2024 deja la imagen del retroceso de la democracia y el mal ejemplo lo pone EE.UU.

El año 2024 quedará grabado en la memoria política global como un período de confrontaciones intensas entre los ideales democráticos y las fuerzas que buscan erosionarlos. Entre estos eventos, destaca con crudeza el retroceso de la democracia en Estados Unidos, una nación que históricamente se ha proyectado como bastión y modelo de esta forma de gobierno. Sin embargo, los comicios presidenciales de noviembre no solo pusieron en evidencia profundas divisiones internas, sino que también subrayaron los peligros internos a una plutocracia desenfrenada, el uso de la desinformación como arma política y la violencia polarizadora que amenaza con desestabilizar sociedades enteras.

Andrea Rizzi, corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS, dedicó un incisivo análisis al estado de la democracia mundial en su columna: “¿Cómo fue el super año electoral?: balance del estado de la democracia tras un período de ataques sin precedentes”. Rizzi, un periodista experimentado con credenciales en derecho y periodismo, expuso que el ciclo electoral de 2024, que abrió más de 70 elecciones generales y movilizó a casi la mitad de la población mundial, sirvió como laboratorio para medir la salud democrática global. Aunque identificó episodios de resiliencia en países como Senegal y Bangladesh, el caso estadounidense se destacó negativamente, revelando grietas preocupantes en los fundamentos de su sistema político.

2024: retroceso de la democracia

El retroceso de la democracia en Estados Unidos no se limita al resultado de las elecciones, que dieron la victoria a Donald Trump tras una campaña marcada por la polarización extrema. Lo alarmante radica en el proceso en sí, donde la influencia del dinero y las campañas de desinformación alcanzaron niveles sin precedentes. Elon Musk, magnate tecnológico y una de las figuras más controvertidas del año, ejemplificó cómo los ultrarricos pueden capturar el aparato político. Su abierta inclinación por Trump, respaldada por contribuciones económicas multimillonarias y el uso de su plataforma digital, X (antes Twitter), como herramienta de propaganda, refleja la consolidación de la plutocracia como una amenaza existencial para el modelo democrático.

Entre estos eventos, destaca con crudeza el retroceso de la democracia en Estados Unidos, una nación que históricamente se ha proyectado como bastión y modelo de esta forma de gobierno. Ilustración MidJourney

La interferencia extranjera también ocupó un lugar central en el análisis de 2024, con ejemplos notables en países como Rumania y Georgia. En el primero, las elecciones presidenciales fueron anuladas tras revelarse actividad sospechosa en TikTok, atribuida a actores estatales externos que favorecían a un candidato filorruso. Mientras tanto, en Georgia, las urnas refuerzan el poder de un partido gobernante acusado de debilitar las instituciones democráticas. Este fenómeno no es exclusivo de Europa del Este, pero su incidencia en esta región evidencia cómo las potencias extranjeras explotan plataformas digitales para socavar procesos democráticos en beneficio de sus agendas geopolíticas.

Agregue un poco de violencia política

A la lista de amenazas se suma la creciente violencia política, fenómeno que Gerardo Berthin, vicepresidente de programas internacionales en Freedom House, señala como un peligro latente en al menos 26 de las elecciones celebradas este año. Desde intentos de asesinato contra figuras destacadas como Trump hasta agresiones dirigidas contra trabajadores electorales, la violencia es el rostro más crudo de una polarización que deshumaniza al adversario político. Este clima hostil no solo afecta la legitimidad de los procesos electorales, sino que también desmotiva la participación ciudadana y amenaza la integridad de las instituciones democráticas.

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El retroceso de la democracia se manifiesta también en el malestar ciudadano que atraviesa las democracias occidentales. Como señala Cristina Monge, politóloga y presidenta de Más Democracia, 2024 marcó un punto álgido en la insatisfacción popular, con un aumento notable de apoyos a alternativas radicales, especialmente de ultraderecha. Este fenómeno plantea interrogantes sobre si las buenas cifras macroeconómicas, presentes en varias de estas naciones, realmente reflejan el bienestar de sus ciudadanos. La desconexión entre las élites políticas y las necesidades reales de la población alimenta la percepción de que los sistemas democráticos no están cumpliendo con sus promesas fundamentales.

Datos singulares: El Savador

En términos de representación de género, 2024 fue un año de estancamiento. Los datos de la Unión Interparlamentaria indican que, tras dos décadas de progreso constante, la proporción de mujeres en cargos parlamentarios disminuyó ligeramente este año. Además, las agresiones verbales en el ámbito digital continúan siendo una barrera significativa para la participación femenina en la política, perpetuando prácticas discriminatorias que obstaculizan el avance hacia la igualdad.

Por otro lado, el panorama de los regímenes autoritarios en países como Túnez y El Salvador subraya cómo algunos gobiernos utilizan procesos electorales como fachada para legitimar su poder. En el caso tunecino, una participación electoral del 28% destacó la falta de competencia real en un sistema en clara regresión. En El Salvador, el presidente Nayib Bukele aseguró su reelección pese a violar disposiciones constitucionales, consolidando su control autoritario mientras se presentaba como innovador en redes sociales, pero solo es un actor más en el retroceso de la democracia.

El retroceso de la democracia en Estados Unidos no se limita al resultado de las elecciones, que dieron la victoria a Donald Trump tras una campaña marcada por la polarización extrema. Lo alarmante radica en el proceso en sí, donde la influencia del dinero y las campañas de desinformación alcanzaron niveles sin precedentes. Ilustración MidJourney.

Un asunto que posee matices

El análisis de 2024 deja claro que el retroceso de la democracia no es un fenómeno aislado ni exclusivo de una región. La combinación de desafíos internos, como la plutocracia y la violencia política, y externos, como las interferencias extranjeras, plantea un escenario complejo que requiere respuestas contundentes y coordinadas. Aunque los ejemplos de resiliencia democrática, como los de Senegal y Bangladesh, inspiran esperanza, estos casos no deben desviar la atención de las amenazas estructurales que enfrentan muchas democracias, incluidos Estados Unidos, cuyo retroceso actúa como un sombrío recordatorio de que incluso los sistemas más consolidados. no son inmunes a la erosión.

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En última instancia, el pulso entre democracia y autoritarismo seguirá definiendo la evolución política global en los años venideros. Si algo demuestra el análisis de 2024, es que la supervivencia del modelo democrático depende de su capacidad para adaptarse y resistir ante fuerzas que buscan socavar sus fundamentos. El mal ejemplo que pone Estados Unidos, una vez modelo de referencia, resalta la necesidad de fortalecer la transparencia, la representación y la participación ciudadana como pilares esenciales para contrarrestar el retroceso de la democracia.

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