La IA emuló a la creatividad humana ¿Quién hace el prompts?

De todas las formas de intelecto que uno podría esperar que emule la inteligencia artificial, pocas personas colocarían la creatividad humana en la parte superior de su lista. La creatividad, esa chispa que nos define como seres humanos, ha sido vista durante mucho tiempo como la última frontera de la IA, una que muchos creen que nunca cruzará. Sin embargo, esa percepción está siendo desafiada, no solo por el avance tecnológico, sino también por el papel que juega la IA en la economía y la cultura global.

La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) reportó en 2022 que las patentes relacionadas con la IA han aumentado un 400% en la última década. Una parte significativa de esas patentes está relacionada con herramientas de diseño y creación. DALL-E y Midjourney, desarrollados por OpenAI y Adobe respectivamente, están transformando la producción creativa, siendo capaces de generar desde imágenes surrealistas hasta composiciones musicales. De hecho, la reciente edición de los premios de diseño Red Dot tuvo, por primera vez, una categoría especial para la IA, donde DALL-E fue reconocido.

Creatividad humana
Los desafíos a la imaginación son alimentados por personas no por autogeneración. Ilustración MidJourney

Creatividad humana y a IA

El efecto social y económico de la IA en el mundo la creatividad humana no puede subestimarse. La huelga de escritores de Hollywood en 2022, en parte atribuida al uso de la IA en la generación de guiones, refleja la tensión existente. Según la Federación de Escritores del Oeste de los Estados Unidos, hay una preocupación genuina de que la IA pueda reducir la demanda de escritores humanos y, en última instancia, diluir la originalidad y la autenticidad del contenido.

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Sin embargo, hay argumentos en contra. La profesora Natasha Lomas, historiadora de la Universidad de Cambridge, señala que «a lo largo de la historia, hemos visto cómo la tecnología ha potenciado la creatividad humana en lugar de reemplazarla». En el Renacimiento, la invención de la perspectiva lineal y las técnicas de pintura al óleo permitieron a los artistas crear obras de arte más realistas y detalladas. Del mismo modo, la IA podría ser vista como una herramienta que, cuando se utiliza correctamente, puede enriquecer la creatividad humana en lugar de suplantarla.

Aumento en el Producto Interno Bruto

El impacto económico también es profundo. La Cámara de Comercio Internacional estima que, para 2025, la IA podría representar el 14% del PIB mundial, con un valor de más de $15 billones. Gran parte de este crecimiento provendrá de sectores que tradicionalmente han usado a creatividad humana, desde diseño y publicidad hasta entretenimiento y arte.

Pero, ¿cómo funciona exactamente la IA cuando se trata de creatividad? Básicamente, estas máquinas utilizan enormes conjuntos de datos para identificar patrones y luego generan contenido basado en esos patrones. Aunque esto puede sonar puramente lógico y mecánico, los resultados a menudo son sorprendentemente originales. Es decir, la IA puede combinar recursos existentes de formas que los humanos no habían considerado, llevando a soluciones y creaciones novedosas.

Creatividad humana
La complejidad económica que plantea la IA no ha sido considerada toda. Ilustración MidJourney

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Llegan preguntas filosóficas

Por supuesto, esta capacidad de la IA para ser «creativa» plantea preguntas éticas y filosóficas. El senador estadounidense Alex Padilla expresó su preocupación sobre quién tiene el control de los ‘prompts’ o instrucciones dadas a la IA. «Si las máquinas pueden crear, ¿quién decide qué deben crear? ¿Y quién es el propietario de esas creaciones?», cuestiona. La diatriba pudiera llegar al calejón de que es el hombre quien a través de un prompts que escribe pata la IA activa la emulación de la creatividad humana.

Más allá de las implicaciones económicas y sociales, el debate en torno a la creatividad basada en la IA toca el núcleo mismo de lo que significa ser humano. La creatividad siempre ha sido vista como un rasgo distintivamente humano, una que nos diferencia de las máquinas. Pero a medida que la IA continúa desdibujando esa línea, nos vemos obligados a reconsiderar nuestra relación con la tecnología y, quizás, con nosotros mismos.

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