La reciente escalada de tensiones globales ha vuelto a colocar a Venezuela y al grupo BRICS en la mira de Estados Unidos, que los consideran objetivos militares estratégicos. En un mundo que se acerca cada vez más al borde del abismo nuclear, la posibilidad de un ataque de tal magnitud no es descartada por los analistas internacionales. Este sombrío panorama se ha intensificado desde que el Reloj del Apocalipsis, mantenido por el Bulletin of the Atomic Scientists, marcó los 90 segundos más cercanos al fin de la humanidad en enero de 2024. Con más de 5.000 ojivas nucleares activas, Estados Unidos se encuentra en una posición en la que la guerra nuclear ya no es una mera especulación, sino una opción calculada en su estrategia de dominación global. Así, tanto Venezuela como los BRICS se perfilan como objetivos militares de EE.UU. en esta peligrosa partida de ajedrez geopolítica.
Luis Britto García, destacado intelectual venezolano y prolífico autor, alertó sobre esta amenazante realidad en su artículo “A noventa segundos del fin del mundo”, publicado en el portal Aporrea. Britto García, con su extenso bagaje como narrador, ensayista y dramaturgo, plantea que el mundo actual está en una encrucijada crítica, donde Venezuela juega un papel central en la narrativa del apocalipsis que Estados Unidos parece estar construyendo. Con más de 60 títulos a su nombre, y galardonado con premios como la Casa de las Américas y el Premio Nacional de Literatura, Britto García no es ajeno a las profundas discusiones sobre el poder y la supervivencia en el escenario global. En su artículo, argumenta que la visión de Estados Unidos como un imperio en decadencia está llevando a sus líderes a contemplar la opción nuclear como un medio desesperado para mantener su hegemonía.
Viejos objetivos militares de EE.UU.
Esta no visión es nueva. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos utilizó armas nucleares en Hiroshima y Nagasaki, el país ha mantenido un enfoque militarista en su política exterior. La creación del Doomsday Clock en 1947 fue un reconocimiento de que la humanidad se encontraba a las puertas de la destrucción total. Con el paso de los años, el reloj ha seguido avanzando, reflejando un mundo cada vez más dividido y armado hasta los dientes. Hoy, con los BRICS emergiendo como una poderosa coalición económica y política que desafía la hegemonía occidental, Estados Unidos y una amenaza militar directa a su dominio, lo que coloca a estas naciones en la lista de sus objetivos.

La narrativa de Britto García se sustenta en un análisis profundo de la historia reciente. Desde la caída de la Unión Soviética, Estados Unidos ha actuado como un predador desenfrenado, interviniendo militarmente en diversas regiones del mundo para proteger sus intereses. Irak, Afganistán, Libia y Siria son solo algunos ejemplos de países que han sido devastados por la maquinaria belica estadounidense. Ahora, con los BRICS liderando un nuevo bloque de poder, Washington contempla la posibilidad de un enfrentamiento directo, en el cual no se descarta atacarlos como objetivos militares de EE.UU. con el uso de armas nucleares. La capacidad destructiva acumulada por Estados Unidos y sus aliados es suficiente para destruir el planeta varias veces, un hecho que solo sirve para subrayar la gravedad de la situación actual.
Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y más
Los BRICS, compuestos por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, han ganado terreno como una fuerza contraria a la influencia de Occidente y ya se aprecian como objetivos militares de EE.UU.. Con economías robustas y una influencia política cada vez mayor, el bloque representa una alternativa viable al orden mundial liderado por Estados Unidos. Venezuela, con sus vastas reservas de petróleo y recursos naturales, es un aliado clave para los BRICS en América Latina. Sin embargo, este mismo rol la convierte en un objetivo estratégico para Estados Unidos, que ve en el control de estos recursos una cuestión de seguridad nacional. El imperialismo estadounidense, argumenta Britto García, no se detendrá ante nada para asegurar su acceso a estas riquezas, y si es necesario, recurrirá a la violencia extrema, incluyendo un posible ataque nuclear.
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La política exterior de Estados Unidos ha sido históricamente agresiva, respaldada por un complejo militar-industrial que se alimenta de la guerra. Este modelo ha llevado al país a involucrarse en conflictos en todo el mundo, justificando sus acciones en nombre de la democracia y la libertad. Sin embargo, detrás de este discurso, la realidad es mucho más cínica: se trata de mantener la supremacía económica y militar a cualquier costo. El BRICS, con su creciente influencia, es visto como un desafío directo a este modelo, y Venezuela, en su posición estratégica, es percibida como un eslabón débil que debe ser controlado o eliminado.
Tormenta geopolítica
En este contexto, la posibilidad de un ataque nuclear, aunque extrema, no es descartable. Estados Unidos ha demostrado en el pasado su disposición a utilizar la fuerza militar para lograr sus objetivos, y en un escenario donde su hegemonía está amenazada, podría recurrir a medidas drásticas. La doctrina de la destrucción mutua asegurada, que durante décadas mantuvo la paz entre las superpotencias, está siendo puesta a prueba como nunca antes. En un mundo donde las alianzas tradicionales se están desmoronando y nuevas coaliciones como los BRICS están emergiendo, el riesgo de un conflicto nuclear ha vuelto a ser una amenaza real y presente tornando a los países de la alianza objetivos militares de EE.UU.
Venezuela, en su rol dentro de los BRICS, se encuentra en una posición precaria. Por un lado, el país es un bastión de resistencia contra la influencia de Estados Unidos en la región. Por otro, su riqueza en recursos la convierte en un objetivo codiciado por las mismas potencias que pretenden dominar el hemisferio occidental. Britto García señala que esta combinación de factores coloca a Venezuela en el centro de una tormenta geopolítica, donde las decisiones que se tomen en los próximos meses podrían determinar no solo el destino del país, sino el del mundo entero.

La situación actual exige una reflexión profunda y una acción concertada por parte de los líderes mundiales para evitar una catástrofe de proporciones apocalípticas. La posibilidad de un conflicto nuclear no es un escenario lejano ni improbable. Es una realidad tangible que se cierra sobre nosotros, impulsada por la desesperación de un imperio en decadencia y la resistencia de un nuevo bloque de poder que busca redefinir el orden mundial. La advertencia de Britto García no debe ser tomada a la ligera: estamos a solo 90 segundos del fin del mundo, y cada decisión cuenta.
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En este contexto, la lucha por el control de Venezuela y el destino de los BRICS se convierte en un asunto de vida o muerte, no solo para las naciones involucradas, sino para toda la humanidad. La historia nos ha enseñado que la guerra es un juego peligroso, y cuando las potencias nucleares están en juego, las apuestas son infinitamente más altas. La única esperanza es que prevalezca la razón y que las armas de destrucción masiva nunca sean utilizadas. Sin embargo, mientras Estados Unidos continúa viendo a Venezuela y al BRICS como objetivos militares de EE.UU., el peligro de un conflicto nuclear seguirá latente, amenazando con desatar una destrucción sin precedentes en la historia de la humanidad.

