La visita de Marco Rubio a Surinam ha levantado sospechas en los círculos diplomáticos y militares latinoamericanos. La parada del secretario de Estado de los Estados Unidos en Paramaribo, inmediatamente después de su enérgico respaldo al gobierno de Guyana y a la empresa ExxonMobil, ha sido interpretada como algo más que un gesto protocolar. En medio de un creciente conflicto geopolítico en el Esequibo, la presencia de Rubio sugiere que Washington podría estar consolidando a Surinam como puesto de avanzada para atacar a Venezuela en caso de que el gobierno de Nicolás Maduro escale sus acciones sobre las zonas en reclamación o simplemente si Washington decide actuar según la petición intervencionista que aúpa María Corina Machado.
Edward Wong, corresponsal diplomático del The New York Times y especialista en política exterior de Estados Unidos, abordó el tema en su reportaje titulado «Rubio promete ‘consecuencias’ si Venezuela intenta arrebatarle territorio a Guyana». Wong cubre desde el espionaje hasta la competencia económica global y las crisis ambientales, y su cobertura de esta gira de Rubio revela la articulación de una estrategia de contención y posible ofensiva contra Venezuela, utilizando como punto neurálgico a Guyana y, más recientemente, a Surinam.
Puesto de avanzada para atacar a Venezuela
Rubio llegó a Georgetown con la clara intención de enviar un mensaje: cualquier acción militar de Caracas sobre el Esequibo tendría consecuencias. Pero más allá de los discursos, lo revelador es el itinerario. Tras Guyana, el secretario de Estado aterrizó en Paramaribo, capital de Surinam, y se reunió con el presidente Chan Santokhi. Allí se discutieron acuerdos en materia energética, pero el tono de la declaración conjunta y el carácter reservado del encuentro han despertado la alarma entre analistas de seguridad regional. En este contexto, Surinam, país con bajo perfil militar y altos intereses económicos emergentes, podría ser la ficha que Estados Unidos busca posicionar como puesto de avanzada para atacar a Venezuela.

El papel de Surinam ha sido históricamente marginal en los juegos de poder del continente, pero su localización estratégica, colindante con Guyana y con salida directa al Atlántico, lo convierte en una joya logística para cualquier operación regional. Washington parece decidido a establecer una base de influencia que no solo disuada las aspiraciones territoriales de Maduro, sino que también respalde físicamente cualquier eventual incursión militar. En este sentido, los expertos no descartan que instalaciones de vigilancia, apoyo táctico o presencia naval puedan afianzarse en Paramaribo como parte del engranaje defensivo. Si Venezuela insiste en sus misiones navales cerca de las aguas donde opera ExxonMobil, Estados Unidos ya tiene alineado un puesto de avanzada para atacar a Venezuela sin recurrir a sus bases en el Caribe o en Colombia.
Sin espacio para las dudas
Durante su intervención en Georgetown, Rubio no dejó espacio a dudas. Frente a la prensa y acompañado del presidente guyanés Irfaan Ali, prometió una respuesta fulminante ante cualquier acto “aventurero” de Venezuela. El lenguaje no fue diplomático, sino de advertencia. Si bien no detalló las posibles acciones, su alusión al poderío naval estadounidense fue más que una insinuación: fue un mensaje calculado. El hecho de que no regresara a Washington tras la visita, sino que continuara a Surinam, refuerza la idea de que se están tejiendo alianzas más allá de lo económico. Para los observadores, es claro que Estados Unidos no sólo protege los intereses de ExxonMobil, sino que busca consolidar un cerco que le garantice control total del Atlántico norte sudamericano, con Surinam como puesto de avanzada para atacar a Venezuela si se diera la circunstancia.
Tambièn puedes leer: Criminales nazis fueron mejor tratados que los venezolanos enviados a El Salvador
Los movimientos de Washington no son improvisados. Tras años de frustración con la oposición venezolana, especialmente luego del fracaso de Juan Guaidó como figura de consenso y de cambio, Estados Unidos parece haber perdido la fe en la vía interna para derrocar a Maduro. El Departamento de Estado lo admite tácitamente al trasladar su atención al plano regional, y sobre todo militar. La reciente elección fallida de Edmundo González como candidato opositor, reconocido como presidente electo por Biden, muestran las señales de que EE.UU. ya no se apuesta solo a los procesos democráticos: se contempla una ofensiva directa. En este rediseño de estrategia, tener un punto de entrada fiable y geográficamente viable es esencial, y Surinam cumple todos los requisitos para operar como puesto de avanzada para atacar a Venezuela en caso de escalada.
