Europa se prepara para estar sola ante el regreso de Trump a la Casa Blanca

Europa, ese viejo continente que ha sido cuna de civilizaciones, enfrenta ahora un desafío moderno, pero profundamente arraigado en su historia reciente: la perspectiva de mantenerse sola ante un potencial regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. La reciente victoria de Trump en el caucus de Iowa no solo lo encamina a ganar la nominación presidencial republicana, sino que también ha activado las alarmas en los pasillos del poder europeo.

El primer ministro belga, Alexander De Croo, no se ha andado por las ramas al advertir en un discurso en el Parlamento Europeo sobre lo que esto podría significar. «Si en 2024 volvemos a tener ‘Estados Unidos primero’, más que nunca será Europa sola», dijo, destacando una preocupación creciente entre los líderes europeos. De Croo, una figura clave en la política europea, particularmente ahora que Bélgica ocupa la presidencia rotatoria del Consejo de la UE, pone de relieve la necesidad de que Europa se vuelva “más fuerte, más soberana, más autosuficiente”.

Europa debe blindarse

Este sentimiento no es nuevo. Ya en 2017, tras la primera victoria electoral de Trump, la entonces canciller alemana Angela Merkel expresó una inquietud similar: Europa no podía confiar únicamente en sus aliados. Pero hoy, con Trump como gran favorito para ganar la nominación presidencial del Partido Republicano, las preocupaciones se intensifican. La perspectiva de un segundo mandato de Trump ha alarmado a los funcionarios en las capitales de la UE desde que quedó claro que volvería a postularse para la Casa Blanca, en medio de preocupaciones de que perturbará el comercio y retirará el respaldo de Estados Unidos a los esfuerzos de seguridad europeos.

Europa
El primer ministro belga, Alexander De Croo, no se ha andado por las ramas al advertir en un discurso en el Parlamento Europeo sobre lo que esto podría significar. «Si en 2024 volvemos a tener ‘Estados Unidos primero’, más que nunca será Europa sola». Ilustración MidJourney

Thierry Breton, comisario europeo de Francia, reveló recientemente una afirmación preocupante de Trump en 2020: Estados Unidos “nunca” acudiría en ayuda de Europa si fuera atacada. Esta declaración, aunque podría ser hiperbólica, subraya la urgencia de que Europa desarrolle capacidades propias en defensa y seguridad.

En Alemania, los ecos de la advertencia de Merkel resuenan con fuerza. Katarina Barley, miembro de alto rango del socialdemócrata alemán del Parlamento Europeo, subraya que Europa necesita centrarse en sí misma. Trump es visto como un hombre que “no oculta su desprecio por la democracia” y “amenaza con volver a ser presidente”.

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Dicho en el periódico Tagesspiegel

Norbert Röttgen, un alto legislador de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania, va aún más lejos. En una entrevista con el periódico Tagesspiegel, argumentó que el gobierno alemán debe prepararse más intensamente que antes para el regreso de Trump a la Casa Blanca. Esto significa, según Röttgen, aumentar la producción de armas para que Ucrania pueda defenderse de un ataque ruso incluso sin la ayuda de Estados Unidos. «La libertad de Europa depende de ello», afirmó con contundencia.

La situación actual plantea un dilema complejo para Europa. Por un lado, hay una clara conciencia de la necesidad de fortalecer la autonomía y la capacidad de respuesta del continente frente a desafíos globales. Por otro lado, se enfrenta a la realidad de una historia compartida con Estados Unidos, un aliado histórico en asuntos de seguridad y comercio.

Seguridad, comercio y economía

La preocupación no se limita a la seguridad. El comercio internacional, vital para la economía europea, también podría verse afectado por un cambio en la política exterior estadounidense. La era de «Estados Unidos primero» de Trump ya había demostrado ser disruptiva para las relaciones comerciales transatlánticas, y un segundo mandato podría llevar a más incertidumbre y posibles tensiones.

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Katarina Barley, miembro de alto rango del socialdemócrata alemán del Parlamento Europeo, subraya que Europa necesita centrarse en sí misma. Ilustración MidJourney

Esta inquietud se extiende a la esfera de la diplomacia internacional. Europa ha trabajado durante años para posicionarse como un actor clave en la escena mundial, promoviendo valores como la democracia, los derechos humanos y el multilateralismo. Un cambio en la dirección política de EE. UU. podría desafiar estos esfuerzos, obligando a Europa a reevaluar sus alianzas y estrategias.

Los líderes europeos, por tanto, se ven en la necesidad de planificar escenarios futuros donde la dependencia de Estados Unidos sea menor. Esto implica una inversión significativa en capacidades de defensa, tecnología y energía, así como una revisión de las políticas comerciales y diplomáticas.

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Si hay cambio hay oportunidades

Pero este desafío también presenta oportunidades. La autosuficiencia y la soberanía europeas son objetivos que, si se logran, podrían fortalecer la unión y la identidad del continente. El esfuerzo por alcanzar una mayor independencia podría acelerar la integración europea en áreas clave como la defensa, la tecnología digital y la sostenibilidad ambiental.

A nivel político, el panorama es igualmente complejo. La Unión Europea, ya enfrentada a desafíos internos como el Brexit, la crisis migratoria y las tensiones políticas entre los estados miembros, debe ahora considerar cómo un cambio en la administración de EE. UU. podría afectar su cohesión interna y su papel en el mundo.

Europa se encuentra en una encrucijada histórica. La posibilidad de un regreso de Trump a la Casa Blanca no solo es un desafío externo, sino también una llamada a la acción interna. Es un recordatorio de que el continente debe estar preparado para defender sus intereses y valores, independientemente de los cambios en la política exterior de sus aliados tradicionales. La situación actual, aunque llena de incertidumbres, también ofrece una oportunidad única para que Europa se reafirme en el escenario mundial como un actor más independiente y resiliente. La respuesta a este desafío no solo definirá el futuro de la relación transatlántica, sino también el curso de la integración europea en las próximas décadas.

 

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