La imagen de Donald Trump como una figura icónica del conservadurismo estadounidense podría parecer, en principio, la antítesis de líderes populistas de izquierda como Hugo Chávez. Sin embargo, cuando se observa con detenimiento la manera en que Trump ha ejercido el poder, los paralelismos con el exmandatario venezolano resultan sorprendentes. Más allá de las ideologías que aparentemente los separan, las estrategias que ambos han utilizado para acumular poder y desmantelar las instituciones democráticas reflejando un inquietante espejo. Por extraño que parezca, Donald Trump se parece más a Hugo Chávez de lo que sus seguidores o detractores estarían dispuestos a admitir.
Este argumento ha sido expuesto con claridad por Jonathan D. Strum, un abogado y empresario internacional con una trayectoria destacada en Washington y Oriente Medio. Strum, quien también fue profesor adjunto de derecho israelí en el Centro de Derecho de la Universidad de Georgetown, publicó recientemente un artículo en el portal The Hill titulado “Lenin tenía razón y Fukuyama estaba equivocado”. En su análisis, Strum conecta las acciones de Trump con las de Chávez, señalando funcionalmente que ambos líderes emplearon herramientas legales aparentemente legítimas —Decretos Ley en el caso de Chávez y Órdenes Ejecutivas en el de Trump— para concentrar el poder en sus manos, desmantelando así el equilibrio de los poderes que definen una democracia.
Se parece más a Hugo Chávez
La comparación resulta provocadora, pero inevitable cuando se considera que Hugo Chávez, al igual que Trump, fue un maestro en manipular las instituciones para perpetuar su influencia. Chávez gobernó Venezuela a través de decretos habilitantes que le otorgaban poderes legislativos extraordinarios. Trump, por su parte, firmó más de 100 órdenes ejecutivas el mismo día de su toma de posesión, intentando rediseñar las reglas del juego democrático estadounidense. Bajo la apariencia de decisiones legítimas, ambos líderes promovieron un modelo de concentración de poder que socava el espíritu de las democracias que representaban. Es aquí donde se vuelve evidente que Donald Trump se parece más a Hugo Chávez de lo que muchos quieren aceptar.

Más allá de las fronteras nacionales, el efecto de estas decisiones autoritarias se extiende a la política internacional. Mientras Chávez tejía alianzas con figuras controvertidas como Vladimir Putin y Mahmoud Ahmadinejad, Trump ha desafiado el consenso bipartidista estadounidense al acercarse a Rusia y cuestionar el papel de la OTAN. La comparación se vuelve aún más perturbadora cuando se recuerda que Trump, en su intento de redefinir la política exterior estadounidense, llegó a señalar a Ucrania como el verdadero agresor en su conflicto con Rusia, una postura que resuena con la narrativa del Kremlin. Así como Chávez reconfiguraba las alianzas de Venezuela en el escenario internacional, Trump ha buscado alterar radicalmente el papel tradicional de Estados Unidos en el orden global. De nuevo, Donald Trump se parece más a Hugo Chávez en su desprecio por las normas establecidas y su inclinación por los regímenes autoritarios.
Entra en escena Lenin
La frase que Lenin pronunció en 1921 resuena con una fuerza inquietante en este contexto: “Los capitalistas nos venderán la cuerda con la que los ahorcaremos”. En el caso de Trump, la ironía es que el sistema democrático estadounidense, con sus libertades y debilidades, permitió que un líder con tendencias autoritarias llegara al poder y utilizara esas mismas libertades para socavar las instituciones que lo sostenían. Lo mismo ocurrió en Venezuela, donde Chávez, usando las herramientas de la democracia, desmanteló la separación de poderes y consolidó un régimen que, con el tiempo, se tornó abiertamente dictatorial. En ambos casos, el mecanismo fue el mismo: utilizar los instrumentos democráticos para destruir la democracia desde adentro.
