La clase media venezolana, a menudo considerada el pilar de la estabilidad social y política del país, enfrenta hoy el reto más grande de su historia: recomponer una nación para todos. En un país donde las crisis económicas y políticas han marcado profundamente a la población, la clase media que aún reside en Venezuela tiene la tarea de construir «una nación incluyente», un desafío que va más allá de la simple supervivencia y que se enfoca en la reconstrucción del tejido social y económico. La clase media en Venezuela, aunque mermada, sigue dando la batalla. En medio de la realidad hay una que nació y se le conoce como “la enchufada”. Y está la que se fue, que deja a nuestro gentilicio en alto, pero que requiere reconectar con sus similares en el terruño para repensar al país.
Gustavo Roosen, presidente del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) en Venezuela, ha sido una voz constante en la reflexión sobre el papel de la clase media en el país. En su artículo «Venezuela y su clase media», publicado en el diario El Nacional, Roosen destaca la importancia de esta clase social, afirmando que «una de las fortalezas del país es su clase media». Según él, esta clase ha demostrado una capacidad inusual para adaptarse a los vaivenes impuestos por el chavismo, manteniéndose a flote y luchando por la libertad y el bienestar en un entorno hostil.
Idear una nación para todos
La clase media venezolana se ha fragmentado en dos grandes grupos: aquellos que se han marchado del país, formando parte de la diáspora, y aquellos que han decidido quedarse, resistiendo en medio de las adversidades. Esta dualidad refleja una realidad compleja: mientras que los que se han ido buscan nuevas oportunidades en el extranjero, quienes permanecen en Venezuela están comprometidos con la misión de construir una nación para todos. Esta frase no solo define un ideal, sino que también sirve como un recordatorio de la responsabilidad que recae sobre sus hombros.

Los analistas coinciden en que la clase media venezolana, fortalecida por las políticas democráticas de la segunda mitad del siglo XX, es una promesa para el futuro del país. Fue durante ese período que Venezuela comenzó a utilizar su riqueza petrolera para desarrollar un país productor y competitivo, con una economía abierta y basada en el esfuerzo y talento de su gente. La educación, el trabajo y la legalidad se convirtieron en los pilares sobre los cuales esta clase social construyó su identidad. Ahora, a pesar de los desafíos, sigue manteniendo la esperanza de recomponer una nación que sea inclusiva y justa para todos sus ciudadanos.
Un punto de fuga
Hannah Dreier, periodista de investigación y corresponsal en Venezuela entre 2014 y 2018, ofrece una perspectiva externa pero profundamente conectada con la realidad venezolana. Dreier, quien ha ganado dos premios Pulitzer, observa que la clase media que ha quedado en el país no solo lucha por sobrevivir, sino que también defiende un estilo de vida basado en el esfuerzo y la libertad. Para Dreier, la sobrevivencia de la clase media venezolana tiene un significado que va más allá de la mera existencia; se trata de «defender una vida de esfuerzo», de resistir la tentación de caer en la desesperanza y continuar luchando por un país mejor.
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La misión de recomponer una nación para todos no es tarea fácil. Quienes se han quedado en Venezuela enfrentan una serie de dificultades que incluyen la inflación galopante, la escasez de bienes esenciales y una situación política tensa y polarizada. Sin embargo, a pesar de estos obstáculos, la clase de medios ha demostrado una notable capacidad de resiliencia. Se niega a verso a sí misma como una «pobre» clase media, y en cambio, se enfoca en superar las adversidades y revertir la situación negativa en la que se encuentra el país.
Los primeros inmigrantes
En contraposición, la clase media que ha emigrado ha ganado una nueva perspectiva sobre la vida y la economía global. Estos venezolanos que ahora residen en el extranjero han aprendido que el mundo no termina en Venezuela y que el país tiene todas las posibilidades de competir exitosamente en un mercado global. Al mismo tiempo, siguen conectados emocional y culturalmente con su patria, convencidos de que, desde cualquier lugar del mundo, pueden contribuir a la construcción de una nación para todos.
La clase media, tanto dentro como fuera de Venezuela, sigue siendo una fortaleza para la democracia. A lo largo de los años, ha ido desarrollando una conciencia ciudadana más madura, consciente de que su participación activa es crucial para el futuro del país. La economía es solo una parte del problema, también es necesario un compromiso renovado con los valores democráticos, la transparencia en la gestión pública y el respeto a los derechos individuales. La clase media venezolana está llamada a ser el motor de este cambio, un agente transformador que puede recomponer el país desde sus cimientos.
Una mirada de ultramar
James Pembroke, editor británico y colaborador de Hannah Dreier, ha subrayado la importancia de la clase media venezolana para la democracia global. En su análisis, afirma que «las democracias del mundo no pueden permitirse perder a la clase media venezolana. Venezuela es un activo clave para la democracia mundial». Esta declaración refuerza la idea de que la misión de recomponer una nación para todos no es solo una cuestión interna, sino que tiene implicaciones más amplias, tanto para la región como para la comunidad internacional.

El futuro de Venezuela depende en gran medida de la capacidad de su clase media para resistir y adaptarse a los desafíos actuales. Mientras algunos se han ido en busca de un nuevo comienzo, aquellos que han decidido quedarse en el país tienen la tarea crucial de reconstruirlo. A pesar de las adversidades, la clase media sigue comprometida con la idea de que Venezuela puede convertirse en una nación para todos, un país donde el esfuerzo, la educación y el respeto a la legalidad sean los pilares de una sociedad justa y próspera.
Una tarea titánica
Este compromiso con la reconstrucción del país también implica una reflexión sobre el papel del Estado y del ciudadano en la nueva Venezuela. Para que la clase media pueda cumplir su misión, es necesario que haya un cambio de la manera en que se entiendan y se ejerzan las responsabilidades de ambos. Un Estado que fomente la iniciativa individual y una ciudadanía que participe activamente en la vida pública son esenciales para crear una nación para todos.
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La clase media venezolana, tanto dentro como fuera del país, está llamada a jugar un papel fundamental en la reconstrucción de Venezuela. La misión de recomponer una nación incluyente no es fácil, pero es una tarea que esta clase social está dispuesta a asumir. Con su resiliencia, su compromiso con los valores democráticos y su voluntad de superar las adversidades, la clase media tiene el potencial de transformar a Venezuela en un país donde todos puedan prosperar y vivir en libertad. La historia aún está por escribirse, pero el rol de la clase media será, sin duda, central en este proceso.