De aliados a antagonistas: cómo la política migratoria de Trump fractura a la oposición venezolana

La relación entre la administración Trump y la oposición venezolana está experimentando una crisis profunda que ha pasado rápidamente de aliados a antagonistas. La polémica política migratoria de Donald Trump, específicamente las recientes deportaciones masivas de venezolanos hacia la megacárcel salvadoreña conocida como Centro de Confinamiento contra el Terrorismo (CECOT), ha fracturado la cohesión interna del bloque opositor venezolano y desatado debates que hasta hace poco parecían inimaginables.

Alonso Moleiro, reconocido periodista venezolano corresponsal en Caracas del diario EL PAÍS de España, documentó extensamente esta delicada situación en su artículo titulado originalmente: «La política migratoria de Trump y los lazos con Bukele golpean a la oposición venezolana y dan oxígeno a Maduro». Moleiro, con amplia experiencia en medios nacionales e internacionales como Primicia, El Nacional, Tal Cual y plataformas digitales como VivoPlay, ha señalado que la hostilidad del presidente estadounidense contra la diáspora venezolana «siembra dudas sobre el auténtico interés de Washington en una transición a la democracia en Venezuela».

De aliados a antagonistas

Este cambio en las relaciones, de aliados a antagonistas, tiene sus raíces en la compleja y polémica colaboración entre Trump y el presidente salvadoreño Nayib Bukele. Bukele, con quien Trump mantiene una estrecha alianza política, aceptó sin mayores cuestionamientos la llegada de cientos de venezolanos deportados desde Estados Unidos a la cárcel salvadoreña, un centro penitenciario conocido por su dureza y opacidad. Este hecho ha generado una profunda consternación en las filas opositoras venezolanas, enfrentando a sus líderes a un escenario incómodo y comprometedor.

Este cambio en las relaciones, de aliados a antagonistas, tiene sus raíces en la compleja y polémica colaboración entre Trump y el presidente salvadoreño Nayib Bukele. Bukele, con quien Trump mantiene una estrecha alianza política, aceptó sin mayores cuestionamientos la llegada de cientos de venezolanos deportados desde Estados Unidos a la cárcel salvadoreña, un centro penitenciario conocido por su dureza y opacidad. Ilustración MidJourney

Dentro de la propia oposición venezolana, el episodio ha avivado conflictos internos. Mientras una mayoría mantiene la confianza en los Estados Unidos como socio fundamental contra el régimen chavista, sectores críticos, especialmente los opuestos a María Corina Machado, están aprovechando la circunstancia para cuestionar la autonomía y claridad estratégica del liderazgo opositor respecto a la administración Trump. El debate interno pasa rápidamente de aliados a antagonistas, cuestionando si la alianza con Estados Unidos sigue siendo conveniente o si más bien se ha convertido en una carga ética y política.

Algunos se desmarcan

Edward Rodríguez, periodista venezolano y director de Datos es Noticia, quien trabajó estrechamente con Juan Guaidó, intenta apaciguar la controversia explicando que «el tema de los deportados depende únicamente de las decisiones de Trump; nada de esto se está acordando con la oposición». Para Rodríguez, lo ocurrido en El Salvador con los venezolanos deportados no es más que marketing político impulsado por Bukele, sin sustento real en negociaciones políticas con la oposición venezolana.

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El problema se agrava porque estas deportaciones no establecen distinciones claras entre delincuentes e inocentes. La activista Ade Ferro, presidenta del Caucus Venezolano Americano, resalta que venezolanos deportados al CECOT salvadoreño y presos políticos en Venezuela tienen en común la falta absoluta del debido proceso judicial, un asunto que ha conducido a los grupos de aliados a antagonistas. «Están siendo acusados de delitos sin ninguna evidencia», afirma Ferro, quien enfatiza que esta situación debería unir, no fracturar, a las fuerzas democráticas venezolanas. Pero lamenta la falta de una respuesta más contundente y unificada del liderazgo opositor en defensa de estos compatriotas vulnerables.

