Los venezolanos en santuarios de EE.UU. enfrentan una dura realidad en medio de una crisis migratoria sin precedentes y el inminente regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. En ciudades como Chicago, consideradas durante años un refugio para migrantes, las promesas de seguridad y estabilidad se desmoronan ante la falta de recursos, la saturación de albergues y la creciente hostilidad social. Lo que alguna vez pareció un destino esperanzador ahora se presenta como un escenario de incertidumbre y desesperación, donde miles de refugiados luchan por adaptarse mientras enfrentan temperaturas extremas, hacinamiento y discriminación.
Elías Camhaji, reportero de EL PAÍS especializado en temas sociales y política internacional, documentó este drama humano en su reciente pieza titulada: «Refugios clausurados, negocios millonarios y vidas en riesgo: el drama de millas de venezolanos en plena crisis migratoria». Con un máster en Periodismo por la UAM-EL PAÍS, Camhaji ha realizado un trabajo de inmersión que exponen la complejidad del fenómeno migratorio. Su crónica relata las vivencias de Enrique González, un joven venezolano que, junto a su hermano y otros compatriotas, buscó refugio en un albergue en el barrio de Pilsen, solo para enfrentarse a la noticia de que el lugar estaba abarrotado y ya no podía recibir. más personas. Este tipo de relatos revela la cruda realidad detrás de las estadísticas migratorias y pone rostro a las historias de aquellos que intentan rehacer sus vidas en un contexto hostil.
Venezolanos en santuarios de EE.UU.
Los venezolanos en santuarios de EE.UU. han llegado en masa a ciudades como Chicago, un lugar que hasta hace poco era símbolo de políticas de puertas abiertas para los migrantes. Sin embargo, las tensiones políticas entre estados como Texas y las ciudades santuario se han derivado en la llegada masiva de autobuses repletos de migrantes, saturando los recursos disponibles. Desde agosto de 2022, más de 51.000 refugiados han llegado a la ciudad, siendo en su mayoría venezolanos. Esta afluencia ha colapsado los sistemas de acogida, dejando a muchas familias sin opciones de albergue y obligándolas a vivir en las calles o buscar refugio temporal en estaciones de policía y campamentos improvisados.

La situación ha empeorado con el cierre de decenas de refugios y la implementación de un nuevo sistema de acogida que ha reducido enormemente la capacidad de atención. Ahora, los migrantes deben compartir espacio con las personas sin hogar en albergues que ya no están diseñados para atender sus necesidades específicas. Alejandra Sierra, una venezolana que llegó con su familia buscando un futuro mejor, narra cómo la falta de empleo y el alto costo de la vivienda los han llevado a considerar el regreso a Caracas. Su testimonio refleja el impacto de las políticas públicas insuficientes que no logran atender las necesidades de una población vulnerable en constante crecimiento.
Pérdida de la reputación venezolana
Mientras tanto, la percepción pública hacia los migrantes venezolanos se ha deteriorado. En una sociedad polarizada donde el discurso antimigrante gana terreno, las tensiones entre comunidades inmigrantes se agravan. Muchos residentes latinos de mayor trayectoria en Estados Unidos sienten que los venezolanos reciben un trato privilegiado, generando resentimientos que complican aún más la integración de estos nuevos migrantes. Esta situación refleja un «juego de suma cero», como lo describen expertos, donde las carencias estructurales obligan a los más desfavorecidos a competir entre ellos por recursos escasos.
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La llegada inminente de Donald Trump al poder plantea nuevos desafíos para los venezolanos en santuarios de EE.UU. Su retórica de mano dura contra la inmigración y las promesas de limitar las políticas de acogida generan temor entre quienes ya se encuentran en una situación precaria. Josué Romero, un joven migrante que vive en un albergue en Chicago, expresa su preocupación por el futuro. «Vine aquí buscando seguridad, pero ahora parece que el panorama solo va a empeorar», comenta. Como muchos otros, Romero considera la posibilidad de trasladarse a Canadá en busca de mejores oportunidades.
Albergues y prevaricación
Las condiciones en los refugios también han sido objeto de escrutinio. El albergue de Pilsen, uno de los más grandes de Chicago, ha estado en el centro de la polémica debido a denuncias de condiciones insalubres y sobreprecios en los contratos de las empresas privadas que los operan. La muerte de Jean Carlos Martínez, un niño venezolano de cinco años, debido a una infección en el albergue, desató una ola de indignación y cuestionamientos sobre la gestión de estos espacios. Pese a las promesas de los funcionarios locales de mejorar las condiciones y renegociar contratos, los migrantes continúan enfrentando dificultades extremas para encontrar un lugar digno donde vivir.
La falta de permisos de trabajo y documentación legal es otro obstáculo significativo para los venezolanos en santuarios de EE.UU. Muchos, como Jesús Gómez, un joven de 20 años, expresan su frustración por el tiempo perdido y la falta de oportunidades para demostrar su capacidad laboral. Esta burocracia prolongada no solo dificulta la integración económica de los migrantes, sino que también perpetúa un ciclo de dependencia de las ayudas sociales, aumentando las tensiones con las comunidades locales.

Algunos lo han logrado
En este contexto, las historias de resiliencia son escasas, pero no inexistentes. Juan Carlos Santana, quien logró establecerse con su familia en un apartamento después de meses de lucha, demuestra que es posible superar las adversidades con determinación y apoyo. Sin embargo, su caso sigue siendo la excepción en un panorama donde la mayoría de los migrantes se encuentra atrapada en un sistema que parece diseñado para el fracaso.
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Los venezolanos en santuarios de EE.UU. enfrentar un futuro incierto, marcado por la falta de recursos, la discriminación y el endurecimiento de las políticas migratorias. La promesa de un nuevo comienzo en una tierra de oportunidades se ha transformado en una lucha constante por sobrevivir en un entorno hostil. Mientras el panorama político cambia y las tensiones sociales aumentan, estos migrantes siguen aferrados a la esperanza de construir una vida mejor, aunque las probabilidades parezcan estar en su contra.