El reciente artículo publicado en The New York Times por los periodistas Julie Turkewitz y Hamed Aleaziz ha generado controversia al sugerir que la administración de Donald Trump ha cambiado su postura con respecto a Venezuela. Según su informe, el acuerdo entre ambos países para deportar migrantes venezolanos desde Estados Unidos marca un giro en la relación, al punto de que «EE.UU. y Venezuela se tratan como iguales». Para los periodistas, este cambio no solo representa una contradicción en la política exterior estadounidense, sino que también otorga legitimidad al gobierno de Nicolás Maduro, quien ha sido señalado por múltiples violaciones a los derechos humanos.
El reportaje original, titulado: Los vuelos de deportación de EE.UU. a Venezuela comenzarán ‘en los próximos 30 días’, fue escrito por Julie Turkewitz, jefa de la oficina de los Andes de The New York Times, y Hamed Aleaziz, reportero especializado en temas de inmigración y seguridad nacional. Turkewitz ha cubierto extensamente la crisis migratoria en América Latina, especialmente el flujo de personas a través del Darién, mientras que Aleaziz se ha centrado en las políticas migratorias estadounidenses. En su artículo, exponen cómo el acuerdo de deportación representa un cambio drástico en la relación bilateral entre ambos países y cuestionan las implicaciones políticas de esta decisión.
EE.UU. y Venezuela se tratan como iguales
Desde la perspectiva de Turkewitz y Aleaziz, la nueva postura de Washington refleja una necesidad estratégica más que una convicción política. Durante años, la administración de Trump aplicó sanciones económicas y apoyó abiertamente a la oposición venezolana con el objetivo de derrotar a Maduro. Sin embargo, la creciente migración de venezolanos a territorio estadounidense ha generado una presión interna que parece haber llevado a la Casa Blanca a buscar soluciones pragmáticas. En este contexto, que «EE.UU. y Venezuela se tratan como iguales» en materia de acuerdos migratorios ha sido interpretado como una señal de concesión, algo que ha sido duramente criticado por sectores políticos dentro y fuera de Estados Unidos.

Los periodistas también destacan que este acuerdo de deportación surge en un momento en el que Maduro busca legitimidad internacional. El mandatario venezolano se ha enfrentado a un prolongado aislamiento diplomático, con sanciones que han golpeado la economía del país y han limitado sus relaciones con el mundo occidental. No obstante, la posibilidad de colaborar con Washington en materia migratoria le da la oportunidad de proyectarse como un actor con el que es posible negociar. La idea de que «EE.UU. y Venezuela se tratan como iguales» en este contexto no solo sorprende, sino que parece debilitar la retórica estadounidense de considerar a Venezuela un estado paria.
Maduro tiene una ventaja estratégica
El reportaje de The New York Times también resalta que, a cambio del acuerdo de deportación, Maduro ha logrado beneficios tangibles, como la liberación de seis estadounidenses detenidos en Venezuela y la visita de Richard Grenell, asesor de Trump. La imagen de Grenell estrechando la mano de Maduro fue interpretada como una concesión política significativa, especialmente para la oposición venezolana, que ha insistido en que el aislamiento es la única estrategia efectiva contra el régimen chavista. Al respecto, algunos analistas señalan que este cambio de postura refuerza la narrativa de que «EE.UU. y Venezuela se tratan como iguales», un mensaje de que Maduro puede utilizar a su favor en la arena internacional.
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Más allá del impacto político, el artículo de The New York Times subraya las consecuencias humanitarias del acuerdo. Cientos de miles de venezolanos que han migrado a Estados Unidos en busca de refugio podrían enfrentar la deportación en los próximos meses, una medida que los pone en riesgo de regresar a un país en crisis. En este sentido, Tamara Taraciuk Broner, experta en Venezuela del centro de estudios Diálogo Interamericano, declaró que la decisión de reactivar los vuelos de deportación no responde a una mejora de las condiciones en Venezuela, sino a una estrategia política. Según la experta, «no hay una base real para decir que Venezuela está en una mejor situación», lo que refuerza la percepción de que la administración Trump ha optado por el pragmatismo sobre la coherencia ideológica.
Grenell versus Rubio
El reportaje también menciona que dentro de la administración estadounidense existen posturas encontradas sobre este acuerdo. Mientras que Grenell parece inclinado a una estrategia de acercamiento con Caracas, figuras como el senador Marco Rubio han expresado su oposición a cualquier acción que fortalezca al gobierno de Maduro. Rubio, un férreo defensor de una política dura contra Venezuela, ha advertido que el envío de migrantes de regreso al país podría ser equivalente a firmar una «sentencia de muerte» para muchos de ellos. Estas diferencias internas reflejan una falta de consenso sobre cómo manejar la relación con Venezuela, un tema que ha sido históricamente sensible en la política estadounidense.
El artículo de The New York Times también hace énfasis en el impacto electoral que esta decisión podría tener en Estados Unidos. Con las elecciones presidenciales en el horizonte, la gestión de la migración venezolana es un tema clave para la administración Trump, especialmente en estados como Florida, donde la comunidad venezolana está políticamente activa. En este sentido, el acuerdo con Maduro podría ser interpretado como un intento de controlar la crisis migratoria antes de que se convierta en un problema electoral. Sin embargo, para muchos votaron, la idea de que «EE.UU. y Venezuela se tratan como iguales» en un acuerdo de este tipo podría verse como una traición a los principios de la política exterior estadounidense.

Otro aspecto que Turkewitz y Aleaziz destacan es la posibilidad de que este acuerdo abra la puerta a otras negociaciones entre ambos países. En el pasado, la administración de Trump impuso sanciones severas al sector petrolero venezolano con la intención de debilitar al gobierno de Maduro. Sin embargo, la necesidad de estabilizar los precios del petróleo y la creciente influencia de China en la región podrían llevar a un replanteamiento de esta estrategia. En este contexto, el acuerdo de deportación podría ser solo el primer paso hacia una mayor flexibilización de las sanciones, lo que reforzaría aún más la percepción de que Washington ha cedido terreno en su postura hacia Caracas.
Políticos y sus puntos de convergencia
Finalmente, el reportaje cierra con una reflexión sobre las implicaciones a largo plazo de este cambio en la relación bilateral. Históricamente, Estados Unidos ha tratado a Venezuela como un caso atípico en América Latina, un país cuya crisis interna justificaba medidas excepcionales como sanciones y apoyo a la oposición. Sin embargo, el acuerdo de deportación sugiere un cambio en esta dinámica, al punto de que «EE.UU. y Venezuela se tratan como iguales» en términos de cooperación migratoria. Esta nueva realidad plantea preguntas sobre el futuro de la política estadounidense hacia Venezuela y sobre la manera en que otros países de la región interpretarán este giro en la estrategia de Washington.
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El reportaje de The New York Times ha puesto sobre la mesa un debate complejo que involucra política, derechos humanos y geopolítica. Para algunos, el acuerdo de deportación es una necesidad práctica, mientras que para otros, representa una concesión inaceptable. En cualquier caso, lo cierto es que la relación entre Estados Unidos y Venezuela ha entrado en una nueva fase, una en la que ambos gobiernos, a pesar de sus diferencias, parecen estar encontrando puntos de convergencia en temas clave.