Maduro y su adaptabilidad

Así, la situación va pasando de aliados a antagonistas, profundizando las fisuras internas. Nicolás Maduro, presidente venezolano, no ha perdido tiempo en explotar políticamente esta coyuntura. En recientes apariciones públicas, Maduro acusó directamente a Machado de apoyar implícitamente las deportaciones promovidas por Trump y Bukele. «¿Quién salió a apoyar el secuestro de estos venezolanos en El Salvador?», cuestionó Maduro en tono desafiante. Su ataque intenta capitalizar políticamente el silencio o la discreción con la que Machado ha tratado esta situación.

Las acusaciones de Maduro, aunque predecibles, han contribuido a agudizar las tensiones internas en la oposición. Machado, figura central en el debate, ha declarado que está haciendo todo lo posible para apoyar a los venezolanos afectados por la política migratoria de Trump, aunque aclaró recientemente en entrevista con la periodista Carla Angola que estas gestiones se hacen de forma discreta para evitar politizar aún más la crisis humanitaria. No obstante, su descripción de Trump como «aliado de la democracia» genera escepticismo y cuestionamientos en una parte significativa de las bases opositoras, que ahora ven cómo el aliado estratégico pasa rápidamente de aliados a antagonistas.

Las acusaciones de Maduro, aunque predecibles, han contribuido a agudizar las tensiones internas en la oposición. Machado, figura central en el debate, ha declarado que está haciendo todo lo posible para apoyar a los venezolanos afectados por la política migratoria de Trump, aunque aclaró recientemente en entrevista con la periodista Carla Angola que estas gestiones se hacen de forma discreta para evitar politizar aún más la crisis humanitaria. Ilustración MidJourney.

Bukele y Voluntad Popular

Paralelamente, se descubre otra complejidad en este delicado panorama. En el círculo cercano a Bukele existen asesores venezolanos con gran influencia, algunos de los cuales provienen de la oposición más radical al chavismo, como Sara Hanna Georges, exmilitante de Voluntad Popular. Estos asesores venezolanos, vinculados históricamente con la oposición más activa contra Maduro, ahora están relacionados con decisiones controversiales del gobierno salvadoreño, incluidas las deportaciones masivas desde Estados Unidos, lo que ha generado desconfianza y críticas entre sectores opositores.

El conflicto interno se intensifica en un momento particularmente delicado. Venezuela enfrenta una profunda crisis económica que se agrava con las sanciones y los aranceles aplicados por Washington, desencadenando predicciones de una nueva ola migratoria, esta vez sin destinos claros de refugio. En este contexto, algunos sectores de la oposición han decidido participar en las elecciones convocadas por el chavismo, previstas para el próximo 25 de mayo, generando nuevas rupturas internas en la ya fragmentada coalición opositora, que también ha derivado, de aliados a antagonistas.

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Un peligroso punto de quiebre

Esta mezcla explosiva de deportaciones arbitrarias, alianzas cuestionables y decisiones polémicas, junto con la falta de una respuesta clara y unificada de la oposición venezolana frente a los atropellos contra sus compatriotas, ha transformado una alianza estratégica en un conflicto interno de gran escala. De aliados a antagonistas, la relación entre Trump y la oposición venezolana enfrenta hoy una encrucijada decisiva que podría redefinir la lucha política contra Maduro y afectar dramáticamente la cohesión interna del movimiento democrático en el país suramericano.

Lo que en otro momento se presentó como una alianza sólida para enfrentar al régimen chavista, ahora se ha convertido en una fuente de conflictos que podrían llevar a la oposición venezolana a un peligroso punto de quiebre. Mientras el país se hunde en crisis, la diáspora venezolana queda atrapada entre intereses internacionales contradictorios y una oposición que lucha por no pasar definitivamente de aliados a antagonistas.

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