo circunstancias excepcionales —la pandemia de COVID-19— pero que se ha extendido innecesariamente en el tiempo, transformando lo que podría haber sido un aumento temporal del gasto en una nueva norma insostenible.

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La discrepancia entre el optimismo oficial y las advertencias de economistas y analistas sugiere que el debate sobre el gasto fiscal y la deuda nacional será un tema crucial en los próximos años, especialmente a medida que se acerquen las elecciones y los ciudadanos evalúen el desempeño de Biden no solo en términos de resultados económicos inmediatos, sino también en su capacidad para asegurar la salud financiera a largo plazo de la nación. Ilustración MidJourney.

No fue la administración anterior

En sus comentarios, Peek también critica a Biden por atribuir irresponsablemente el aumento de la deuda a la administración anterior. Si bien es cierto que el gobierno de Donald Trump también enfrentó críticas por sus políticas fiscales, la actual administración ha tomado decisiones que han intensificado los problemas en lugar de resolverlos. Este punto refuerza la percepción de que, bajo la administración Biden, Estados Unidos podría estar comprometiendo su futuro económico por ganancias políticas a corto plazo.

Además, Peek menciona que la aparente desconexión entre la retórica de Biden y sus acciones es un factor que podría influir negativamente en la confianza pública. El presidente, alardeando de reducciones en la deuda nacional mientras preside un aumento sustancial de esta, presenta un desafío directo a la credibilidad de su administración. A esto se suma el problema de la distribución de la riqueza, donde las políticas supuestamente destinadas a ayudar a los más necesitados terminan beneficiando a sectores de ingresos altos, como es el caso del perdón de deudas estudiantiles.

Este tipo de incongruencias en las políticas fiscales y económicas de Biden no solo son un tema de debate económico, sino que también resaltan las tensiones ideológicas y prácticas dentro del Partido Demócrata y entre el electorado estadounidense en general. Los votantes, enfrentados a la perspectiva de una economía inflada artificialmente, deben considerar si los enfoques actuales del gasto son sostenibles o si simplemente postergan problemas económicos más graves para el futuro.

Crisis fiscal en ciernes

Como observa Peek, mientras algunos sectores celebran los indicadores económicos actuales, otros advierten que Estados Unidos está avanzando hacia una crisis fiscal que podría tener efectos devastadores a largo plazo. La discrepancia entre el optimismo oficial y las advertencias de economistas y analistas sugiere que el debate sobre el gasto fiscal y la deuda nacional será un tema crucial en los próximos años, especialmente a medida que se acerquen las elecciones y los ciudadanos evalúen el desempeño de Biden no solo en términos de resultados económicos inmediatos, sino también en su capacidad para asegurar la salud financiera a largo plazo de la nación.

El análisis de Peek sobre el gasto de la administración Biden como comparativamente irresponsable plantea cuestiones importantes sobre la dirección económica de Estados Unidos. Mientras la administración actual continúa navegando por un período turbulento con una política de gasto audaz, el juicio final sobre su legado económico dependerá en gran medida de la capacidad del país para manejar las repercusiones a largo plazo de estas decisiones fiscales. La pregunta sigue siendo: ¿puede Estados Unidos permitirse seguir gastando como «marineros borrachos», o es hora de un reajuste serio en la forma en que maneja sus finanzas?

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