Nick Akerman: Desde 1991 Trump no es más que un estafador clásico

En el intrincado laberinto de la justicia y la política estadounidense, pocas figuras han sido tan controvertidas como Donald Trump. Según Nick Akerman, ex fiscal especial adjunto en Watergate y experto en fraude financiero, «Trump no es más que un estafador clásico». Este enunciado, aparentemente audaz, encuentra sus raíces en décadas de conducta cuestionable por parte del expresidente, una historia que se extiende más allá de los muros de la Corte Suprema del Estado de Nueva York.

El juicio por fraude civil de Trump, que reclama daños por 250 millones de dólares, es solo la punta del iceberg. Las pruebas presentadas ante el juez Engoron son significativas, pero no completan el cuadro de las declaraciones financieras fraudulentas de Trump. Según Akerman, el verdadero alcance del fraude financiero y fiscal de Trump comenzó al menos en la década de 1990, marcando el inicio de un colapso financiero que transformaría a Trump en un paria financiero.

Trump no es más que un estafador
La implicación de Don Jr. e Ivanka Trump en un esquema fraudulento para vender los condominios de un proyecto levantado con dinero ruso solo añade más sombras al ya turbio panorama financiero de Trump. Ilustración MidJourney

Akerman: Trump no es más que un estafador

En 1991, la quiebra del casino Taj Mahal en Atlantic City fue el primero de varios fracasos financieros que marcarían la carrera empresarial de Trump. Le siguieron cinco declaraciones de quiebra más, incluyendo dos casinos adicionales en 1992, el hotel Trump Plaza en Nueva York ese mismo año, Trump Hotels and Casinos Resorts en 2004 y Trump Entertainment Resorts en 2009. Estas quiebras, más que simples reveses comerciales, ilustran un patrón de gestión imprudente y decisiones empresariales cuestionables.

Tambièn puedes leer: OpenSecrets: La corrupción alimentada por combustibles fósiles es un problema bipartidista

Sin embargo, el verdadero giro en la saga de Trump fue su presunta evasión fiscal y fraude empresarial. En 1992, en medio de su tumultuosa situación financiera, la familia Trump creó una empresa ficticia, «All County Building Supply & Maintenance». El propósito de esta empresa parece haber sido evadir impuestos sobre donaciones, un esquema clásico de fraude fiscal. Akerman, con su experiencia en casos de alto perfil, reconoce este patrón: crear una corporación falsa para engañar al IRS es una estrategia común en la evasión fiscal. Luego de esta argucia para Akerman no hay dudas: Trump no es más que un estafador.

Trump y el dinero de Rusia

La conexión de Trump con fuentes de financiación cuestionables también es motivo de preocupación. En 2008, su hijo Don Jr. hizo un comentario revelador sobre la afluencia de fondos rusos en sus negocios. Uno de los proyectos más notorios fue Trump SoHo, financiado en parte por capitales rusos. La implicación de Don Jr. e Ivanka Trump en un esquema fraudulento para vender los condominios de este proyecto solo añade más sombras al ya turbio panorama financiero de Trump.

Este patrón de conducta deshonesto llegó a un punto crítico cuando la Organización Trump tuvo que recurrir a fuentes de financiación legítimas. En el mundo de los negocios ya muchos apreciaban que Trump no es más que un estafador, sin embargo, el culto a los “tiburones” lo mantuvo nadando. En 2014, cuando firmaron un contrato de arrendamiento por 60 años con el gobierno federal para convertir el antiguo edificio de la Oficina de Correos en Washington, DC, en un hotel de lujo, necesitaban un préstamo legítimo. Deutsche Bank, al otorgar un préstamo de 170 millones de dólares, se basó en estados financieros inflados y fraudulentos proporcionados por Trump, aseguró Akerman y consta en el expediente del caso.

Los estados financieros falsos de Trump no solo se usaron para obtener mejores tasas de interés y seguros, sino también como instrumentos para defraudar al Tesoro de Estados Unidos. Un ejemplo claro es la denuncia del Fiscal General que alega que Trump tomó una deducción de impuestos basada en el valor inflado fraudulentamente de una propiedad de Seven Springs.

Trump no es más que un estafador
«Trump no es más que un estafador clásico», un individuo cuyas prácticas empresariales y financieras han estado plagadas de engaños y manipulaciones, opina Akerman.

La apacible vida de Donald Trump

Este historial, lleno de quiebras, evasión fiscal y fraude, desmiente las afirmaciones de Don Jr. en el juicio de que su padre era un «visionario» y un «artista con bienes raíces«. Más bien, lo que emerge es la imagen de que «Trump no es más que un estafador clásico», un individuo cuyas prácticas empresariales y financieras han estado plagadas de engaños y manipulaciones, opina Akerman.

Akerman, con su extensa experiencia en el sistema legal de EE. UU., ve en Trump un ejemplo clásico de cómo el fraude y la corrupción pueden enraizarse en las esferas más altas del poder y la riqueza. A medida que el juicio avanza y más detalles salen a la luz, el legado de Trump como empresario y como presidente se ve cada vez más empañado por estas revelaciones. Lo que comenzó en la década de 1990 como un tren financiero naufragado ha culminado en un juicio que podría definir para siempre la percepción pública de Trump no solo como político, sino también como empresario.

Tambièn puedes leer: Detener el cambio climático pasa por migrar al uso de energías alternativas

Dilema moral y presidencial

La cultura política y judicial de Estados Unidos se enfrenta a un dilema único con la situación de Trump. Por un lado, una condena por fraude significaría una mancha indiscutible en su historial, lo que normalmente sería un golpe devastador para la credibilidad y viabilidad política de cualquier figura pública. Tal condena podría ser vista como una confirmación de las sospechas y acusaciones que han perseguido a Trump durante años, potencialmente alienando a los votantes moderados y reforzando la percepción de conducta inapropiada, más cuando a esta altura se afirma que Trump no es más que un estafador.

Sin embargo, por otro lado, el singular clima político que rodea a Trump y su base de seguidores podría interpretar una sentencia de este tipo de manera muy diferente. En lugar de ser un obstáculo, podría ser percibido como una victimización o como un ataque del «establishment», fortaleciendo su narrativa de ser un ‘outsider’ luchando contra un sistema corrupto. Esta dinámica podría, paradójicamente, aumentar su popularidad entre ciertos sectores y hacerlo un candidato viable para la nominación republicana en las elecciones de 2024. En este escenario, la respuesta de la cultura estadounidense sería una mezcla compleja de rechazo legal y moral, por un lado, y de apoyo político y simpatía por otro, reflejando la polarización profunda y las contradicciones que marcan el panorama político actual del país.

Related articles

- Publicidad -spot_imgspot_img
spot_imgspot_img

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí