Acerca del viaje histórico de “sumercé” y cómo Altair Jaspe se enamoró del honorífico colombiano

En el corazón de Colombia, donde las montañas de los Andes se encuentran con el vibrante ritmo de Bogotá, un término resuena con una familiaridad y cariño que trasciende generaciones y clases sociales. “Sumercé”, una expresión arraigada en la historia colonial del país, ha encontrado un nuevo aliento en la voz de sus habitantes, convirtiéndose en un símbolo de respeto, afecto y una particular idiosincrasia colombiana. Este reportaje, inspirado por la curiosidad y la vivencia de Altair Jaspe, una venezolana que se mudó a Bogotá y se encontró fascinada por este honorífico, explora cómo “sumercé” ha trascendido su origen colonial para convertirse en un puente de conexión humana en la moderna Colombia.

La historia comienza con Julie Turkewitz, jefe de la oficina andina del New York Times, con sede en Bogotá, quien ha dedicado su carrera a cubrir el rico macramé de Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Perú, con un enfoque reciente en la migración. En su última obra para The New York Times en español, Turkewitz nos ofrece una mirada íntima a “Por qué algunos colombianos llaman a sus madres ‘sumercé’”, sumergiéndonos en un viaje a través de la historia y el significado contemporáneo de esta palabra.

Sumercé en historia del NYT

De acuerdo al NYT, Altair Jaspe, cuya historia personal sirve de hilo conductor en este reportaje, experimentó un choque cultural al mudarse de Venezuela a Bogotá. Acostumbrada a ser llamada “señora” o en su juventud “muchacha” o “chama”, Jaspe se encontró con un tratamiento que la transportaba a una era pasada: “sumercé”. Este honorífico, que inicialmente le pareció desfasado e incluso incómodo, evocaba imágenes de carretas y caballos, e insinuaba sombras de una época de servidumbre. Sin embargo, con el tiempo, Jaspe descubrió en “sumercé” una calidez y cercanía que desmentían su origen aristocrático.

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La historia comienza con Julie Turkewitz, jefe de la oficina andina del New York Times, con sede en Bogotá, quien ha dedicado su carrera a cubrir el rico macramé de Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Perú, con un enfoque reciente en la migración. Ilustración MidJourney

“Sumercé”, derivado de “su merced”, refleja una evolución lingüística fascinante. En la Bogotá de hoy, una metrópolis de ocho millones de personas, “sumercé” es omnipresente, no solo en el comercio diario sino también en el tejido social, desde la dinámica familiar hasta las interacciones más íntimas entre parejas. Claudia López, la última alcaldesa de Bogotá, y Andrea Echeverri, vocalista del reconocido grupo de rock Aterciopelados, son solo algunas de las figuras públicas que han incorporado “sumercé” en su lenguaje cotidiano, demostrando su adaptabilidad y vigencia.

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Bogotá en 1538

La historia de “sumercé” se entrelaza con la fundación de Bogotá en 1538 y su papel como centro de poder colonial. Aunque originalmente era un signo de cortesía en las relaciones institucionales y familiares, así como una marca de servidumbre, su significado ha evolucionado. Hoy, “sumercé” se celebra por su capacidad de transmitir respeto y afecto sin las connotaciones jerárquicas del pasado. Es más, se ha convertido en un elemento unificador en una sociedad marcada por profundas divisiones sociales y económicas.

A pesar de las críticas de algunos sectores que ven en “sumercé” una reliquia de un pasado colonial y servil, para la mayoría de los bogotanos y colombianos del centro del país, la expresión simboliza una forma de relación más horizontal y afectuosa. Jaspe, al igual que muchos otros, ha llegado a considerar a “sumercé” como una expresión de cariño casual, una manera de conectar con los demás en un nivel más humano y menos formal.

Más allá de la capital

La influencia de “sumercé” no se limita a Bogotá. En Boyacá, por ejemplo, se mantiene como un pilar de la comunicación familiar, ofreciendo un equilibrio entre el formalismo del “usted” y la informalidad del “tú”. Su persistencia y adaptabilidad son testimonio de la rica diversidad lingüística de Colombia, donde “sumercé” coexiste con otras formas de tratamiento como el “vos” en Cali y Medellín.

En el ámbito cultural, “sumercé” ha inspirado canciones, documentales y hasta moda, convirtiéndose en un símbolo de identidad colombiana. El rapero Wikama Mc, con su canción “Sumercé”, y Andrea Echeverri, con su estética punk, son ejemplos de cómo este término ha trascendido su significado original para reflejar una estética y sensibilidad únicas en la Colombia contemporánea.

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La incursión de “sumercé” en la cultura pop colombiana es un fenómeno que refleja la habilidad de este término para adaptarse y permanecer relevante en la sociedad contemporánea. Artistas y creadores de contenido han abrazado “sumercé” no solo como un elemento lingüístico, sino como un símbolo de identidad nacional. Ilustración MidJourney.

Mucho de la colombianidad

Este viaje a través de la historia y el significado de “sumercé” revela cómo un término puede transformarse y adaptarse, reflejando los cambios sociales y culturales de una nación. Para Altair Jaspe y muchos otros, “sumercé” no es solo una palabra; es un reflejo de la calidez, el respeto y la peculiaridad de la cultura colombiana. En un mundo que a menudo parece dividido por diferencias insuperables, “sumercé” nos recuerda el poder de las palabras para conectar, sanar y unir.

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La incursión de “sumercé” en la cultura pop colombiana es un fenómeno que refleja la habilidad de este término para adaptarse y permanecer relevante en la sociedad contemporánea. Artistas y creadores de contenido han abrazado “sumercé” no solo como un elemento lingüístico, sino como un símbolo de identidad nacional. En la música, el cine y las redes sociales, “sumercé” se celebra por su singularidad, convirtiéndose en una fuente de inspiración para obras que buscan capturar la esencia de lo colombiano. Esta adopción por parte de la cultura pop ha solidificado aún más su presencia en el imaginario colectivo, trascendiendo su uso cotidiano para convertirse en un ícono cultural.

Una palabra intrafamiliar

En las relaciones maritales, “sumercé” ha encontrado un lugar especial, sirviendo como un puente de comunicación que aporta respeto y ternura. Parejas de todas las edades utilizan este término para referirse al otro, enriqueciendo sus interacciones diarias con un toque de cortesía y afecto. Este uso no solo subraya la importancia de mantener la cortesía en la relación, sino que también añade una capa de cariño y respeto que fortalece el vínculo entre los cónyuges. “Sumercé”, en este contexto, es más que un pronombre; es una expresión de amor y aprecio.

Del mismo modo, “sumercé” ha impregnado las relaciones familiares y emotivas, ofreciendo una manera de expresar respeto y cariño entre generaciones. Padres e hijos, abuelos y nietos, todos encuentran en “sumercé” un término que equilibra la familiaridad con el respeto, creando un ambiente de afecto mutuo. Este uso trasciende la formalidad para convertirse en una expresión genuina de amor, demostrando cómo “sumercé” ha evolucionado para convertirse en un elemento esencial en la construcción de relaciones familiares sólidas y llenas de afecto en Colombia.

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