Geoff Ramsey: ¿Cómo se amenaza a un régimen con varios golpes, invasión y años de sanciones?

En un mundo donde la diplomacia y las sanciones económicas se convierten en las herramientas predilectas para lidiar con regímenes autoritarios, la pregunta sobre cómo influir efectivamente en un gobierno que ha resistido varios golpes, invasión y años de sanciones económicas, se torna cada vez más compleja.

Esta es la encrucijada en la que se encuentra Estados Unidos frente al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, un dilema que Geoff Ramsey, analista del Atlantic Council, destaca con preocupación: «¿Cómo se amenaza a un régimen que ya ha aguantado múltiples intentos de golpe, una invasión mercenaria fracasada y años de sanciones económicas?». El contenido de este reportaje ha sido creado con datos de un trabajo editorial realizado por la Voz de América (VOA) tituado: ¿Cómo podrá EEUU presionar a Maduro de nuevo con sanciones y ya sin Alex Saab?

Golpes, invasión y años de sanciones

La estrategia de «máxima presión», que en su momento se consideró como la vía para impulsar un cambio de régimen en Venezuela, parece estar en un punto muerto. La Casa Blanca, bajo la administración de Joe Biden, busca ahora recalibrar sus políticas hacia Venezuela, alejándose de un enfoque que no ha logrado los resultados esperados en términos de restablecimiento de la democracia y respeto a los derechos humanos. En este contexto, las conversaciones entre líderes demócratas y republicanos buscan hallar «la mezcla correcta» de políticas que puedan generar resultados positivos para la democracia en Venezuela, un esfuerzo que reconoce tanto la complejidad del desafío como la necesidad de encontrar nuevas vías de presión.

golpes, invasión y años de sanciones
Sin embargo, la liberación de Saab y la posterior recalibración de las sanciones por parte de Estados Unidos reflejan un enfoque más matizado, que busca influir en el comportamiento del régimen de Maduro más allá de la simple aplicación de presión económica. Ilustración MidJourney

Tras golpes, invasión y años de sanciones, la reciente decisión del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, que inhabilita a María Corina Machado, ganadora de la primaria opositora, de participar como candidata presidencial por 15 años, ha puesto de manifiesto los obstáculos que enfrenta la oposición venezolana en su lucha por condiciones electorales justas y transparentes. A pesar de los acuerdos políticos firmados en Barbados, que buscaban mejorar estas condiciones, el fallo judicial representa un golpe a las aspiraciones democráticas de la oposición y un reto para la comunidad internacional en su esfuerzo por apoyar un proceso electoral legítimo en Venezuela.

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Sin oro, petróleo y gas

En respuesta a estos desafíos, Estados Unidos anunció la renovación de sus sanciones económicas contra la estatal minera venezolana Minerven y contra las operaciones de petróleo y gas en Venezuela, medidas que buscan presionar al gobierno de Maduro para que cumpla con los compromisos adquiridos en los acuerdos de Barbados. Estas sanciones, sin embargo, llegan en un momento de delicado equilibrio geopolítico, donde la necesidad de fuentes de energía estables se hace más evidente ante los conflictos armados en el Oriente Medio y Ucrania. La posibilidad de que Venezuela se convierta en un proveedor cercano y sin riesgos para Estados Unidos plantea un dilema sobre cómo equilibrar la presión económica con la necesidad de mantener abiertas las vías de diálogo y negociación.

La diplomacia, tanto bilateral como multilateral, juega un papel crucial en este escenario. Las variables “golpes, invasión y años de sanciones”, crean una ecuación difícil de resolver. Las conversaciones entre Washington y Caracas, que han derivado en acuerdos como los vuelos de repatriación de venezolanos y el canje de detenidos, incluido Alex Saab, muestran que aún existen vías de entendimiento. Sin embargo, la liberación de Saab y la posterior recalibración de las sanciones por parte de Estados Unidos reflejan un enfoque más matizado, que busca influir en el comportamiento del régimen de Maduro más allá de la simple aplicación de presión económica.

El frente unido no es nada nuevo

La presión diplomática de Estados Unidos sobre otros países de la región y de Europa es otro componente clave en esta estrategia. Al buscar influir en las posturas de estos países ante Caracas, Washington espera crear un frente unido que pueda ejercer una presión más efectiva sobre el gobierno venezolano. Este esfuerzo, sin embargo, debe navegar en un contexto internacional complejo, donde los intereses económicos y geopolíticos de cada país juegan un papel determinante en sus decisiones diplomáticas. Sin olvidar que Caracas ya conoce como lidiar con la washingtoniana fórmula de golpes, invasión y años de sanciones.

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La negociación sin Machado, y la posibilidad de que la oposición deba elegir a un sustituto, plantea preguntas sobre la efectividad de las estrategias de presión internacional y sobre el futuro de la democracia en Venezuela. Ilustración MidJourney

La negociación sin Machado, y la posibilidad de que la oposición deba elegir a un sustituto, plantea preguntas sobre la efectividad de las estrategias de presión internacional y sobre el futuro de la democracia en Venezuela. La insistencia en la postulación de Machado, a pesar de los obstáculos legales impuestos por el régimen, es vista por algunos como un camino sin salida, mientras que otros abogan por mantener la presión para lograr compromisos más firmes en materia de observación electoral y actualización del registro electoral, elementos técnicos mencionados en el acuerdo de Barbados.

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Capacidad de resistencia

Este complejo panorama sugiere que, más allá de las sanciones y la presión diplomática, la solución a la crisis venezolana requerirá de una combinación de estrategias que incluyan el diálogo, la negociación y el compromiso de la comunidad internacional. La pregunta planteada por Geoff Ramsey sigue siendo pertinente: ¿cómo se amenaza a un régimen que ha demostrado una notable capacidad de resistencia? La respuesta, parece, radica en la capacidad de adaptar las herramientas de presión a la cambiante dinámica política de Venezuela, buscando siempre el objetivo de restaurar la democracia y el respeto a los derechos humanos en el país.

En última instancia, el caso de Venezuela ilustra el desafío de influir en un régimen que ha sobrevivido a golpes, invasión y años de sanciones, una lección sobre la resistencia de los poderes autoritarios frente a las estrategias convencionales de presión internacional. A medida que Estados Unidos y la comunidad internacional buscan recalibrar sus enfoques hacia Caracas, el futuro de Venezuela se balancea en una cuerda floja entre la esperanza de cambio democrático y la realidad de un régimen adaptado a sobrevivir bajo condiciones extremas. La efectividad de cualquier estrategia futura dependerá no solo de su capacidad para presionar al gobierno de Maduro, sino también de su habilidad para apoyar al pueblo venezolano en su lucha por la libertad y la justicia, un desafío que persiste en el contexto de golpes, invasión y años de sanciones.

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