No todo el espectro opositor venezolano incorporó la palabra fraude a su discurso postelectoral

En el tumultuoso escenario político de Venezuela, una constante en las recientes contiendas electorales ha sido la acusación de fraude por parte de diversos sectores de la oposición. Sin embargo, tras las elecciones más recientes, no todo el espectro opositor venezolano ha adoptado la palabra «fraude» en su discurso postelectoral. Este hecho marca una diferencia significativa en comparación con otros procesos anteriores, donde la narrativa del fraude dominó las conversaciones y estrategias de la oposición. La complejidad del escenario actual, sumado a la diversidad interna de la oposición, ha llevado a una postura más matizada y, en algunos casos, a un silencio deliberado sobre el tema.

Carlos Fazio, un respetado periodista de investigación y académico de renombre, ha ofrecido una profunda reflexión sobre este fenómeno. En su artículo titulado “Nueva fase del conflicto postelectoral en Venezuela: El declive de María C. Machado y la ambigüedad estratégica de Washington”, publicado en TeleSur, Fazio explora cómo la crisis política postelectoral en Venezuela ha evolucionado en una nueva dirección. Fazio, quien ha sido honrado con un doctorado honoris causa en Historia por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), subraya que esta fase está marcada por factores geoeconómicos y geopolíticos que han influido en la respuesta de la oposición. Según Fazio, la caída de María Corina Machado, una figura prominente de la extrema derecha, y la estrategia ambigua de Washington, han llevado a un reordenamiento de las prioridades dentro del espectro opositor venezolano.

Espectro opositor venezolano dividido

Fazio destaca que, aunque María Corina Machado intentó movilizar a las masas con su convocatoria a la “Gran Protesta Mundial por Venezuela” el 17 de agosto, los resultados fueron decepcionantes. La movilización, que se suponía sería una muestra de fuerza de la oposición, resultó ser un fracaso a nivel territorial, simbólico y anímico. Este fracaso, según distintos observadores, ha intensificado la percepción de un declive en la figura de Machado, quien había estado a la vanguardia de la narrativa golpista en torno a las elecciones. El hecho de que una parte significativa del espectro opositor venezolano no haya seguido a Machado en la adopción del discurso de fraude sugiere una ruptura en la unidad de la oposición, especialmente en lo que respeta a su estrategia postelectoral.

Lo que resulta aún más revelador es que figuras clave dentro del espectro opositor venezolano, como Manuel Rosales y Henry Ramos Allup, han optado por no utilizar la palabra “fraude” en sus declaraciones públicas. Esta decisión, según Fazio, refleja una evaluación estratégica dentro de estos sectores, que prefieren distanciarse de las tácticas más confrontativas que caracterizan a otros grupos opositores. Ilustración MidJourney

Lo que resulta aún más revelador es que figuras clave dentro del espectro opositor venezolano, como Manuel Rosales y Henry Ramos Allup, han optado por no utilizar la palabra “fraude” en sus declaraciones públicas. Esta decisión, según Fazio, refleja una evaluación estratégica dentro de estos sectores, que prefieren distanciarse de las tácticas más confrontativas que caracterizan a otros grupos opositores. Para estos líderes, parece ser más importante mantener una cierta legitimidad y credibilidad tanto a nivel nacional como internacional, evitando caer en narrativas que podrían ser vistas como extremas o infundadas.

No son muchos los que están

El análisis de Fazio también pone de manifiesto cómo la oposición tradicional ha mostrado señales de acompañamiento mínimo o inexistente a las iniciativas de Machado en esta nueva etapa. Esto indica que el apoyo a su liderazgo dentro del espectro opositor venezolano estaba, en gran medida, circunscrito exclusivamente a lo electoral, y no se ha convertido en un respaldo sostenido para sus posteriores llamados a la acción. Este distanciamiento de la palabra “fraude” y de las tácticas radicales de Machado puede ser visto como un intento de algunos sectores de la oposición de preservar su viabilidad política a largo plazo, evitando quedar atrapados en ciclos de insurrección violenta que, en el pasado, han resultado en altos costos para la sociedad venezolana.

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El contexto internacional también juega un papel crucial en esta dinámica. La administración de Joe Biden en Estados Unidos, aunque ha mantenido una postura de presión diplomática sobre el gobierno de Nicolás Maduro, ha mostrado una ambigüedad estratégica que ha dejado espacio para diferentes interpretaciones dentro del espectro opositor venezolano. Mientras algunos sectores siguen buscando el apoyo de Washington para una intervención más directa, otros han optado por un enfoque más cauteloso, conscientes de que una confrontación abierta podría no contar con el respaldo internacional necesario y podría llevar a un aislamiento aún mayor.

Brasil, Colombia y México

Además, la presión ejercida por Washington sobre países clave de la región, como Brasil, Colombia y México, también ha influido en la postura de la oposición venezolana. Las vacilaciones y contradicciones de los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva y Gustavo Petro, sumadas a la resistencia de Andrés Manuel López Obrador a interferir en los asuntos internos de Venezuela, han creado un escenario en el que el espectro opositor venezolano debe navegar con cuidado. La falta de un consenso regional sólido para apoyar una postura más hostil hacia Maduro ha hecho que algunos líderes opositores reconsideren la utilidad de insistir en una narrativa de fraude que podría no encontrar eco en la comunidad internacional.

En este sentido, Fazio argumenta que la agenda golpista patrocinada por Washington no ha logrado consolidarse como un consenso dentro del espectro opositor venezolano. Esto se debe, en parte, a que el país ha vivido ciclos repetidos de insurrección violenta que han dejado a la sociedad exhausta y a la oposición fragmentada. La experiencia de 2014, 2017 y 2019, cuando las protestas y guarimbas llevaron al país al borde del colapso, ha dejado una lección amarga de que algunos sectores de la oposición parecen haber aprendido. En lugar de seguir el camino de la confrontación directa, han optado por explorar otras vías, aunque esto signifique no alinearse completamente con figuras como María Corina Machado.

La percepción de un declive en la figura de María Corina Machado, junto con la ambigüedad estratégica de Washington y la falta de un consenso regional claro, han llevado a una postura más cautelosa dentro de la oposición. Ilustración MidJourney.

Negociar si es un vocablo

El hecho de que no todo el espectro opositor venezolano haya incorporado la palabra fraude a su discurso postelectoral es un indicativo de una mayor madurez política en algunos sectores, que buscan evitar el aislamiento y mantener abiertas las posibilidades de diálogo y negociación. Esta postura, aunque criticada por los sectores más radicales, podría ser vista como un intento de construir una oposición más constructiva y menos propensa a caer en la retórica del todo o nada que ha caracterizado a la política venezolana en los últimos años.

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La decisión de no adoptar la palabra fraude en el discurso postelectoral de algunos sectores del espectro opositor venezolano refleja una adaptación estratégica a las realidades internas y externas. La percepción de un declive en la figura de María Corina Machado, junto con la ambigüedad estratégica de Washington y la falta de un consenso regional claro, han llevado a una postura más cautelosa dentro de la oposición. Este enfoque, aunque no exento de críticas, podría ser la clave para evitar los errores del pasado y abrir nuevas posibilidades para la resolución de la crisis política en Venezuela. En un contexto donde la presión externa y las tensiones internas siguen siendo altas, la capacidad del espectro opositor venezolano para adaptarse y reconfigurarse será crucial para su futuro político.

 

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