Bartolomé de las Casas y José Gregorio Hernández hablan en una “vaticana” fila de espera

En la inmensa fila de espera del Vaticano, donde las almas aguardan pacientemente su turno para entrar al Cielo, dos figuras emblemáticas del mundo hispanoamericano se encuentran. Bartolomé de las Casas, el fraile defensor de los indígenas en el siglo XVI, y José Gregorio Hernández, el médico de los pobres del siglo XIX, cruzan palabras en una conversación que trasciende el tiempo y el espacio.

Luis Britto García, escritor, historiador, ensayista y dramaturgo venezolano, nos ofrece un atisbo de esta conversación en su ensayo titulado «Santos jugando banco», publicado en el portal de temas políticos venezolano Aporrea. Con su vasta experiencia y credenciales, Britto García imagina un diálogo en un espacio temporal imaginario entre estos dos personajes que están en proceso de santificación por parte del Vaticano. Su ensayo comienza con un intercambio sencillo pero profundo entre Bartolomé de las Casas y José Gregorio Hernández, destacando la espera casi interminable del fraile, desde 1566.

Bartolomé de las Casas

Bartolomé de las Casas, un nombre que resuena con fuerza en la historia de América Latina, se encuentra en la fila de espera desde hace más de cuatro siglos. «Hombre, desde 1566», responde de las Casas cuando José Gregorio le pregunta cuánto tiempo lleva esperando. La sorpresa del doctor es palpable: «¿Tanto? ¿Y usted qué era? ¿Delator? ¿Estafador? ¿Asesino?» La respuesta, «Fraile», es el primer indicio de la dedicación y sacrificio de Bartolomé, quien protegió a los indígenas, un acto que le ha costado siglos de espera.

La ironía no escapa a José Gregorio Hernández, quien, aunque solo lleva esperando desde 1919, reconoce de inmediato a Bartolomé de las Casas. «El primer sacerdote ordenado en el Nuevo Mundo», exclama Hernández, evidenciando el respeto y admiración que siente por el fraile. Este reconocimiento mutuo subraya la trascendencia de sus acciones y el impacto que tuvieron en sus respectivas épocas.

Bartolomé de las Casas
Bartolomé de las Casas reflexiona sobre su lucha y su legado. «Sesenta millones de americanos perecieron como consecuencia de la Conquista», lamenta el fraile, mientras José Gregorio intenta consolarlo destacando su papel como precursor de los Derechos Humanos. Ilustración MidJourney

Millones de muertos que no hablan

La conversación avanza, y Bartolomé de las Casas reflexiona sobre su lucha y su legado. «Sesenta millones de americanos perecieron como consecuencia de la Conquista», lamenta el fraile, mientras José Gregorio intenta consolarlo destacando su papel como precursor de los Derechos Humanos. Pero la realidad es dura, y Bartolomé siente que sus esfuerzos fueron en vano, una lucha constante contra los conquistadores que deshacían con el hierro lo que él construía con sus manos.

La interacción entre estos dos personajes históricos nos ofrece una perspectiva única sobre sus vidas y sus contribuciones. José Gregorio Hernández, conocido por su dedicación a los pobres y su labor médica, también enfrenta sus propios desafíos y críticas. La conversación se torna más íntima cuando Hernández comparte sus propias inseguridades y malentendidos que ha enfrentado, como las acusaciones infundadas sobre su vida y su trabajo.

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Injusticias en sus caminos

En medio de la espera, la conversación se desvía hacia temas más personales. Bartolomé de las Casas y José Gregorio Hernández comparten un trago ofrecido por los Reyes Magos, un gesto que humaniza aún más a estos personajes históricos. La charla se vuelve más relajada, pero no menos profunda, mientras ambos reflexionan sobre sus legados y las injusticias que han enfrentado.

Bartolomé de las Casas, en particular, expresa su frustración por el hecho de que su nombre esté asociado con la esclavitud africana. «Como si los esclavistas protestantes, el anglicano Hawkins, los calvinistas holandeses de la Compañía de las Indias Occidentales, los evangélicos gringos, todos esos herejes necesitaran permiso de un fraile para su capitalismo salvaje», exclama con indignación. Esta defensa apasionada revela la complejidad de su legado y la carga emocional que ha llevado a lo largo de los siglos.

Un doctor malinterpretado

José Gregorio Hernández, por su parte, se muestra comprensivo y solidario. A pesar de sus propios logros y sacrificios, se siente menospreciado y malinterpretado. «El que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo; mas el hombre prudente calla», cita Hernández, intentando mantener la calma y la dignidad frente a las adversidades.

Bartolomé de las Casas
Ambos lucharon incansablemente por los oprimidos, enfrentaron críticas y adversidades, y nunca dejaron de creer en la bondad y la justicia. Su espera en la fila del Vaticano, aunque interminable, no es un castigo, sino una prueba de su amor y dedicación hacia los demás. Ilustración MidJourney.

La conversación se torna aún más crítica cuando ambos observan a otros candidatos a la santidad que parecen recibir un trato preferencial. «¿Quién es esa beata que se salta la cola a la torera y entra en hombros de camarógrafos y faranduleros?» pregunta Bartolomé, destacando las injusticias y favoritismos que aún prevalecen en el proceso de canonización. José Gregorio Hernández comparte esta indignación, observando cómo ciertos individuos, a pesar de sus actos cuestionables, avanzan más rápido en la fila.

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A medida que la conversación se desarrolla, Bartolomé de las Casas y José Gregorio Hernández encuentran consuelo en su mutua compañía. Reconocen que su espera, aunque larga y llena de desafíos, está marcada por su dedicación y amor por la humanidad. «¿Entre nuestros defectos, ¿cuál es el que no nos perdonan?» pregunta Bartolomé, a lo que José Gregorio responde con sabiduría y resignación: «El de creer que el hombre no ha sido hecho para la institución, sino la institución para el hombre.»

Una prueba de amor

Este intercambio final encapsula la esencia de sus vidas y sus legados. Ambos lucharon incansablemente por los oprimidos, enfrentaron críticas y adversidades, y nunca dejaron de creer en la bondad y la justicia. Su espera en la fila del Vaticano, aunque interminable, no es un castigo, sino una prueba de su amor y dedicación hacia los demás.

En el ensayo de Luis Britto García, la conversación imaginaria entre Bartolomé de las Casas y José Gregorio Hernández no solo nos ofrece una visión profunda de sus vidas y legados, sino que también nos invita a reflexionar sobre la justicia, la santidad y el verdadero significado del servicio a los demás. A través de su diálogo, Britto García nos recuerda que la espera, por larga que sea, es un reflejo de la profundidad de sus convicciones y la nobleza de sus acciones.

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