Entre la Bichota y “Nico G” se dibuja una relación amor odio unida por el reguetón

El reguetón se ha convertido en un lazo inquebrantable entre la política y la cultura popular en Venezuela, uniendo en una relación de amor y odio a dos figuras aparentemente opuestas: Karol G, la aclamada cantante colombiana conocida como la Bichota, y Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela autoproclamado «Nico G». Esta curiosa conexión ha sido una fuente constante de controversias y titulares, uniendo el mundo del reguetón con la esfera política de maneras inesperadas y a menudo surrealistas.

Este reportaje se basa en el trabajo de Florantonia Singer, periodista venezolana con credenciales en periódicos como El Nacional y Últimas Noticias. Desde 2017, Singer ha colaborado con El País de España, y su pieza editorial “Maduro bromea con que Karol G le hizo una canción y ella lo desmiente” desató un mar de reacciones en el ámbito político y musical. Singer detalló cómo Maduro, durante un acto de campaña en Petare, afirmó que Karol G le había regalado una canción para su batalla electoral. Sin embargo, el equipo de la artista rápidamente desmintió estas declaraciones.

Política y reguetón

En un intento por ganar simpatía popular, Maduro declaró: “Aquí me conocen como gallo pinto, pero en el exterior ya me están diciendo Nico G”. Esta declaración, destinada a causar risa y a humanizar al mandatario, no tardó en ser desmontada por el equipo de Karol G, que afirmó categóricamente que la cantante no había compuesto ninguna canción para el presidente. La situación escaló rápidamente en las redes sociales, donde se debatió la veracidad de las afirmaciones de Maduro y se criticó el uso de la imagen de Karol G para fines políticos.

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El reguetón ha servido como un nexo peculiar entre Karol G y «Nico G», una relación de amor y odio alimentada por la necesidad de conectar con la juventud y la cultura popular. Este género musical, con su ritmo pegajoso y letras directas, se ha convertido en un campo de batalla donde se juega no solo la popularidad de una canción, sino también el destino político de un país. Ilustración MidJourney

La relación entre Maduro y el reguetón no es nueva. El mandatario ha utilizado repetidamente la música urbana como herramienta de campaña, aprovechando su popularidad entre los jóvenes. Durante un acto político en el Estado Carabobo, Maduro y el gobernador Rafael Lacava bailaron el tema «Amargura» de Karol G. Este espectáculo fue ampliamente compartido en redes sociales, mostrando a los políticos tratando de seguir el ritmo de la canción mientras la Bichota cantaba sobre el desamor. El reguetón, en este contexto, se convierte en un instrumento para conectar con la población joven, a pesar de la controversia que genera.

Todos medran

Florantonia Singer también destacó cómo, en un episodio de su podcast, Lacava comentó sobre el concierto de Karol G en Venezuela. El gobernador se jactó de haber puesto orden en el evento, permitiendo la entrada de miles de personas que querían ver a la artista. “En las redes dijeron que la policía estaba reprimiendo. ¡Mentira! A mí me informaron que había unas 2.000 personas, unas con entradas y otras que quería entrar, y yo di la orden de que, organizadamente, dejaran entrar a toda esa gente”, afirmó Lacava. Este tipo de declaraciones muestra cómo los políticos utilizan la cultura popular y eventos masivos para proyectar una imagen de cercanía y control.

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El uso del reguetón por parte de Maduro es solo un ejemplo de cómo los políticos pueden aprovecharse de la cultura popular para sus propios fines. En América Latina, esta práctica no es exclusiva de Venezuela. En Argentina, el candidato Javier Milei ha utilizado la canción «El León» de la banda de Mataderos en su campaña, mientras que en México, la banda Molotov ha amenazado con demandar al partido Morena por el uso no autorizado de su canción «Voto Latino». Estos ejemplos ilustran cómo la música puede ser un campo de batalla en la política, donde todos los políticos medran y todos mienten, como lo demuestra el caso de Donald Trump en Estados Unidos, quien ha sido un campeón en el uso de tácticas engañosas.

La búsqueda es el viaje

En la campaña electoral de Maduro, la búsqueda de una canción emblemática ha sido una constante. La televisora estatal Tves lanzó el reality show Factor M para escoger la canción oficial de la campaña. Cada semana, participantes presentaban temas en diversos géneros dedicados a Maduro, y los ganadores acompañarían al presidente en sus actos. Sin embargo, a pesar de este esfuerzo, Maduro comenzó su campaña con una canción vieja, el himno «Chávez, corazón del pueblo» de 2012, un tema que evocaba la última campaña del fallecido presidente Hugo Chávez.

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En América Latina, esta práctica no es exclusiva de Venezuela. En Argentina, el candidato Javier Milei ha utilizado la canción «El León» de la banda de Mataderos en su campaña, mientras que en México, la banda Molotov ha amenazado con demandar al partido Morena por el uso no autorizado de su canción «Voto Latino». Ilustración MidJourney.

A lo largo de los años, Maduro ha tratado de crear un vínculo con la música y los artistas populares, pero estos esfuerzos han sido recibidos con escepticismo y críticas. El caso más reciente con Karol G solo subraya la desconexión entre las intenciones del presidente y la realidad de su impacto en la cultura popular. A pesar de sus intentos de bailar y bromear, la reacción del equipo de Karol G demuestra que no todos están dispuestos a ser utilizados como herramientas políticas.

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El reguetón ha servido como un nexo peculiar entre Karol G y «Nico G», una relación de amor y odio alimentada por la necesidad de conectar con la juventud y la cultura popular. Este género musical, con su ritmo pegajoso y letras directas, se ha convertido en un campo de batalla donde se juega no solo la popularidad de una canción, sino también el destino político de un país. La historia de cómo Maduro ha intentado utilizar la figura de Karol G y el reguetón en su campaña es un recordatorio de los límites de la propaganda política y de la autonomía de los artistas en un mundo cada vez más politizado.

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