Todo ya está firmado
No es coincidencia que Estados Unidos haya firmado un memorando de cooperación en materia de seguridad con Guyana justo antes de la visita de Rubio a Paramaribo. El gobierno de Santokhi ha mostrado disposición para integrarse a proyectos energéticos regionales liderados por Washington, y esto ha servido de puente para discutir asuntos más sensibles como la defensa mutua. Aunque no se han revelado detalles, fuentes diplomáticas aseguran que ya se han realizado ejercicios de simulación conjunta entre unidades militares estadounidenses y representantes de seguridad de Surinam. La idea no es invadir Venezuela mañana, sino tener todas las cartas listas para responder “proporcionalmente” a cualquier paso en falso del régimen chavista.
El telón de fondo de esta maniobra es el oro negro. Desde 2015, ExxonMobil descubrió inmensas reservas de petróleo en las aguas reclamadas por Venezuela, y desde entonces, la tensión ha ido en aumento. El gobierno de Maduro, que también ha firmado acuerdos con empresas chinas y rusas para explorar yacimientos en la zona, ha convertido el Esequibo en un símbolo de soberanía nacional. La incursión naval venezolana del 1 de marzo fue denunciada por Irfaan Ali como una violación del espacio marítimo guyanés. Washington, por su parte, respondió de inmediato con una advertencia pública. La creciente militarización del conflicto no es sólo una posibilidad, es ya un proceso en marcha. Y Surinam, con su baja visibilidad mediática y su renovado protagonismo energético, emerge como puesto de avanzada para atacar a Venezuela en un escenario que cada vez se torna más probable.

Más presión económica
Trump, en línea con esta postura, ha reforzado la presión económica contra Caracas. Al anunciar un arancel del 25% para cualquier país que compre petróleo venezolano, busca asfixiar aún más la economía de Maduro. Esto, sumado a las amenazas militares veladas, completa un cuadro donde la opción bélica no es la primera carta, pero tampoco la última. Surinam, en este ajedrez, podría ser el alfil silencioso, aparentemente inofensivo, pero letal cuando se moviliza. Estados Unidos no necesita desplegar un portaviones en el Caribe si puede asegurar desde Paramaribo un punto logístico de control. El simple hecho de haber enviado a Rubio a ese pequeño país lo demuestra: la zona no es secundaria, sino estratégica.
En este clima, el gobierno venezolano no ha dejado de responder con sus propios mensajes. Delcy Rodríguez ha calificado de “mentiras descaradas” las denuncias de Guyana, asegurando que las operaciones de Exxon son ilegales y que Caracas solo defiende su soberanía. Pero la narrativa de “víctima del imperialismo” ya no conmueve como antes. La comunidad internacional observa con lupa los movimientos militares venezolanos y, en algunos sectores, se ha instalado la percepción de que Maduro está dispuesto a forzar un conflicto como maniobra para unir al país frente a un enemigo externo. Si eso ocurriera, Washington tendría la justificación que tanto necesita. Y si bien la OTAN no tiene competencia directa en la región, muchos analistas ya comparan este tablero con los episodios previos a la guerra de Ucrania.
Tambièn puedes leer: José Luis Caballero: El retroceso democrático hace difícil defender los derechos humanos
Desde Georgetown hasta Paramaribo, el mensaje es claro: Estados Unidos no permitirá que el petróleo cambie de manos sin su consentimiento. El interés estratégico, económico y político está sobre la mesa. La retórica de Marco Rubio, respaldada por acciones concretas como acuerdos bilaterales, despliegues militares y presencia diplomática, confirma que el juego se está cerrando. Surinam, hasta hace poco una nota al pie en el mapa sudamericano, se transforma silenciosamente en pieza clave. Con la mirada del Pentágono puesta sobre la región, el pequeño país costero del Atlántico podría ser, en el futuro cercano, la clave de una ofensiva continental. Porque, si se enciende la chispa, ya existe un puesto de avanzada para atacar a Venezuela.