Luis Brito García: EE.UU. rodeó a Venezuela de Bases Militares. ¿Qué hacer?

«EE.UU. rodeó a Venezuela de Bases Militares», afirma contundentemente Luis Britto García, escritor y ensayista venezolano, en su más reciente análisis publicado en Aporrea, un portal de opinión política. La advertencia no es nueva, pero su resonancia cobra mayor peso ante el panorama geopolítico actual. Con más de 1.300 bases militares distribuidas por el mundo, Estados Unidos consolida su presencia estratégica en América Latina, dejando a Venezuela prácticamente aislada entre aliados del Comando Sur y gobiernos alineados con políticas intervencionistas. La pregunta que se desprende de esta situación es inevitable: ¿qué puede hacer Venezuela frente a esta realidad?

Luis Britto García, nacido en Caracas en 1940, es uno de los intelectuales más prolíficos y galardonados de Venezuela. Con una trayectoria que abarca narrativa, ensayo y dramaturgia, su obra incluye títulos emblemáticos como Rajatabla y La máscara del poder. En su artículo titulado: “La ocupación militar de América Latina y el Caribe (y 2)” , publicado en Aporrea, Britto García desentraña el entramado de políticas de dominación estadounidense en la región. Señala que estas bases militares no solo constituyen un elemento de control territorial, sino también un símbolo de extraterritorialidad, al garantizar inmunidad para sus efectivos frente a las leyes locales. Este aspecto, argumenta, refuerza una estructura de impunidad que afecta directamente la soberanía de las naciones.

EE.UU. rodeó a Venezuela de Bases Militares

«EE.UU. rodeó a Venezuela de Bases Militares» es un hecho que resalta la debilidad de las alianzas regionales y la incapacidad de América Latina de articular una defensa conjunta. Britto García destaca cómo la desunión y la falta de solidaridad entre las repúblicas de la región han permitido que Estados Unidos ejerza su hegemonía sin necesidad de desplegar grandes contingentes de tropas. En cambio, opta por la estrategia de intervención focalizada y el apoyo de gobiernos aliados. Esta política, iniciada formalmente en la Primera Cumbre de las Américas en 1994 bajo el «Plan de guerra» de William (Bill) Clinton, incluyó objetivos estratégicos como la reconquista económica mediante el ALCA y la reconquista militar con el establecimiento de bases en puntos clave del continente.

Con más de 1.300 bases militares distribuidas por el mundo, Estados Unidos consolida su presencia estratégica en América Latina, dejando a Venezuela prácticamente aislada entre aliados del Comando Sur y gobiernos alineados con políticas intervencionistas. Ilustración MidJourney

El contexto histórico y político que rodea esta expansión militar es amplio y complejo. Desde el derrocamiento de Juan Bosch en República Dominicana en 1963 hasta las recientes maniobras militares cerca de la Zona en Reclamación con Guyana, cada movimiento ha servido para consolidar la influencia estadounidense. «EE.UU. rodeó a Venezuela de Bases Militares», reitera Britto García, “apuntando” desde países como Colombia, Brasil y Guyana, que se han convertido en extensiones del poder norteamericano. En muchos casos, estas naciones no solo permiten el establecimiento de bases, sino que también participan activamente en ejercicios militares que amenazan la estabilidad regional.

Sugerencia para contener

La propuesta de Britto García para contrarrestar esta situación se fundamenta en la construcción de una cultura de soberanía y en la creación de alianzas regionales sólidas. Según el autor, es esencial que los países latinoamericanos y caribeños desarrollen una comprensión clara de lo que implica la pérdida de soberanía. Esto incluye la educación de las nuevas generaciones y el fortalecimiento de la identidad nacional como pilares fundamentales. Además, sugiere que organismos como el ALBA, UNASUR y la CELAC estén reconfigurados para incluir mecanismos de defensa mutua que excluyan la injerencia de potencias extranjeras.

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En el artículo, Britto García hace un llamado urgente a modernizar las Fuerzas Armadas venezolanas y a democratizar el acceso a la carrera militar, asegurando que esto se convertirá en un reflejo de las clases populares. Al mismo tiempo, insiste en la necesidad de una ofensiva diplomática que exija el retiro de las bases militares extranjeras y denuncie los actos de agresión en los foros internacionales. «EE.UU. rodeó a Venezuela de Bases Militares», pero la respuesta, según Britto García, no puede ser únicamente militar; debe incluir también la batalla en los campos cultural, jurídico y comunicacional.

Nuevamente el TIAR a escena

El ensayista subraya que la revitalización del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) es un peligro latente para Venezuela y otros países de la región. Aunque este tratado ha demostrado ser ineficaz en conflictos como la guerra de las Malvinas, podría ser reactivado bajo nuevas estrategias de dominación. El TIAR, señala, solo ha servido para proteger los intereses de Estados Unidos y evitar conflictos con sus aliados europeos. En este sentido, Britto García advierte que la proliferación de bases militares de la OTAN en la región podría ser el preámbulo de una nueva etapa de intervencionismo, disfrazada de cooperación internacional.

El panorama que describe Britto García no deja lugar a dudas sobre la magnitud de la amenaza. Con países como Colombia y Brasil en alianza directa con Estados Unidos y una región plagada de enclaves militares, Venezuela enfrenta una situación comparable a una ocupación encubierta. «EE.UU. rodeó a Venezuela de Bases Militares», pero no es solo un problema local, es un reflejo de una estrategia global que busca perpetuar el control económico y político en un mundo multipolar en constante cambio.

Estas bases militares no solo constituyen un elemento de control territorial, sino también un símbolo de extraterritorialidad, al garantizar inmunidad para sus efectivos frente a las leyes locales. Ilustración MidJourney.

Nuevo pacto defensivo con Rusia y China

Para Britto García, la solución pasa por la unión de los países de América Latina y el Caribe en un nuevo pacto defensivo que privilegia la soberanía sobre los intereses externos. Este pacto debe complementarse con alianzas estratégicas con países del bloque multipolar, como Rusia y China, que han demostrado ser contrapesos efectivos al poderío estadounidense. La idea de un nuevo Ayacucho, como lo define el autor, no es un sueño idealista, sino una necesidad histórica para garantizar la autodeterminación de los pueblos.

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A pesar de los desafíos, Britto García concluye su análisis con un mensaje de resistencia y esperanza. Venezuela, a pesar de estar rodeada por un cerco militar y político, cuenta con una rica historia de lucha por la soberanía que puede servir de ejemplo para toda la región. «EE.UU. rodeó a Venezuela de Bases Militares», pero la respuesta no está escrita. Está en manos de los pueblos de Nuestra América, que deben decidir si aceptan la imposición de un poder extranjero o si luchan por su independencia y dignidad.

 

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