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Esta transformación autoritaria no se limitó a un plano interno. Strum sostiene que Trump, al igual que Chávez, ha trastocado principios fundamentales de la política exterior. Mientras Chávez encontró en Rusia y China aliados estratégicos, Trump ha alterado décadas de consenso estadounidense al favorecer a Rusia sobre sus tradicionales aliados europeos. La reciente posición de Trump, de alinearse con posturas prorrusas y debilitar el apoyo a Ucrania, refleja una inversión de los valores que históricamente definieron la política exterior de Estados Unidos. La comparación con Chávez se vuelve aún más evidente cuando se observa que ambos líderes se benefician de discursos nacionalistas y antisistema para justificar sus alianzas con regímenes autoritarios. Donald Trump se parece más a Hugo Chávez en la medida en que ambos desafiaron el orden internacional con una agenda propia que favorecía a sus intereses personales y políticos.
El contraataque es doméstico también
Este paralelismo no se limita al ámbito de la política internacional. Internamente, Trump ha utilizado su poder de manera similar a la de Chávez al atacar a las instituciones independientes. El despido masivo de empleados federales, la eliminación de agencias gubernamentales clave y los intentos por organismos subordinados independientes a la Casa Blanca recuerdan las purgas institucionales impulsadas por Chávez en Venezuela. Así como el líder venezolano desmanteló los contrapesos democráticos para consolidar su poder, Trump ha buscado debilitar el sistema de pesos y contrapesos que caracteriza la democracia estadounidense. El patrón es claro: desestabilizar las instituciones desde adentro y moldear el aparato estatal según sus propios intereses. Aquí es innegable que Donald Trump se parece más a Hugo Chávez de lo que sus propios seguidores estarían dispuestos a reconocer.
El legado de Trump, al igual que el de Chávez, se construye sobre la erosión de la institucionalidad y la exaltación del poder personal. Ambos líderes cultivaron una relación directa con sus seguidores, saltándose las estructuras partidistas tradicionales y promoviendo una lealtad incondicional. Chávez lo hizo a través de sus interminables cadenas nacionales; Trump, por su parte, utilizó plataformas digitales como Twitter para comunicarse directamente con su base. Ambos se presentan como figuras mesiánicas, capaces de solucionar los problemas nacionales mediante su mera presencia y voluntad. En este sentido, Donald Trump se parece más a Hugo Chávez porque ambos construyeron un culto a la personalidad que se convirtió en el eje central de su poder político.

Beneficio económico a las élites
La semejanza se extiende también al manejo de la economía. Mientras Chávez, en nombre de la justicia social, nacionalizó industrias estratégicas y debilitó la economía privada, Trump promovió políticas que, aunque disfrazadas de crecimiento económico, beneficiaron a la élite empresarial a la costa de los ciudadanos comunes. Los recortes impositivos masivos que impulsó durante su mandato no fueron destinados a reducir la deuda nacional, sino a enriquecer a las grandes corporaciones ya los más acaudalados. En ambos casos, el resultado fue un aumento de la desigualdad económica, disfrazado bajo una retórica de prosperidad para el pueblo. Las similitudes en este ámbito son tan notorias que resulta inevitable pensar que Donald Trump se parece más a Hugo Chávez también en su manera de manipular la economía para consolidar el poder.
Lenin, en su advertencia sobre la autodestrucción de los sistemas capitalistas, parece haber anticipado este escenario. La democracia estadounidense, en su defensa del libre mercado y la libertad de expresión, terminó permitiendo el ascenso de un líder que usaba esas mismas libertades para intentar minar el sistema desde dentro. De la misma manera, en Venezuela, la democracia representativa abrió el camino a un líder que usó la voluntad popular como arma para destruir las estructuras democráticas. Esta paradoja revela una realidad inquietante: los sistemas democráticos pueden ser vulnerables a líderes carismáticos con ambiciones autoritarias. En este sentido, la advertencia de Lenin parece más vigente que nunca.
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Al final, la pregunta que surge es incómoda pero necesaria: ¿qué sucede cuando los líderes democráticamente elegidos se convierten en los verdugos de las democracias que los llevaron al poder? Tanto en Venezuela con Chávez como en Estados Unidos con Trump, las instituciones han sido puestas a prueba por líderes que, bajo la apariencia de defensora de la voluntad popular, han trabajado activamente para concentrar el poder en sus propias manos. La historia demuestra que estos paralelismos no son casuales. La figura de Trump, lejos de ser un fenómeno aislado, encarna una tendencia global hacia el autoritarismo disfrazado de democracia. Y, sorprendentemente, en este escenario, Donald Trump se parece más a Hugo Chávez de lo que cualquiera podría haber imaginado.

